Ojalá vuelva la música 

Por Violeta Castaño, técnica de Investigación de Plan International, coordinadora del informe “Adolescentes en crisis: Impactos de la DANA”. 

“¿Podemos hablar de lo que pasó ese día?, es decir, ¿está previsto que hablemos de eso?”. La dinámica del grupo de discusión se detuvo de golpe; las experiencias de lo que vivieron, sintieron aquellos y aquellas once jóvenes sentados esa tarde en círculo en el espacio joven de Massanassa, se paró ante la pregunta directa de J. Realmente, no estaba del todo previsto; en esas dos horas queríamos saber cómo se encontraban seis meses después de la catástrofe. Pero estaba claro que necesitaban volver atrás y compartir lo que había sucedido, lo que habían vivido, durante aquellas horas. No es para menos; el 42 % de ellos y ellas han visto cómo sus casas quedaban afectadas por las inundaciones. 

“A mí es que me gustaría conocer cómo lo vivió el resto”, continuó el joven. “Claro, si necesitáis hablar de ello, hay tiempo. Primero, por favor, deja que os plantee las dos preguntas que me quedan, y vamos con ello”, respondió el moderador de uno de los grupos de discusión que organizamos desde Plan International para la elaboración del informe “Adolescentes en crisis: Impactos de la DANA”.   

Había diferentes franjas de edad en aquel corro: chicos y chicas que decidieron dedicar un viernes por la tarde a venir a hablar con unas personas desconocidas sobre aquella palabra que, seguramente, antes no conocían y ahora no sale de su vocabulario: DANA. Al principio les costó, pero poco a poco fueron levantando la mano y, como si hasta ese momento no hubiesen puesto palabras a algunos de sus sentimientos, empezaron a hablar de rutinas, de lugares, de elementos de su barrio, de su pueblo… con los que han crecido y “ya no están, de golpe ya no están”. Según datos del informe, 4 de cada 10 adolescentes de los municipios afectados de l`Horta Sud (Valencia) han notado bastante o muy afectada su salud mental, y el 37% señala que tiene dificultades para concentrarse en sus estudios.   

Todos y todas coincidieron en que el colegio, en el que habían pasado tantos años aprendiendo, conociendo a compañeros, compañeras y amigos y amigas, un punto de referencia en sus vidas como adolescentes y jóvenes, ya no estaba, se había derrumbado de un plumazo. La inmensa mayoría de los encuestados, el 97 %, vio afectado su centro educativo por la riada. 

L comentó que vive enfrente del colegio, y que durante la riada vio a gente en la azotea, pidiendo ayuda; era el conserje y su familia. Ahora ya se ha acostumbrado a ver desde la ventana su antigua escuela hecha ruinas. Todo el grupo señaló que eso les dolió y les sigue doliendo; alguno de ellos hizo un gesto con la cara: “Verlo ahí, destruido…”, comentó, sin llegar a terminar la frase, con una mueca con la boca.

Ahora, al pasear por Massanassa, como en tantas otras localidades afectadas, son evidentes los pasos del lodo; hay marcas en las paredes, hay bajos aún cerrados, otros que se han rehabilitado. De nuevo, tanto chicos como chicas aseguran que se han acostumbrado a ver esas marcas permanentes, y ya se sienten con más ganas para salir, más allá de que el 68 % de ellos y ellas estuvieron casi desde el primer día en la calle ayudando en las tareas de voluntariado y limpieza.  

“Al principio salimos porque fuimos a ayudar, sentíamos la necesidad de colaborar; pero después es que no apetecía salir para quedar, estuvimos como dos meses, hasta enero, sin salir”, explican. De hecho. un 31 % reconoce que está quedando menos con sus amistades.  El espacio público, los parques, las plazas de estos municipios, que estas y estos chicos disfrutaban, que eran su casa fuera de las paredes de sus hogares, dejó de estar disponible. Dejó de ser y, con ello, quizá parte de su infancia.  

J cuenta que ahora han vuelto a hacer música como parte de sus actividades extraescolares: pero que durante un tiempo se quedaron sin instrumentos y se improvisó cómo se pudo para poder continuar la actividad.  Más de seis meses después de la tragedia, escuchándolos hablar, pienso que ojalá vuelva la música, esta vez para quedarse. 

A les terres valencianes que d’artistes són cresol, l’afició a la bona música sona i brilla al faristol. 

Els pobles de l’Horta Sud, amb amistat i afició, fan molta música bona assajant amb il·lusió. 

I l’edat gens ens importa sempre jóvens per tocar, la batuta és la vareta màgica… per disfrutar, la batuta és la vareta màgica… per disfrutar. 

I les “tecles” de l’edat que són de tots els colors en sentar-se a l’atril són destresa, ritme i cor. 

Recordant fites passades els vells jóvens musicals. 

(Himne de l’Horta Sud. Hilari Gascó Melguizo)