Una vida mejor para las niñas es posible

Todos hemos oído hablar de los problemas, pero buscar soluciones es el principal objetivo de Women Deliver, la mayor conferencia sobre la salud y los derechos de las mujeres y las niñas. Se organiza desde hace más de una década y la semana pasada tuvo lugar en Copenhague. Siguiendo la línea de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, esta conferencia global camina con optimismo hacia la promesa de “no dejar a nadie atrás”. Un primer paso decisivo, asegura Anne-Birgitte Albrectsen, directora general de Plan International, es hacer que las niñas invisibles se vuelvan visibles.

Maya, una niña de 16 años del distrito de Dolakha en Nepal, ya es esposa y madre. Nepal tiene la segunda tasa más alta de embarazo adolescente en el sur de Asia, y se estima que una de cada diez niñas se casará antes de cumplir los 15 años. Gran parte de ellas abandonará la escuela.

Pero Maya ha recibido ayuda para volver a clase y tiene la esperanza de poder continuar su educación, aunque sabe que será difícil. Acude a un Espacio Amigo de la Adolescencia para niñas entre 12 y 18 años y está aprovechando su experiencia para aumentar la confianza de otras jóvenes: de las 22 niñas que participan en el grupo de Maya, la mitad están casadas; algunas embarazadas, y otras ya son madres. “Por el simple hecho de ser niña ya te encuentras muchas barreras. Lo mejor es tener claras tus metas y terminar tus estudios para alcanzarlas”, explica.

La historia de Maya muestra cómo se puede pasar de describir una dura realidad a cambiarla. Podemos tener un realismo optimista que se centre más en el poder de las niñas que en lo difícil de sus situaciones. Centrarnos en hacer posible que aprendan, lideren, decidan y prosperen.

Es inevitable fijarse en las injusticias a las que han de hacer frente las niñas – a la hora de acceder a la educación que necesitan, o hacer oír sus voces, o simplemente siendo adolescentes obligadas a casarse y ser madres. Debemos demostrar una y otra vez cómo a las niñas ven negados sus derechos sólo por su género. Pero si no damos la misma importancia a las soluciones y a los avances que hemos logrado, podemos quedar atrapados en la desesperación.

El mundo reconoce cada vez más la importancia de proteger los derechos de las niñas, lo que se refleja en los Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados el año pasado por las Naciones Unidas. Es el momento de reimpulsar el movimiento por los derechos de las niñas y de ser aún más impacientes con el cambio. Un mundo mejor es posible.

Pero, ciertamente, no podemos continuar como hasta ahora y pretender resultados diferentes. Necesitamos soluciones a mayor escala que den lugar a transformaciones globales, desarrollar programas como los que han ayudado a Maya, acciones efectivas que aumenten y fortalezcan el espacio necesario para mejorar y dotar a las niñas de confianza y habilidades que les permitan producir cambios por sí mismas.

El progreso sigue siendo obstinadamente lento, en parte, porque carecemos de las cifras para analizarlo. No existe información a nivel mundial del número de niñas menores de 15 años de edad que se quedan embarazadas cada año. No medimos adecuadamente el número de niñas que abandonan la escuela debido al matrimonio, el embarazo o la violencia sexual, o simplemente el número en las escuelas. Millones de niñas permanecen invisibles.

Por ese motivo estamos lanzando una nueva alianza para cubrir las lagunas de datos. Los datos reales y relevantes en cuanto a las niñas nos harán capaces de ver hasta dónde llegan los avances que hemos hecho para acabar con el matrimonio temprano y forzoso, para alcanzar la paridad de género en la educación secundaria, para erradicar la mutilación genital femenina y para garantizar que las niñas tendrán las mismas oportunidades laborales que los niños.

También necesitamos ver la realidad de la vida de las niñas, tan a menudo ignorada. Necesitamos escuchar la voz de niñas como Gema: ellas han experimentado esas barreras y han tenido la experiencia de superarlas. Porque quienes van a cambiar las cosas son las propias niñas.