En Cateura, justo a las afueras de la capital paraguaya, Maura, de 28 años, ha crecido en medio de la suciedad del mayor vertedero de basura de Asunción. Trabaja como “ganchera”, el término utilizado para las personas que clasifican la basura en busca de objetos que puedan vender para reciclar.
“Somos una familia de recicladores. Yo soy ganchera, mi madre es ganchera y la mayoría de mis familiares también lo son”, explica Maura.
A tan solo unos metros de las orillas del río Paraguay, con su constante amenaza de inundaciones, el vertedero es hogar de cientos de familias que viven en pequeñas villas cerca del basurero, su principal fuente de ingresos. Aquí, los niños y niñas a menudo trabajan junto a sus padres recogiendo basura en lugar de ir a la escuela.
“Nadie quiere ver a su hijo reciclando, lo último que quieres es ver a tu hijo trabajando bajo el sol”, comparte Maura, explicando que hay muy pocas oportunidades para que los jóvenes encuentren trabajo en la comunidad, por lo que la mayoría terminan siguiendo los pasos de sus padres y se convierten en recicladores.
Alrededor de 800 toneladas de basura llegan al vertedero cada día desde la ciudad, la cual es clasificada por las aproximadamente 600 personas que se ganan la vida como gancheras. La mayoría son mujeres que trabajan en condiciones precarias, rodeadas de basura y expuestas a peligros, enfermedades e insectos.
A diferencia de la mayoría, que busca objetos reciclables para vender, como botellas de plástico, latas de aluminio y papel, Maura busca muebles que pueda renovar o materiales que pueda convertir en decoraciones para el hogar, como alfombras viejas, flores artificiales y tela.
“He montado una tienda en mi casa donde vendo lo que hago. La mayoría de los materiales que utilizo son reciclados del vertedero. Mi madre los encuentra o los recojo yo misma”, dice Maura.
Con la esperanza de expandir su negocio, Maura se unió al proyecto SAPE’A de Plan International, que proporciona a los jóvenes de Paraguay las habilidades que necesitan para administrar sus propios negocios. La iniciativa tiene como objetivo ayudar a los jóvenes, especialmente a las mujeres, a superar las barreras y estereotipos que los frenan y ayudarlos a acceder a empleos decentes.
El proyecto mostró a Maura cómo crear un plan de negocios a través del cual puede calcular los gastos, establecer precios y hacer crecer su negocio. “Aprendí que debo valorar mi trabajo y que no tengo que regalar lo que hago”, comparte. “Ahora sé cuánto estoy ganando y cuánto estoy gastando”.
Maura también pudo solicitar capital semilla del proyecto, que utilizó para comprar el equipo que necesitaba para su negocio. “Eran cosas indispensables, como una bomba de aire y mesas, que antes tenía que alquilar para hacer mi trabajo”.
El nuevo equipo significa que Maura ha aumentado sus ganancias y puede ofrecer a sus clientes un servicio de mejor calidad. “La gente me recomienda más ahora porque conocen los servicios que puedo brindar. Mi negocio está yendo mejor”.
La iniciativa de Maura no solo está reduciendo la cantidad de residuos que terminan en el vertedero, sino que también está impulsando la economía circular y ayudándola a mantener a su familia.
Ahora quiere ofrecer empleo a otros jóvenes de su comunidad. “Sueño con dar más trabajo a otras personas”, dice. “Por eso estamos haciendo este esfuerzo ahora, para que no pasen por lo que nosotros pasamos”.