Durante los conflictos, la violencia contra los niños, y especialmente las niñas, aumenta de forma alarmante y, además, se debilitan los sistemas de protección para protegerlos.
En algunos países, niños y niñas de tan solo ocho años sufren secuestros, amenazas o engaños con dinero para que se unan a los grupos armados. Algunos reciben entrenamiento militar y son adoctrinados. Los estudios demuestran que, en ocasiones, la infancia, sobre todo los niños, son utilizados como escudos humanos que se colocan lo más cerca posible del contrario, a menudo bajo la influencia de las drogas y el alcohol.
Plan International está apoyando a 50 niños y niñas en la República Centroafricana. Todos estaban asociados con grupos armados o en riesgo de ser reclutados o re-reclutados.
El proyecto, que se puso en marcha en 2015 en las regiones de Nana-Gribizi y Ouham, está financiado por el gobierno holandés y ofrece a los y las jóvenes cursos de formación profesional en costura, carpintería, mecánica de motocicletas y peluquería.
Además, hemos creado espacios seguros para la infancia, así como un centro de apoyo a las familias donde los padres y madres pueden participar en sesiones de diálogo y aprendizaje. También ofrecemos servicios de reunificación, ayudando a las familias separadas por el conflicto a reunirse de nuevo.
Gracia, de 17 años, perdió a sus padres cuando sólo tenía 11 años. Como era la mayor de tres hermanos, tuvo que luchar para sacarles adelante. Gracias a este proyecto, Gracia ha evitado unirse a un grupo armado —que suele visitar su pueblo para reclutar a niños y niñas solos— y, en cambio, está realizando una formación profesional.
“Muchos niños y niñas huérfanos que conozco se vieron obligados a unirse a un grupo armado por la pobreza”, dice Gracia. “Gracias a Plan International me pude inscribir en el centro de formación profesional, donde aprendí a coser”.
Recientemente, Gracia ha conseguido un contrato para confeccionar cortinas y manteles en un centro de salud de Bouca. “Tengo unos ingresos que me permiten mantener a mi familia”, explica Gracia con cierto orgullo.
En la República Centroafricana, las niñas que viven en zonas de conflicto suelen ser obligadas a casarse con combatientes armados. Estas niñas tienen que soportar los horrores de la violencia sexual y otras formas de abuso. Si no tienen acceso a apoyo mental y psicosocial, estas experiencias traumáticas pueden afectarlas para el resto de sus vidas.
Los niños y niñas desplazados con pocos recursos económicos o separados de sus familias son objetivos más fáciles de reclutar por los grupos armados. Junior, de 17 años, recuerda cómo una noche uno de estos grupos tomó su pueblo en el distrito de Bouca, donde vivía con su madre. Muchos niños y niñas fueron separados de sus familias durante esta invasión.
“Tuvimos que huir de nuestra casa”, dice Junior, quien cuenta que tuvieron que refugiarse en un campamento. Si nos hubiéramos quedado, me habrían obligado a unirme al grupo armado, junto a mis amigos”.
Plan International conoció a Junior durante un taller de divulgación celebrado en un refugio para personas desplazadas internas. A través del proyecto, ha recibido formación en carpintería en la región de Ouham.
“Aunque estoy contento de no haber acabado como otros niños obligados a participar en la guerra, me entristece que mis amigos no hayan tenido tanta suerte como yo”, dice. “Gracias a mis conocimientos de carpintería, puedo ganarme la vida honradamente y cuidar de mi madre, que está desempleada”.