HISTORIAS DE NIÑOS

Gracias a los padrinos y madrinas de Plan International, millones de niños y niñas de países en vías de desarrollo tendrán un futuro mejor. Conoce historias de niños cuya vida ha cambiado gracias a los programas de apadrinamiento.

Niños y niñas apadrinados de programas de apadrinamiento de Plan International nos cuentan su experiencia con los padrinos y madrinas que les apoyaron durante años y cómo el apadrinamiento cambió sus vidas y las de su comunidad.  

EL PADRINO DE PRINCE GWETU LE INSPIRÓ PARA ESTUDIAR MEDICINA

Son las siete de la mañana y Prince Gwetu, de 23 años, se mueve de una sala a otra vestido con una bata blanca y un fonendoscopio que rodea su cuello. Está supervisando a los enfermos del hospital Silobela, en Zimbabue, donde conoce a la mayoría de sus pacientes por su nombre, puesto que él mismo nació en Silobela. Al verle, sus pacientes le observan maravillados, pero algo inseguros sobre si deberían llamarle “doctor” o Prince. A fin de cuentas, sigue siendo el mismo chico que no hace mucho tiempo cuidaba del ganado, de burros y de cabras.

Prince es un niño apadrinado que ahora estudia cuarto curso de medicina en la Universidad de Zimbabue. “Crecí queriendo ejercer una profesión que me acercase más a la comunidad, así que cuando Arthur, mi padrino de Plan International, comenzó a escribirme cartas contándome cómo ayudaba a las personas con su trabajo de psiquiatra, me enamoré del campo de la medicina”, explica.

Su apadrinamiento comenzó cuando tenía cuatro años. “Tuve suerte de ser un niño apadrinado, pues me brindó la oportunidad de centrarme en mi educación y no tener que preocuparme por otras cosas”, dice. Prince es el menor de sus cuatro hermanos y su madre era viuda; su padre había muerto cuando él era tan solo un bebé.

UN MODELO A SEGUIR PARA SU COMUNIDAD

Mi familia y mi comunidad se sienten orgullosos de mí, porque soy la primera persona de esta zona que ha ido a la escuela de medicina. Me siento muy honrado cuando algún miembro de mi comunidad me llama doctor 

Prince pasa sus vacaciones como voluntario en el Hospital de Silobela. También ayuda a los estudiantes de nivel avanzado en su escuela, Loreto High. “El apoyo que Plan International me dio fue una oportunidad para luchar por mi sueño, y ahora me toca a mí ayudar a otras personas, no sólo salvando vidas sino también inspirando a los jóvenes para que estudien mucho en la escuela. Hay muchos niños y niñas que tienen el potencial de romper cualquier barrera. Lo que necesitan es modelos a seguir entre su círculo cercano, y creo que ahí es donde yo tengo un papel muy importante. Agradezco a Plan International el apoyo que me dio, y especialmente a mi padrino, que me inspiró para ser todo lo que hoy soy”.

EUDEL: EL APADRINAMIENTO CAMBIÓ SU VIDA Y LA DE SU COMUNIDAD

Al igual que otras niñas de 8 años, a Eudel le gusta ir al colegio, jugar con sus amigos y pasar el tiempo con su abuela, especialmente cocinando juntas.

Pero Eudel y su familia no siempre tuvieron la posibilidad de disfrutar de ello. Crecer en una comunidad rural de Zimbabue, con muy pocos recursos, plantea numerosos retos en el día a día de las familias.

Ahora, gracias a Plan International y al apadrinamiento, gente en circunstancias similares a las de Eudel y su familia pueden romper el círculo de la pobreza e iniciar un ciclo de progreso.

Eudel es una de los 40.000 niños y niñas de Zimbabue apadrinados por la organización. El apadrinamiento supone que miles de ellos, y las comunidades donde residen, tengan acceso a educación, seguridad económica, agua potable y comida.

