La vida de los niños y las niñas que viven en las tierras altas del Cotopaxi, una de las 24 provincias de Ecuador, no es fácil. La mayoría de las aldeas de la cordillera de los Andes (la segunda más alta del mundo) están aisladas y no tienen acceso a electricidad ni instalaciones sanitarias. La principal fuente de ingresos de la población es la agricultura, ya que cultivan sus propios alimentos y crían a su ganado para obtener carne, lana y leche.
Anahi, Sofy y Mónica dicen que vivir en su comunidad es muy agradable, por la naturaleza y por los vecinos y vecinas. Sin embargo, el clima es muy duro y, como no hay suficientes puestos de trabajo, sus padres han tenido que ir a otras comunidades. Sus madres se han quedado en el pueblo, trabajando en el campo, cuidando del ganado y de los hijos.
Benjamín, de 8 años, vive con su madre y sus cuatro hermanos. Su padre ha tenido que irse a otra comunidad a trabajar. Durante la pandemia, Benjamín y su familia recibieron kits de alimentos.
Cuando crezca, Benjamín dice que le gustaría ser profesor. “La gente de mi comunidad es agradable y feliz, pero no hay suficientes trabajos. Mi padre está lejos”, cuenta.
Vivian Damaris, tiene 10 años y, durante los últimos tres años, ha recibido una beca de estudios. Por eso, está muy agradecida a Plan International por el apoyo, ya que le preocupa que sus abuelos no puedan permitirse seguir pagando sus estudios.
Elvis y Esteban, ambos de 10 años, dicen que en su comunidad siempre están rodeados de naturaleza. Lo más duro de vivir en el altiplano es el frío durante el día y, sobre todo, durante la noche.