El viaje de Katy para escapar del conflicto en Ucrania

Katy mira a su alrededor y observa la concurrida estación de tren de Bucarest, Rumanía, mientras espera subirse a un vagón con su madre. Al mismo tiempo, se pregunta qué le ocurrirá y dónde dormirá esta noche. A los 16 años, Katy es una de las millones de adolescentes que ha huido de Ucrania y que no sabe cuándo volverá. 

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“He venido a Bucarest con mi madre. Hemos viajado siete horas en tren para llegar hasta aquí. El tren estaba abarrotado de gente. Mi familia y yo conseguimos sentarnos, pero muchas personas no. La gente viajó de pie todo el tiempo, pero al menos están a salvo”, nos cuenta. 

Desde que estallara el conflicto en Ucrania, más de 2 millones de personas han huido a los países vecinos. La mayoría son mujeres, niñas, niños y personas ancianas que se han visto obligadas a dejar atrás a sus familiares y toda una vida entera. 

La crisis humanitaria en Ucrania no ha hecho más que empezar, tal y como ha advertido Naciones Unidas. Se calcula que el conflicto puede llevar a unos 4 millones de personas a pedir refugio fuera del país, mientras que, dentro de Ucrania, millones más se verán obligados a desplazarse para huir de la violencia.  

“Nunca antes había salido de Ucrania, pero me siento bien en Rumanía. Nos han ayudado mucho. Cuando bajamos del tren, había gente y organizaciones que nos ofrecieron ayuda”.  

Al igual que la mayoría de personas que huyen de Ucrania, Katy solo ha podido llevarse consigo una maleta y unas bolsas de mano. Espera sola mientras su madre hace una larga cola para comprar los billetes de tren. “Esta noche viajamos a Budapest, donde no conocemos a nadie. Nos hubiese gustado ir a Estados Unidos, pero el billete es demasiado caro”. 

Desde Chernivtsi, una ciudad fronteriza con Rumanía, Katy nos explica por qué ella y su madre han decidido huir de Ucrania. “Mi madre tenía miedo porque sonaban las sirenas. Pensamos que era mejor irnos. Algunos lugares de la ciudad estaban siendo atacados y mi madre temía que llegaran bombas”. 

A Katy le resulta triste que la gente abandone a sus mascotas, cree que deberían intentar llevarse a sus animales o buscar a alguien que los cuide. Ella dejó a su gato con su novio. “Se llama Cat, sólo responde a ese nombre. Es muy triste”, cuenta. 

Desde hace dos días, se aloja con su madre en Rumanía y se han alojado en una casa vacía que les ha dejado una persona a la que no conocían. “No hemos comprado muchas cosas, solo dos pares de vaqueros y algunas camisetas. Compré algo de ropa cuando llegamos a Rumanía también”. 

Cuando le preguntamos qué opina de la guerra en su país, dice: “da un poco de miedo, pero creo que todo saldrá bien. Quiero volver a casa. Estoy en bachillerato, pero mi escuela está cerrada desde que empezó la guerra”. 

Katy está preocupada porque sus amistades y su novio siguen en Ucrania y no sabe cuándo los volverá a ver. “Mi mejor amiga se ha quedado en nuestra ciudad porque su hermano y su padre no pueden salir del país, así que han decidido quedarse todos juntos. Mi novio también se ha quedado en casa. Él y su padre arreglan los vehículos del ejército”. 

A pesar de las circunstancias, los y las jóvenes se muestran esperanzados y tratan de ayudarse entre ellos. “Si alguien necesita comida, agua o cualquier otra cosa, la conseguimos. Nos ayudamos los unos a los otros”. 

Siempre le ha gustado dibujar y, cuando sea mayor, quiere ser artista. Antes de la guerra estaba aprendiendo a tatuar. “Siempre estoy dibujando. Me gustaría ir a la universidad y también llegar a ser tatuadora”. 

Cuando por fin llegan al principio de la cola, ambas pueden emprender la siguiente etapa de su viaje hacia la capital de Hungría. Su madre se dedica a confeccionar vestidos de novia, así que espera poder encontrar trabajo como costurera. “Es una buena profesión, pero va a ser difícil vender vestidos en Budapest ya que mi madre no sabe inglés”. 

Mientras nos despedimos, le preguntamos a Katy si hay algo que le gustaría decir a la gente sobre lo que está sucediendo en Ucrania y nos responde que no quiere decir mucho. “No quiero que la gente entre en pánico. No quiero que la gente sea agresiva con los demás”. 

“Es extraño que hasta el momento Ucrania no fuera famosa por nada, ahora todo el mundo sabe quiénes somos”, concluye.