Una niña de 14 años nos observa en silencio desde el interior de una cabaña mientras hablamos con su madre a las afueras de su manyatta (aldea) en el condado keniano de Marsabit. “Es la novia más reciente de la aldea”, nos dice su madre. “Se casó hace dos meses”.
La niña, de 14 años, nos saluda tímidamente desde el interior de su nuevo hogar, donde las pieles y los nuevos lesos de colores brillantes adornan la cabaña, haciendo que destaque entre otras cabañas más antiguas. En su brazo izquierdo lleva cuatro brazaletes de plata. El primero la identifica como casada y los otros tres simbolizan el número de hijos que se espera que tenga, según el número de hijos de la familia de su marido, de 23 años.
“La mayoría de nuestro ganado ha muerto por la sequía. Su padre decidió casarla a cambio de camellos para mantener al resto de la familia”, explica su madre. Cuando le preguntamos si cree que su hija era demasiado joven para casarse, dice: “Se sometió a la ablación hace unos meses y la prepararon para el matrimonio”.
Una encuesta reciente realizada por Plan International revela que miles de niñas del norte de Kenia se ven obligadas a contraer matrimonio infantil debido a la sequía que sufre el país. El 39% de ellas se han casado antes de tiempo en los últimos seis meses y han aumentado los casos de violencia sexual desde que comenzó la sequía.
En Kenia, las niñas se enfrentan a riesgos como el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina, ya que las preparan para el matrimonio como forma de supervivencia para sus familias. De hecho, 14 de los 23 condados afectados por la sequía son ya focos de mutilación genital femenina en un 98%.
El cambio climático ha dado lugar a un resurgimiento del matrimonio infantil en el norte de Kenia. Aquí, las sequías cada vez más frecuentes, combinadas con la plaga de langostas, han agotado el agua y los pastos, y el ganado -vital para la economía de las comunidades de pastores- está muriendo de hambre, sed y distintas enfermedades.
Para hacer frente a esta situación, las familias se ven obligadas a sacar a sus hijas de la escuela y casarlas a cambio de una dote, que suele consistir en ropa nueva, bidones de leche fresca y camellos, muy valorados por su leche y su carne, así como por su uso para transporte a través de largas distancias en las tierras desérticas del norte de Kenia.
La última evaluación rápida de género realizada por Plan International en dos zonas de Marsabit -North Horr y Laisamis- muestra un aumento de la violencia contra niños, niñas y mujeres, concretamente de los casos de violación, violencia doméstica, mutilación genital femenina y acoso sexual.
Antes de la sequía, los resultados indicaban que la mayoría de los niños y niñas seguían asistiendo a la escuela, pero desde el comienzo de la sequía, la asistencia a clase ha descendido un 10%, haciendo que los niños -y especialmente las niñas- corran un mayor riesgo de sufrir violencia por dejar este entorno de protección.
Antes de marcharnos de su casa, le preguntamos a la joven novia qué va a hacer hoy. Ella, que nunca ha ido a la escuela, nos cuenta que, como todos los días, se está preparando para salir a buscar agua, para lo cual camina varios kilómetros, lo que le lleva prácticamente todo el día. Hoy, a causa de la sequía, miles de niñas harán este mismo viaje en lugar de estar en la escuela.