Plan International alerta del aumento de matrimonios forzados en el cuerno de África y Sahel debido a la crisis alimentaria

Se calcula que 193 millones de personas en todo el mundo padecen inseguridad alimentaria aguda, de los que el 70% son mujeres y niñas. Una crisis humanitaria que se viene agravando desde el inicio de la pandemia, empeorada por la guerra de Ucrania y la mayor sequía en los últimos 30 años, y que provocará más de 13 millones de matrimonios infantiles en los próximos 10 años. Plan International reclama soluciones urgentes a Gobiernos y donantes, ante los riesgos que supone para la educación, la protección y el futuro de millones de niñas, adolescentes y jóvenes.

Plan International, organización que trabaja por los derechos de la infancia y la igualdad de las niñas, alerta de los impactos de la crisis alimentaria actual en niñas, adolescentes y jóvenes, que suponen el 70% de los 193 millones de personas que padecen hambre, y llama a la acción para frenar el incremento de los matrimonios forzados en África como consecuencia de la falta de alimentos y la pérdida de cosechas.  

Cuando los recursos escasean, las niñas son las primeras en abandonar la escuela para ocuparse de las tareas del hogar, como ir a buscar agua. Además, las niñas corren un mayor riesgo de contraer matrimonio temprano forzado, porque supone una boca menos que alimentar o sus dotes pueden ayudar a aliviar la carga de los escasos recursos del hogar.

Las propias adolescentes de países como Burkina Faso, Mali o Sudán afirman a Plan International que ahora tienen más riesgo de ser casadas de forma forzosa. De hecho, según los datos de la organización, se producirán más de 13 millones de matrimonios infantiles en los próximos 10 años debido a la crisis económica y humanitaria que empezó con la pandemia y que ahora se está agravando por la sequía y por el incremento de precios por la guerra de Ucrania. 

“La crisis climática y conflictos como el de Ucrania están teniendo consecuencias devastadoras para el hambre en el mundo, impactando de manera especialmente negativa en regiones como el Sahel o el Cuerno de África. Los estados deben prestar atención urgente al impacto que esto puede generar en la vida de las niñas, adolescentes y mujeres jóvenes y atender con urgencia y con los recursos necesarios esta crisis global que ya afecta a millones de personas”, ha explicado la directora general de Plan International, Concha López. 

Las consecuencias de la guerra de Ucrania

El conflicto en Ucrania ha disparado los precios mundiales de los alimentos. Un tercio del suministro mundial de trigo procede de Ucrania y Rusia. Ucrania, a menudo llamada el “granero” de Europa, también suministra al mundo aceite de girasol, cebada, maíz y fertilizantes. Países como Líbano, Somalia, Etiopía y Sudán, en los que Plan International está presente, se encuentran entre los más dependientes de sus importaciones. Incluso antes del estallido del conflicto en Ucrania, los precios internacionales de los alimentos estaban en su punto más alto, con costes hasta un 21% más altos que hace un año. 

Mientras que, en 2021, Etiopía, el norte de Nigeria, Sudán, Sudán del Sur y Haití se encontraban entre los diez países con mayor número de personas en situación de crisis o peor (CIP 3), las proyecciones para 2022 también hacen saltar las alarmas en Burkina Faso y Níger, debido a los conflictos, y en Kenia y Somalia por la sequía. Además, se calcula que tres millones de personas en Ucrania necesitarán ayuda humanitaria para alimentos y medios de subsistencia. 

El impacto en las niñas

El hambre afecta de forma diferente a niñas, niños, mujeres y hombres. Cuando los alimentos escasean, las niñas suelen comer menos y en último lugar. Las mujeres y las niñas representan el 70% de las personas que pasan hambre en el mundo. Y a medida que las familias y las comunidades se ven sometidas a tensiones, las niñas tienen más probabilidades que los niños de ser sacadas de la escuela, y corren el riesgo de contraer matrimonio infantil, precoz y forzado, violencia de género, explotación sexual y embarazos no deseados. 

“Como dos veces al día los días que conseguimos alimentos. A veces mi hermana y yo no comemos. A veces mi madre no come”, dice Amina, una niña de 11 años de Cabo Delgado, Mozambique. “Muchas veces voy a la escuela con hambre. Nuestra principal fuente de alimentos es la comida que nos dan nuestros vecinos en el campamento de refugiados”, apunta.  

Testimonios de adolescentes de Burkina Faso, Malí y Sudán del Sur afirman que ahora es más probable que se casen a una edad temprana si sus familias tienen problemas económicos. Las niñas y mujeres que han huido de conflictos como el de Cabo Delgado, Mozambique, explican que la pérdida de sus ingresos las ha obligado a recurrir a la explotación sexual para sobrevivir, a veces por tan sólo 0,16 dólares. 

La respuesta de Plan International

“Desde Plan International hemos habilitado nuestro fondo global de respuesta en emergencias para paliar las peores consecuencias de la crisis del hambre”, apunta Concha López, directora general de Plan International. “Pero estamos realmente en un punto de inflexión para la inseguridad alimentaria. Si no aumentamos la ayuda humanitaria para salvar vidas, 300.000 personas podrían morir de hambre cada día. Debemos actuar, y debemos hacerlo ahora”, apunta.  

Plan International cuenta con 60 proyectos en colaboración con el Programa Mundial de Alimentos en 15 países, que atienden directamente a 3,2 millones de personas. Asimismo, tenemos en marcha programas en países como Sudán del Sur, Kenia, Etiopía o Somalia para combatir la inseguridad alimentaria y garantizar el acceso al agua. 

El objetivo global de 6.600 millones de dólares para prevenir nuevas crisis alimentarias aún no se ha alcanzado. Los gobiernos y los donantes deben dar un paso al frente urgentemente y cubrir este déficit de financiación. Es necesario garantizar los fondos requeridos para paliar esta crisis alimentaria, que deben incluir un incremento urgente de la asistencia alimentaria, fondos flexibles para vales y entrega de efectivo, y una protección especial de niñas, adolescentes y jóvenes, que integre apoyo en salud sexual y reproductiva. Especialmente, se debe asegurar la financiación de programas críticos de alimentación escolar, esenciales para la seguridad, la dignidad y el bienestar de los niños y niñas en esta crisis.