Gaza e Israel: Un alto el fuego es el primer paso para que los niños y niñas tengan una nueva oportunidad

Unni Krishnan, director de ayuda humanitaria de Plan International

Una de las ironías más crueles de la guerra es que nunca la inician los niños y las niñas y, sin embargo, son quienes más sufren sus consecuencias. Cuando políticos, ejércitos y grupos armados elaboran sus planes de batalla, la infancia nunca figura en ellos; sin embargo, es la que acaba soportando un mayor sufrimiento.

En todo el mundo, las guerras matan, mutilan, maltratan, aterrorizan y reclutan a miles de niños y niñas, cada uno tiene un nombre, unos amigos y amigas y una familia. Algunos de los rostros con los que me he cruzado como trabajador humanitario nunca se borran. Lamia, de 10 años, a quien conocí en un hospital de Bagdad hace 20, tenía pesadillas de ataques con misiles. A Manzoor, afgano de 14 años, le encantaba el fútbol, pero no podía jugar porque perdió las piernas tras pisar una mina terrestre. Su madre describe la guerra como un funeral a cámara lenta.

El sufrimiento que pueden soportar los cuerpos y las mentes de los y las jóvenes tiene un límite. Aun así, vemos a recién nacidos en incubadoras mientras los misiles pasan silbando por encima de sus cabezas. En las guerras, los sueños de la infancia desaparecen, pero sus pesadillas y su sufrimiento permanecen para siempre, en especial los de niñas y mujeres jóvenes.

El conflicto de Gaza ha matado a más de 3.900 niños y niñas en solo cuatro semanas. Según la ONU, en Gaza hay otros 1.250 niños y niñas desaparecidos, la mayoría presuntamente atrapados bajo los escombros.

Durante el ataque a Israel del 7 de octubre, un grupo armado palestino mató a 30 niños y niñas y tomó a 37 como rehenes. No hay palabras que puedan ilustrar realmente el sufrimiento por el que pasa un o una joven rehén. Su liberación urgente e incondicional debe ser una prioridad, al igual que la liberación de los 500 a 1.000 niños y niñas que, según cálculos de la ONU, permanecen bajo detención militar israelí cada año. Toda la infancia, sin importar de dónde sea, tiene los mismos derechos.

El creciente número de víctimas infantiles debería ser una llamada de atención a la sociedad. Hay que poner fin a las seis graves violaciones contra los niños y niñas en todas las zonas de guerra: reclutamiento por fuerzas y grupos armados, asesinatos y mutilaciones, secuestros, violaciones y violencia sexual, ataques a escuelas y hospitales, y denegación de acceso a la ayuda humanitaria. En cualquier conflicto, todas las partes deben respetar el derecho internacional humanitario.

La guerra reconfigura vidas y paisajes, convirtiendo guarderías y vecindarios en campos de exterminio y cementerios colectivos, bajo los que quedan enterrados niños y niñas inocentes y, junto a ellos, sus sueños. La ONU afirma que los ataques israelíes alcanzaron escuelas en Gaza mientras niños, niñas y sus familias se encontraban en ellas, y que 258 edificios escolares han sufrido daños. Esto tendrá un impacto catastrófico en la educación y en el futuro de la infancia.

Omsiyat, una niña de 12 años residente en Gaza me hizo una pregunta cuando la conocí allí en 2009: ¿por qué se hace sufrir a los niños y a las niñas en las guerras?

Sin embargo, también había una pizca de esperanza al ver a Omsiyat y a sus jóvenes amigos y amigas recoger libros quemados y carteles de la paz de entre los escombros de su escuela calcinada. A otra niña se le dibujó una sonrisa en la cara cuando vio un cartel muy colorido que había dibujado. Me dijo que estaba contenta de haberlo recuperado, triste porque las bombas habían quemado parte de él.

Los primeros pasos para detener una guerra son la compasión por los niños, niñas y todos los seres humanos, y hablar sobre el alto el fuego, la paz y la justicia. Para los niños y niñas, detener la guerra significa evitar que los maten, o que mueran por deshidratación o falta de atención médica. Un alto el fuego significa proporcionar a los niños y niñas heridos de guerra y desplazados agua potable, alimentos, asistencia humanitaria vital, atención emocional y, con ello, dignidad para todas las personas. En Gaza e Israel, un alto el fuego incondicional y urgente es la única forma de dar una oportunidad a la infancia y, por tanto, a toda la humanidad.