“La falta de agua y alimentos hace que algunas chicas ofrezcan actividades sexuales a cambio de compresas, comida y agua potable”. El testimonio de Halima, de 15 años, pone sobre el papel el drama que está sufriendo Kenia debido a una sequía que el gobierno actual ha declarado como desastre nacional, pues hay unos 2,1 millones de kenianos luchando contra el hambre y la escasez de agua.
El condado de Kilifi, donde vive Halima, es una de las comunidades más afectadas. Esta joven, a pesar de su corta edad, ha visto de todo, desde violencia doméstica hasta pobreza, pero dice que este año está siendo el más duro de todos. Se producen separaciones y disputas familiares, abandono escolar y, lo que es peor, tácticas de supervivencia extremas, como comer menos u ofrecer sexo a cambio de comida o dinero.
Todos estos problemas suelen afectar de forma desproporcionada a niñas y mujeres, pues las deja muy expuestas a sufrir embarazos no deseados o a contraer enfermedades.
La crisis se ha visto agravada por la COVID-19 y las escasas lluvias de los últimos años. Los pronósticos de la Autoridad Nacional de Gestión de la Sequía no son nada esperanzadores: las lluvias de octubre a diciembre estarán por debajo de los niveles normales.
Medidas de alivio y optimismo
Para aliviar esta situación, Plan International está distribuyendo paquetes de alimentos a las personas más necesitadas y apoyando los programas de alimentación escolar para que niños y niñas puedan tener, al menos, una comida nutritiva en la escuela cada día, de manera que se sientan seguros y continúen su educación.
A pesar de los muchos retos a los que se enfrentan las niñas en este momento, Halima se mantiene optimista: “cuando termine la escuela, me gustaría ser médico para poder ayudar a la gente enferma de mi comunidad”.