La silenciosa actuación de los hijos de Nargis

Wasira Sornpet es la responsable de comunicación para la región de PLAN en Asia. En marzo de 2011 visitó las comunidades costeras del distrito de Laputta, tres años después de que el ciclón Nargis acabara con la vida de 140.000 personas en Myanmar, provocando el mayor desastre en la historia del país. Nos habla de lo vivido en su viaje y de cómo los habitantes de la zona han ido recuperándose de los efectos del ciclón.

La silenciosa actuación de los hijos de Nargis

Es una noche tranquila en Laputta. Devastada en 2008 por el ciclón Nargis, la ciudad, poco iluminada, ve las noticias que llegan de Japón con ansiedad. La poderosa corriente del río de Laputta se encuentra tan sólo a 100 metros. ?La marea será mucho peor mañana por la noche. Tenemos que regresar antes de que se ponga más peligroso?, dice con cara preocupada Zin Moe, mi colega birmana. Zin Moe y yo, conoceremos en los días siguientes el impacto del tsunami japonés y cómo la cobertura informativa pasó de narrar la devastación producida a destacar la capacidad de resistencia de los supervivientes y la respuesta internacional de ayuda al pueblo japonés.

Japón es uno de los países más ricos del mundo, Myanmar uno de los más pobres. ¿Es posible que aquellos que viven en cabañas poco estables, en pueblos a los que tan sólo se puede acceder en barco, puedan permitirse ser fuertes? Aquellos que ganan menos de un euro al día y mueren de enfermedables prevenibles ¿pueden sobreponerse a un desastre tan devastador como el de Nargis?

A principios de esta semana, Daw Phyu Phyu Thi, una profesora de una de las escuelas que apoya PLAN, al hablar del grado de destrucción que provocó Nargis me comentó un dato que me impactó mucho: ?Había 130 alumnos en esta escuela. El primer día de clase después de Nargis, toqué la campana y sólo vinieron a clase 30 estudiantes. Volví a tocar la campana, intentando contener las lágrimas, pero no vinieron más alumnos“.

Recuperar la normalidad para superar la tragedia

?Después de Nargis, las caras de los niños y niñas cambiaron; transmitían un sentimiento profundo de tristeza. Pero a medida que ha ido pasando el tiempo se han ido recuperando?, dice la profesora, que tuvo que sobrellevar a su vez la muerte de su madre.

¿Pero qué significa ‘recuperarse’?

Reflexionando sobre estas preguntas en el barco en mi último día en Laputta, recordé a Wah Wah, una niña de 5 años. Recordaba pocas cosas sobre sus padres. ?Me acuerdo de sus nombres, mi padre dándome de comer y cómo se reunía toda la familia?, dice.

Muchos niños perdieron a algún familiar. Personas a las que echan en falta. Muchos de ellos todavía se levantan en medio de la noche llorando por sus padres. Dicen que se hace particularmente duro cuando hay nubes grises en el cielo porque les recuerda a los últimos días que pasaron juntos como una familia.

Tres años después de que Nargis desgarrara el delta y separara a innumerables familias, me parece que los supervivientes han aceptado que el dolor estará siempre presente. No han olvidado a sus seres queridos y tampoco lo han intentado. Ayudándose a sí mismos es como consiguen sobrellevar las pérdidas.

La nueva escuela como símbolo de esperanza

A pesar de estar angustiados, los niños y niñas también han estado ocupados aprendiendo, viviendo y riendo en la escuela. Muchos sueñan con ser ingenieros, porque quieren construir edificios sólidos como sus nuevas y verdes escuelas, para que las personas puedan refugiarse en caso de producirse otro ciclón. ?No tengo miedo cuando estoy en la escuela. La solidez del edificio me hace sentirme seguro?, dice Wah Wah.

Antes del ciclón Nargis, los monasterios eran los únicos edificios sufiencemente sólidos para ofrecer refugio a los supervivientes. Ahora, con el apoyo de PLAN, habrá 51 nuevas escuelas, son edificios más fuertes que podrán servir de refugio ante otros ciclones.

Durante la construcción, cientos de personas vinieron a ayudar. Vi a Hlaing Hlaing Maw, de 13 años, llevar un cubo de pesado cemento bajo el sol sofocante. Dijo que vino porque quería una nueva escuela. Los adultos vinieron porque ellos también querían llenar su mente de esperanza. Los edificios se han convertido en la representación de la fuerza y la vida de la comunidad.

?¡Terremoto! ¡Terremoto!“, gritó la profesora Daw Phyu Phyu Thi golpeando la mesa repetidamente en una sesión de preparación frente a desastres de PLAN. Toda su clase, de unos 30 alumnos, se mete bajo las mesas en pocos segundos, riéndose. Como ellos, las comunidades han aprendido cómo protegerse frente a los desastres naturales. Ahora saben que se puede reducir el número de muertos en un desastre como el de Nargis.