PROSPERIDAD PARA LA INFANCIA Y SUS COMUNIDADES

El proyecto de la mantequilla de cacahuete también ha servido de respaldo para la familia de Eudel y su comunidad. Después de que el padre de Eudel muriese, su madre Shylit tuvo que afrontar la difícil tarea de cuidar de sus hijos en solitario. Ahora se encarga de dirigir el molino financiado por Plan International donde se muelen y asan cacahuetes para producir, envasar, comercializar y vender mantequilla. También se procesan otros alimentos para los miembros de la comunidad, como el maíz.

El éxito de este proyecto ha generado beneficios y ha servido a Shylit para ayudar a su familia, además de aportar beneficios para la comunidad en forma de empleo y producción alimentaria.

“Esto nos está ayudando a crecer. Nuestra vida ha cambiado porque nuestras familias pueden pagar ahora las tasas escolares, algo que antes no era posible. Nuestros hijos e hijas disponen de mejor comida, con más nutrientes, que antes no nos podíamos permitir. La malnutrición se ha reducido en la comunidad”, explica Shylit.

PROTEGER A LA INFANCIA PARA PROPORCIONAR UN FUTURO MEJOR

Una vez visto el impacto que ha supuesto el trabajo de Plan International en la vida de Eudel y su familia, además del bienestar que ha traído a la comunidad, Shylit siente esperanza de cara al futuro. Estos cambios positivos pueden aportar a niños y niñas como Eudel la oportunidad que merecen.

“Según pase el tiempo, Eudel irá aprendiendo más y progresando”, dice. “Si termina el colegio y consigue un trabajo, podrá estar en disposición de aconsejar a otros niños y niñas necesitados y ayudar a cambiar su vida”. 

Sería muy feliz si pudiera conocer a mis padrinos. Si les recibiéramos me pondría mi mejor uniforme. Me gustaría decirles: ‘Muchísimas gracias’

Por ahora, Eudel tiene acceso a agua potable en un pozo cercano, disfruta de comidas equilibradas y asiste a la escuela con sus amigos. Esto significa que puede disfrutar de su infancia a la espera de un futuro prometedor. Gracias a la generosidad de sus padrinos, Eudel tiene el reto de destapar su verdadero potencial y abrir la puerta a oportunidades ilimitadas. Cambiar el mundo puede empezar por cambiar la vida de un niño o niña.

MARTA: APRENDER ES MARAVILLOSO

 

Historias de apadrinamiento – Marta

Después de repetir tres veces un curso en la escuela primaria, Marta, de 16 años, natural de Guatemala y apadrinada por Plan International, no se rindió y perseveró en sus estudios hasta completar su formación. Zulma, su madre, no pudo estudiar cuando era niña y no quería que a Marta le sucediera lo mismo.

Mientras estaba en la escuela, Marta descubrió que le encantaba estudiar. Amaba dibujar, jugar y, una vez aprendió a leer y escribir, empezó a disfrutar del estudio.

Para su catorce cumpleaños ya había completado la escuela primaria y estaba a punto de afrontar un reto mayor: obtener el permiso para acudir a la escuela secundaria. Su padre le expresó sus dudas por esta decisión debido a la distancia, el coste y el miedo a que pudiera ocurrirle algo, pero esto no hizo que Marta cambiara de idea.

Pasó un año ayudando a su madre con los quehaceres del hogar. Posteriormente, Plan International empezó a desarrollar un programa de becas en su comunidad, pero su padre seguía reacio a dejar que su hija volviese al colegio hasta que un trabajador de la organización visitó su casa y ayudó a Marta a convencer a su padre para que le permitiera continuar con su educación.

Dos meses después, Marta se unió a Telesecundaria (un programa de aprendizaje a larga distancia) que ofrece educación a estudiantes de cuatro comunidades de la zona.

Para asistir a Telesecundaria, Marta debe caminar durante 40 minutos por caminos rocosos que se llenan de barro durante la temporada de lluvias, pero ella afirma: “No tengo miedo a nada, a veces incluso camino en medio de una tormenta”.

Ahora Marta puede permitirse comprar un uniforme, zapatos y material de escuela con el dinero de la beca. Zulma se alegra de verla de vuelta en clase, aunque permanece inquieta hasta que Marta regresa a casa cada día.

