"Fui de una generación que no pudo estudiar, no quiero que se repita"

Son casi las 6 de la mañana. El hijo pequeño de Hum Mai se lava la cara con el agua de una tinaja situada junto a su casa. Después, se pone el uniforme escolar y se acerca a la tienda de ultramarinos construida con trozos de madera. El niño toma el desayuno -un bol de arroz y otro más pequeño con judías- que le prepara su madre antes de ir a la escuela.

?Quiero que mis hijos salgan de casa con el estómago lleno, para que no vayan con hambre a el escuela y puedan concentrarse en clase. No les doy mucho dinero, sólo 200 o 300 riels (menos de 0,05?) al día. Es muy importante ahorrar y gestionar bien los recursos porque de otra forma para mí sería muy difícil alimentar a mis cinco hijos y encargarme de la tienda?, dice Mai, de 50 años, mientras limpia el establecimiento.

Microcréditos para potenciar los negocios locales

Mai ha conseguido llegar a ser una exitosa mujer de negocios. Aprovechó la posibilidad de formar parte a un proyecto de microcréditos de PLAN en Camboya, que tenía como objetivo capacitar a las familias más pobres en las comunidades del norte del país, en la provincia de Siem Reap, para que pudiesen impulsar pequeños negocios locales. Tras realizar una evaluación de sus necesidades y un asesoramiento, el programa ofreció un capital de 67 euros a Mai para poner en marcha su propio negocio familiar a mediados de 2008.

Mai tiene siete hijos en total. Los dos mayores están casados y viven con sus familias. Con tantos hijos que alimentar y sin familiares en la zona que pudiesen apoyarles, Mai ha tenido que enfrentarse a muchas dificultades para poder salir adelante.?Había veces que sólo teníamos gachas de arroz para comer y difícilmente nos llenaba el estómago. Recuerdo cuando mi marido contrajo malaria en 2001. No teníamos dinero para llevarlo al hospital provincial, que está a más de 50 kilómetros de aquí. Pedí un vehículo al Centro de Acción de Minas en Camboya para trasladar a mi marido. Me ayudaron, pero él murió cuando llegamos al hospital. No pudo quedarse para ver cómo han crecido nuestros hijos?, dice Mai.

 

Educación de los niños para romper el círculo de la pobreza

A pesar de todo, Mai ha conseguido en tan solo dos años evitar que sus hijos en edad escolar tuviesen que abandonar la escuela para trabajar y aportar ingresos a la familia.
?Cuando yo era pequeña no había escuela en mi pueblo y mis padres eran tan pobres que no podrían pagarla. Más tarde, en la época de los Jemeres Rojos, tampoco pude estudiar. Fui de una generación que no pudo estudiar. No quiero que se repita. Ahora que tenemos una escuela cerca y no quiero que mis hijos se queden sin educación?, dice Mai, y añade que como no hay instituto en su comunidad tuvo que mandar a sus dos hijos mayores a estudiar la ciudad. Ahora los dos chicos, uno en 12º grado y otro en 9º grado, viven en una residencia cerca de su escuela.

Cuando se le pregunta qué es lo que más desea en la vida, Mai explica que sus sueños son tener una casa decente y que sus hijos accedan a buenos trabajos, sabiendo que su marido también lo hubiese deseado. Su primer objetivo está a punto de convertirse en realidad ya que está construyendo una nueva casa más segura -su vivienda actual es precaria, con el techo de paja- gracias a los ahorros que ha conseguido con el negocio de ultramarinos. Mai también tiene mucho optimismo sobre su otro sueño de que sus hijos logren buenos trabajos gracias a la formación que están recibiendo en la escuela.

Mai todavía se sorprende por el hecho de que una persona como ella, sin educación básica, haya tenido éxito con el negocio familiar. ¿Qué consejos puede dar? ?Yo era muy pobre, así que entiendo a la gente que no tiene recursos?, dice Mai y añade que en su tienda, los clientes pueden pagar con cualquier cosa, como en madera u otros artículos. Algunos incluso trabajan en su campo de arroz,  intercambiando mano de obra por productos. Con su esfuerzo y capacidad de superación Mai se ha ganado la confianza de sus vecinos y sus clientes que han convertido la tienda en un punto donde intercambian opiniones, charlan y toman té y nuez de areca. Pero lo más importante para ella es haber conseguido su principal sueño: que sus hijos puedan estudiar y acceder a un futuro con más oportunidades. Evitar que haya una nueva generación sin estudios.