“Yo era una niña con un sueño muy grande: quería ser médica, pero no lo conseguí. Posiblemente por la pobreza. Perdí a mi padre cuando tenía 8 años y, desde entonces, todo se volvió más difícil para mi familia y para mí”, cuenta Esther, una joven nigeriana.
Teníamos que vender cosas en la calle para ganar dinero y poder comprar comida. Un día, cuando tenía 16 años, vino una mujer a casa y me dijo que le gustaría que me fuera con ella a Abuja, donde prometió encontrarme un trabajo.
Viajé hasta allí en autobús con otras dos chicas. Cuando llegamos a Abuja, la mujer nos recogió en la estación. Nos llevó a un hotel donde vi a muchas chicas que solo llevaban puesto el pantalón y el sujetador. Le pregunté qué hacía yo allí: “¿por qué estoy aquí?”.
“Esto es lo que has venido a hacer”, me respondió y añadió que, si no lo hacía, tendría que devolverle todo el dinero del viaje. Lloré y lloré, y ella me dijo que llorar no me iba a salvar.
Me vi obligada a tener relaciones sexuales con todo tipo de hombres. Tuve que darle todo el dinero que ganaba. Cada día, tenía que ir a los clubes y, apenas llegaba a a casa, me preguntaba: “¿dónde está mi dinero?” Y yo se lo daba todo. A veces podía ganar entre 50 y 80 euros la noche.
Los hombres venían al hotel y después de beberse una copa, decían que querían acostarse contigo. Era muy doloroso para mí pasar por todas esas situaciones. No quería que mi vida fuera así. Me vi obligada a ello y no tenía ninguna salida. Mi vida era horrible.
Con el tiempo conocí a una mujer que daba clases en una iglesia cercana. Nos hicimos amigas y me llevó a una casa de acogida. Ahora soy camarera y pronto seré chef.
La historia de Esther no es la única. El conflicto en Nigeria está aumentando las tasas de tráfico de personas: el 94% de las víctimas son niñas y mujeres, la mayoría de las cuales sufren explotación sexual. Plan International trabaja con un grupo de niñas que lideran una campaña para acabar con la trata en Nigeria. Las niñas exigen que las autoridades se comprometan a poner en marcha una campaña que llegue a las comunidades más remotas, para garantizar que todas las niñas y sus familias conozcan los riesgos de la trata y la explotación sexual. Esther tiene la esperanza de que la campaña suponga un antes y un después en el país.