El conflicto en Ucrania está teniendo un grave impacto psicológico en los niños y niñas: miles han pasado casi un mes escondidos en refugios, sótanos, estaciones de metro y otros lugares subterráneos, mientras que otros millones han tenido que huir a los países vecinos, dejando atrás todo lo que conocían y amaban.
En Moldavia, estamos trabajando junto con el Centro Nacional para la Prevención del Abuso Infantil, para ofrecer protección, apoyo psicosocial y servicios jurídicos a las familias ucranianas recién llegadas. Hemos establecido unidades móviles con personal especializado en dos centros de recepción en el norte y en el sur de Moldavia.
“Muchos de los niños y niñas ucranianos que llegan acompañados de sus madres, han pasado por experiencias traumáticas, sufren estrés tras varios días e intentos para llegar a la frontera y cruzar con seguridad a Moldavia. Cuando llegan desde Ucrania, se enfrentan a numerosos riesgos a los que se le suma la incertidumbre que viven al llegar a un país desconocido”, dice Micol Alberizzi, de Plan International.
“Nuestra prioridad es atender a los niños y niñas poniendo especial atención en el apoyo psicosocial. En Plan International ya hemos puesto en marcha nuestras unidades móviles que ofrecen actividades y terapia basada en el juego tanto para los niños y niñas como para sus cuidadores”.
Nuestros equipos identifican cada día las diferentes necesidades para asegurarse de que podemos llegar a los niños y niñas más vulnerables. También atendemos a quienes les cuidan, porque sabemos que muchas madres viajan solas y, a menudo, ellas también están angustiadas y desconcertadas.
“Ellas mismas han vivido acontecimientos angustiosos y, por eso, es fundamental que reconozcamos la importancia de su papel a la hora de apoyar a sus hijos e hijas ya que son capaces de gestionar su propio estrés anteponiéndoles a ellos”, explica Micol.
Hoy nos reunimos con el equipo que trabaja en un centro de acogida de personas refugiadas, que está situado a unos 40 minutos de la capital moldava, Chisinau, y que acoge a unas 100 personas. La situación es bastante imprevisible y el número de niños y niñas en el centro aumenta cada día. Nuestro equipo dirige actividades lúdicas para que los más pequeños puedan jugar en un entorno seguro. También estamos ofreciendo sesiones de apoyo psicosocial individual y grupal a los niños, niñas, padres, madres y tutores y tutoras.
Marina es una de las psicólogas que forma parte de la unidad móvil. Ella también ha tenido que huir de Kharkiv, en Ucrania, por lo que ha vivido el conflicto en primera persona. “Ofrecemos una amplia gama de servicios. Hacemos terapia, contamos cuentos, cantamos, y dibujamos. Cantar es especialmente útil, porque niños y niñas pueden evadirse de la realidad y de lo que están pasando. Lo mismo ocurre con los padres y madres. Este tipo de apoyo es lo que necesitan en este momento”.
Como la infancia busca comprensión y protección en las personas adultas, en momentos de crisis suelen ser reacios a separarse de sus padres, ya que solo se sienten seguros a su lado.
“Muchos niños y niñas sienten que tienen que estar siempre cerca de una persona adulta. A veces quieren sentarse en su regazo solo para estar cerca y recibir un abrazo. Algunos niños y niñas dicen que su audición ha empeorado. Por el momento, no sabemos a qué se debe, aunque tenemos la teoría de que podría ser falta de atención, por lo que les cuesta concentrarse en algunas cosas”, explica Marina.
“Pierden la atención muy rápidamente, pero después de unas cuantas sesiones mejoran. Como son pequeños, mejoran muy rápido”.
Viorica también trabaja como psicóloga para la unidad móvil y nos cuenta que ha visto a muchos niños y niñas sufrir traumas emocionales, pero hay uno muy concreto que no se le olvidará jamás. “Un niño de tres años oyó el sonido de un taladro y se puso completamente histérico, porque vio como una bomba explotaba delante de él cuando volvía a casa desde el jardín de infancia en Ucrania”.
“Inmediatamente empezó a gritar y a buscar a su madre, que no estaba en ese momento. Siempre intentaba estar con su madre porque no se sentía seguro de otra forma. Su madre también sentía la necesidad de acompañarle todo el tiempo, porque temía por él. Este es uno de los ejemplos de este tipo de trauma”.
Niños y niñas de los centros de acogida, participan en diferentes actividades, como dibujar y jugar, así podemos ayudarles a adaptarse a sus nuevas circunstancias y a que puedan gestionar el estrés y las preocupaciones. También nos centramos en actividades físicas como juegos al aire libre, deportes y carreras para ayudarles a despejar su mente y gastar su energía.
El apoyo psicológico que ofrecemos en la unidad móvil no solo ayuda a las personas a sobrellevar la tensión mental, sino a prevenir los síntomas postraumáticos. “Muchas personas acuden a este lugar como punto de tránsito. Buscan cubrir sus necesidades básicas, un poco de descanso, sensación de seguridad y comida. Pero después de un par de días, muchas sienten la necesidad de hablar con alguien”, nos dice Viorica.
“Así que vienen y comparten sus historias y sus emociones. Es muy importante ofrecer apoyo psicosocial, incluso, a quienes no están alojados en nuestro centro, sino en viviendas privadas. Algunos acuden a nosotros cuando escuchan hablar de este tipo de ayudas. Comparten con nosotros sus miedos para aliviarse”.
Una de las cuestiones que más nos preocupan, son los niños y niñas que llegan solos o de la mano de personas que no conocen y, por supuesto, nos preocupa el alto riesgo de trata. Sabemos que en esta región el riesgo de trata es muy alto para los niños y niñas que llegan sin acompañamiento, explica Micol. “Las familias que no saben a dónde ir siguen corriendo un alto riesgo de trata en este contexto”.