Aunque al acabar el instituto en 2017, el sueño de Sulis era ser fotógrafa y guía turística, han sido los cangrejos que hay en su pueblo, los que han cambiado la vida de esta joven indonesia.
A las dificultades económicas de su familia, tuvo que sumar los graves efectos que la pandemia tuvo en su país. Las restricciones hicieron que perdiera su única fuente de ingresos: un primer empleo en una fábrica local de sal.
A pesar del duro golpe, Sulis lo intentó todo para obtener nuevos ingresos. Sin embargo, fue un programa de formación de Plan International lo que le ha ayudado a ver que la solución a sus problemas estaba muy cerca.
Gracias a este, la joven se dio cuenta de las oportunidades que tenía en su entorno y tuvo una idea de negocio: “identifiqué el potencial de los cangrejos que hay en mi pueblo. Utilicé tres euros como capital inicial para comprar algunos y los vendí a través de las redes sociales”.
Tras esta inversión, su negocio ha ido creciendo y ahora gana hasta 26 euros al día o unos 500 euros al mes. “En mi antiguo trabajo de la fábrica de sal, sólo ganaba 110 euros al mes”, cuenta.
Además de aprender sobre prácticas de consumo y producción sostenibles, Sulis también ha adquirido conocimientos sobre la prevención de la malnutrición y el retraso del crecimiento.
Empleo para más de 2.000 jóvenes
Todos estos contenidos forman parte del programa de Plan International, Mata Kail. Financiado por la UE, ha apoyado a casi 2.000 jóvenes para que encuentren trabajo en el sector del procesamiento de pescado en Nusa Tenggara Oriental, la tercera provincia más pobre de Indonesia.
Este programa tiene una gran relevancia en el país, ya que la industria pesquera representa el 3% del PIB nacional, siendo una parte importante de su economía agrícola.