Marta ayuda a sus hermanas más pequeñas con los deberes para que pueda continuar con sus estudios, como ella ha hecho. Ayudar a Lorena, de 10 años, es un poco difícil ya que ha suspendido el primer grado, que es uno de los años más duros de colegio porque no hay educación preescolar en la comunidad y es necesario aprender a escribir y leer para aprobar. Sin embargo, Marta cree que se hermana estará bien y que, como ella, terminará pasando de curso y disfrutando del estudio.

A la luz de una bombilla en la humilde habitación de su casa, Marta trabaja duro, algunas veces hasta las 11 de la noche, para poner al día sus estudios. Además debe lidiar con un problema en la vista que le fue diagnosticado y le impide ver con claridad.

El profesor no conocía mi problema hasta que un día se enteró, y entonces todo el mundo contribuyó con su dinero para que pudiera acudir al hospital a hacerme un examen.

A pesar de sus problemas visuales, se las apañó para ponerse a la altura de sus compañeros de clase en solo tres meses.

Una de las personas que ha inspirado a Marta es el profesor Hernán, que ha dedicado mucho de su tiempo a enseñarla. Plan International apoya al colegio y funciona como Telesecundaria, que emplea programas audiovisuales para educar a los estudiantes en una amplia variedad de asignaturas.

Las materias favoritas de Marta son arte e informática, y está decidida a continuar estudiando para cumplir con su sueño de convertirse en diseñadora de ropa. “Algunas niñas de mi comunidad decidieron casarse muy pronto, algo que me da pena porque no han podido completar sus estudios”.

YEUKAI, DE NIÑA APADRINADA A ABOGADA DE PRESTIGIO

Yeukai fue una niña apadrinada a través de Plan International. Hoy es una reconocida abogada que centra su trabajo en los derechos de los niños y que se ha convertido en un modelo a seguir para muchas chicas en su comunidad. Ésta es su historia contada por ella misma:

Cada vez que veo el símbolo de Plan International, no puedo evitar sonreír.

Ese símbolo me recuerda a 1990, cuando me sacaron una fotografía por primera vez. Recuerdo sostener la mano de mi madre y sonreír cuando el fotógrafo hizo clic con la cámara. Retengo ese momento en mi memoria como el día que cambió mi vida. Ahora soy una abogada cualificada y estoy muy agradecida a las oportunidades que me facilitó Plan International en Zimbabue.

Soy Yeukai Mugumba, de la comunidad Silobela en Kwekwe, y fui apadrinada a través de Plan International mientras cursaba mis estudios de educación primaria y secundaria. La primera carta que recibí en mi vida fue de mi padrino. ¡Recuerdo que se la enseñé a todos mis amigos! Estábamos todos maravillados, y esperábamos con mucha ilusión que llegasen más cartas. Basándome en ellas, compartí con mis amigos cómo era la vida en Japón, donde vivía mi padrino. Me convertí en una fuente de información sobre la cultura, los paisajes y la gente de Japón.

Las cartas me alentaban a trabajar duro y mejoré mi gramática gracias a las que le escribía a mi padrino. Disfrutaba compartiendo con él los acontecimientos que me impresionaban de mi comunidad. Las cartas perfilaron e influenciaron de muchas formas la profesión que habría de seguir al cabo de los años. Conforme mejoraba mi gramática inglesa, mejoraba también mi actividad en el colegio. Gané confianza también en las habilidades sociales con mis amigos.

Plan International me apoyó desde el primer grado hasta el nivel avanzado. Al ser una niña apadrinada, tuve la oportunidad de hablar a menudo con los voluntarios de Plan International que apoyaban y facilitaban los proyectos para el desarrollo de mi comunidad. Aprendí muchísimo y me informé más acerca de temas que nos afectaban, como el abuso a menores y la protección infantil; conocimientos que me serían muy útiles en años posteriores.

Me gradué en la escuela de abogados de la Universidad Fort Hare en 2009 y actualmente trabajo como fiscal en el Ministerio de Justicia Legal y de Asuntos Parlamentarios. Como fiscal, soy una abogada del estado y mi pasión es ayudar a los menos privilegiados que buscan justicia a través de las cortes. Los casos que más me tocan el corazón son aquellos relacionados con el abuso a los niños y la violación de los derechos de las mujeres.

