Ucrania: Demos una oportunidad a los niños, a las niñas y a la paz

Por Dr. Unni Krishnan, Director Humanitario Global de Plan International 

La muerte de cualquier niño en una zona de guerra es un voto de desconfianza contra la humanidad. Mientras las imágenes de Ucrania, con casas bombardeadas, escombros y bolas de fuego provocadas por los misiles dominan los informativos, los informes del domingo del comisionado de derechos humanos de Ucrania indicaban que 210 personas ya habian muerto, incluyendo varios niños. 

Según las noticias, una de ellas era una niña de siete años llamada Alisa que murió durante un ataque a su guardería. Algunos llaman a la guerra en Ucrania el comienzo de una tercera Guerra Mundial, otros el inicio de una segunda Guerra Fría. Seamos claros, una Guerra, sea cual sea su nombre, siempre estará mal. 

Aunque los niños y las niñas no tienen nada que ver con sus causas, son los más afectados por las guerras. Cuando los niños  experimentan un conflicto, tienen pesadillas con los ataques de misiles. Los aterradores aviones de combate desdibujan el futuro en sus jóvenes mentes. Como Lamia, una niña de 10 años de Bagdad que conocí en un hospital pediátrico de esa ciudad durante una misión humanitaria hace casi 20 años. Ella tenía esto en común con otros niños a los que he podido conocer en zonas de guerra y conflicto.  

Las agencias de Naciones Unidas advierten que esta guerra puede provocar cinco millones de refugiados en la region, desplazados de la zona de guerra. Los trabajadores humanitarios que reciben a los refugiados en la frontera ucraniano-rumana me han dicho hoy que el número de refugiados que cruzan la frontera se ha duplicado en 24 horas. Sin duda, este es el comienzo de una larga época de sufrimiento. 

Ver las imágenes de los bombardeos y los desplazamientos masivos de personas me ha traído recuerdos de niños que he conocido durante mi trabajo en zonas de guerra y catástrofe. Como Omsiyat, de 12 años, en la bombardeada Escuela Primaria Omar Khattab, al norte de Gaza. Los aviones de combate y los ataques con misiles nunca pudieron borrar la sonrisa de su rostro. Incluso llegó a darme una clase de dibujo con sus lápices de colores.  

Una de las lecciones más importantes que he aprendido en este tipo de situaciones es que las niñas y los niños son un gran punto de partida. Cuando empiezas a ver una crisis a través de sus ojos, encuentras claridad y consigues que tus prioridades sean las correctas. Los niños deben ser siempre la primera prioridad en las situaciones de crisis humanitaria. Algunos, como las niñas, los niños con discapacidades o los niños que han sufrido un trauma, deberían estar en lo más alto de la lista.  

La asistencia médica en emergencias, los alimentos y el agua, así como otros bienes de primera necesidad, son fundamentales y deben ser siempre una prioridad. Sin embargo, hay otras necesidades que a menudo se pasan por alto. La alimentación y la asistencia médica son fundamentales para ayudar a las personas a seguir con vida. La educación es, a menudo, un pasaporte para un futuro mejor. Las niñas y los niños se encuentran entre los más vulnerables y los más necesitados de protección. 

Algunas heridas son invisibles, como los impactos emocionales y los traumas. Los niños que sobreviven a las guerras tienen recuerdos de las mismas de forma recurrente. Las niñas que han sufrido violencia sexual o violaciones -ambas utilizadas como “armas” en algunos contextos bélicos- tienen pesadillas que no las dejan dormir. Este sufrimiento suele durar toda la vida. 

Los niños que han perdido la movilidad suelen ser más propensos a sufrir problemas psicosociales. La madre de Manzoor, un adolescente de 14 años al que conocí en Mazar-I-Sharif (Afganistán), me contó que las minas terrestres acabaron con las dos piernas de Manzoor, impidiéndole jugar al fútbol, su deporte favorito. No para de llorar, me dijo. No era fácil para él participar en juegos y otras actividades que hacen que un niño sea un niño. La madre de Manzoor me dijo que una guerra suele ser un funeral a cámara lenta.  

En el contexto actual, Ucrania es una de las regiones del mundo más contaminadas por las minas. Estas suponen una amenaza para dos millones de ucranianos. Las niñas y los niños con discapacidades necesitan una consideración específica en los entornos humanitarios. 

Los niños que huyen de sus hogares a menudo caminan cientos de kilómetros, esquivando balas, disparos, ataques con misiles y violencia de género. Algunos son separados de sus familias, amigos y mascotas. He visto a estos niños llegar a los campos de refugiados enfermos, deshidratados, desnutridos y con traumas. Algunas niñas en entornos de guerra y conflict, así como en campos de refugiados, sienten que deben estar en guardia todo el tiempo, ya que han presenciado cosas que un niño nunca debería presenciar. Imagínense este sufrimiento multiplicado por el impacto de una pandemia y el hambre galopante en otras zonas de conflicto en el Cuerno de África y el Sahel. 

Las madres que conocí en las zonas de conflicto de la República Democrática del Congo me dijeron que cuando sus hijos consiguen dormirse, se despiertan gritando. Este tipo de situaciones, en las que el dolor a menudo se hereda a lo largo de varias generaciones, son un recordatorio de que el sufrimiento continúa. Esto se alarga mucho después de que la guerra termine en las mentes de los niños de las zonas de guerra y desastre, y de los campos de refugiados. Proporcionar primeros auxilios psicológicos y apoyo psicosocial es fundamental desde el primer día. 

El papel de todos aquí es reducir el sufrimiento humano en esta guerra o impedir que se produzca la siguiente. Todo el mundo se pregunta: ¿qué hacemos para solidarizarnos con la gente en esta zona de guerra? En estos escenarios, se necesitan tres acciones: detener la guerra y parar las muertes, atender el sufrimiento humano y las necesidades humanitarias, y garantizar el acceso sin obstáculos de los artículos de ayuda y los trabajadores humanitarios. Mientras tanto, necesitamos soluciones diplomáticas para hacer justicia y establecer una paz duradera. 

Trabajo para Plan International, una ONG fundada durante otra guerra, en 1937, por un periodista llamado John Langdon-Davies y un cooperante, Eric Muggeridge, con la idea de proporcionar alimentos, alojamiento y educación a los niños cuyas vidas se habían visto alteradas por la Guerra Civil española. Ahora, más de ocho décadas después, mientras continuamos nuestro trabajo con y para la Infancia en zonas de desastre y conflicto, y en campos de refugiados, la situación en Ucrania es un recordatorio de que este trabajo es más relevante que nunca. 

Las escenas de sufrimiento humano que se están produciendo en Ucrania deberían recordarnos que nunca es un mal momento para hablar de la paz y de cómo darle una oportunidad, a ella y a nuestros hijos.