Singh es una joven madre khmu de 21 años que ha vivido bajo la constante amenaza de la inseguridad alimentaria en su aldea, situada en una remota zona del norte de Laos. Durante años, su familia ha sufrido la escasez de arroz, lo que obligó a su marido Mun a emigrar a Tailandia para trabajar como jornalero sin cualificación. Mientras tanto, Singh tuvo que hacerse cargo sola de su hija de un año y del cuidado de su madre anciana.
Como muchas otras familias de su comunidad, Singh depende del cultivo de arroz para subsistir, un medio de vida extremadamente vulnerable a las lluvias irregulares. Una sola temporada con pocas precipitaciones o fuera de tiempo puede arruinar toda la cosecha. “Las plagas o las sequías suelen estropear mis cultivos de arroz”, explica Singh. “Este año solo hemos cosechado 15 sacos de arroz, la mitad de lo que necesitamos para sobrevivir”.
Esta realidad es común en su aldea, donde más de un tercio de los hogares sufre escasez de alimentos. Muchos hombres, como Mun, se ven obligados a trabajar en el extranjero o en plantaciones de plátanos cercanas, sacrificando la unidad familiar en busca de estabilidad económica. Aunque los 100 dólares mensuales que ganaba Mun resultaban de ayuda, su ausencia afectaba profundamente a la familia, tanto a nivel emocional como práctico.
Sin embargo, en 2024, la iniciativa del Banco de Arroz —puesta en marcha en el marco del proyecto de Adaptación al Cambio Climático en Zonas de Montaña a través de Prácticas Innovadoras (CCA), liderado por Plan International y la Asociación Maeying Houmchai Phattana (MHP)— devolvió la esperanza a la familia.
“El Banco de Arroz alivió nuestras preocupaciones alimentarias y permitió que Mun volviera a casa”, cuenta Singh con una sonrisa. Gracias a un préstamo de 850 kilos de arroz, que devolvieron tras la cosecha con un interés mínimo, su situación se estabilizó. Ahora que Mun trabaja cerca de casa, han empezado a cultivar maíz y a criar aves de corral, lo que ha diversificado sus ingresos y reducido su dependencia del arroz.
El impacto del Banco de Arroz se percibe en toda la comunidad. Seum, otra madre de 24 años, explica cómo esta iniciativa ayudó a su familia tras una mala cosecha. “El año pasado pasamos de recoger 80 sacos a solo 60, pero el Banco de Arroz nos ayudó a cubrir la diferencia”, comenta. “Ahora, mi marido y yo tenemos más tiempo para generar ingresos adicionales en una plantación de plátanos cercana”.
Además de garantizar la seguridad alimentaria, el Banco de Arroz fortalece los lazos familiares y comunitarios. Para Singh, el regreso de Mun ha supuesto un apoyo emocional fundamental. “Ahora está aquí para mí, para nuestra hija y para mi madre… algo que perdimos durante su ausencia”, afirma.
El vicepresidente de la aldea, que también se encarga de la contabilidad del banco, destaca su valor. “Proporciona tiempo a las familias y refuerza las relaciones”, señala, aunque también hace hincapié en la importancia del acompañamiento continuo: “El apoyo constante del personal del proyecto será clave para garantizar la sostenibilidad del Banco de Arroz”.
En los distritos de Paktha y Pha Oudom, en la provincia de Bokeo, el Banco de Arroz forma parte del proyecto CCA y representa una solución innovadora frente a los retos del cambio climático. Para Singh, Seum y sus vecinas y vecinos, es mucho más que un recurso: es un salvavidas que permite a las familias hacer frente a la incertidumbre climática sin tener que separarse.