Mi trabajo me ha hecho darme cuenta de las lagunas de conocimiento que existen entre los niños en lo que concierne a las violaciones de sus derechos. Con el objetivo de devolverle a la comunidad lo que hizo por mí, mi deseo es trabajar con Plan International en Zimbabue a través de ejercicios de sensibilización en la comunidad y así aumentar la conciencia de los asuntos fundamentales que los niños, y especialmente las niñas, deberían conocer.

En el lugar de donde vengo, soy un modelo a imitar entre las chicas y todos los niños, porque soy la primera que ha conseguido ser abogada. Creo que, como mujer, he allanado el camino para que otras lo sigan. Nada es imposible.

Mi sueño es fundar una compañía de abogados y seguir trabajando mano a mano con organizaciones como Plan International en materia de derechos del niño.

¡En 2011, gané un tercer premio internacional por mi labor como juez! El galardón es un reconocimiento a los representantes de la ley más sobresalientes. Todo mi potencial se ha aprovechado porque alguien en Japón me ayudó a ser consciente de lo que tenía. Se lo agradezco a Plan International, de corazón.

KHADY DIOP, EL REFLEJO DE UNA NIÑA APADRINADA

Hoy (8 de marzo) es el Día Internacional de la Mujer. Khady Diop es una mujer senegalesa que, cuando era pequeña, fue apadrinada a través de Plan International. Hoy, con 35 años, nos cuenta cómo ha cambiado su vida desde entonces y qué esperanzas tiene para el futuro.

“Cuando tenía seis años, mis padres abrieron la puerta a un futuro que nunca podría haber imaginado: me apuntaron al servicio de apadrinamiento de Plan International. Durante doce años tuve un padrino en los Países Bajos que permitió mi escolarización. El apadrinamiento no sólo me ofreció enormes oportunidades gracias al acceso a la educación, sino que también ayudó a mi pueblo. Muchos niños se beneficiaron de las mejoras a mi colegio y de los programas que Plan International hacía”.

“Uno de mis hijos tiene ahora un padrino en Plan International, y los otros van a un colegio que también recibe el apoyo de la organización gracias a los apadrinamientos.”

LIDERANDO EL CAMINO

“A día de hoy tengo un grado en bachillerato y he acudido a varios talleres de formación técnica para obtener mi título en gestión de datos. Además de cuidar de mi familia, trabajo como asistenta del director de una asociación de crédito y ahorro” 

“También soy la presidenta del grupo de salud de nuestra comunidad, lo que significa que convoco y coordino las reuniones mensuales, y trabajo para reforzar los servicios locales de salud y facilitar la formación. Los grupos de salud de la comunidad reciben apoyo de Plan International en su trabajo; se busca asegurar que sus habitantes puedan acceder a los servicios de salud y aprendan los mejores cuidados para sus hijos y familias”.

LAS MUJERES SON IMPORTANTES

“Ocupar este puesto me llena de orgullo. Es algo muy respetado en mi comunidad, y antes de mí estaba ocupado por un hombre”.

“Cuando era joven, aprendí que las mujeres son importantes. Tenemos la obligación de crear un impacto positivo en nuestras comunidades, lo que mejorará el futuro de nuestros hijos. El hecho de que mis propios hijos me vean asumiendo este rol de liderazgo enfatiza los valores que quiero compartir con ellos”.

LA CLAVE ES LA EDUCACIÓN

“Basándome en mi propia experiencia, creo que el mayor regalo que una mujer puede ofrecerle a sus hijos, y especialmente a sus hijas, es una educación. Las niñas necesitan centrarse en sus estudios y vivir sus vidas con dignidad. Sólo viviendo con dignidad serán tratadas con respeto”.

“Nosotras, madres y mujeres, predicamos con el ejemplo; al ser participantes activas en la vida diaria somos capaces de hacer cambios y crear un gran impacto en el futuro. Fue la gente que conocí en Plan International, mis padres y mis profesores, los que me inspiraron a mí a convertirme en una líder. Gracias a su apoyo, fui capaz de lograr mis objetivos. Mi intención es ahora hacer lo mismo con mis propios hijos, y con los muchos otros niños que viven en mi pueblo”.