Ucrania: La desgarradora historia tras el silencio de una niña refugiada

Dr. Unni Krishnan, Director Humanitario Global, Plan International 

En la relativa comodidad de un centro de recepción temporal en Galati, en la frontera entre Ucrania y Rumania, Anna*, de siete años, llega con su madre, Sofia, y su abuela, después de huir de las bombas en Odessa, su ciudad natal. 

“Fue una pesadilla angustiosa e interminable”, dice Sofía, refiriéndose al viaje en el que la familia se encontró con enormes atascos y retenciones en las carreteras. Las noticias sobre más bombardeos, que podrían causar daños a la población civil, solo hicieron crecer su ansiedad. 

 Las cosas han ido a peor, Anna ha dejado de hablar. La niña solo habla dormida, me dice Sofía, y abraza a su madre con fuerza. Anna fue testigo de las explosiones y la muerte en Odessa, escenas de las que una niña jamás debería ser testigo. También se siente mal porque no pudieron traer a Sheyla, su perro. Anna solía cantar en un coro en la Ópera de Odessa, me dice orgullosa su abuela, que también es artista. 

Ahora, con solo tres mochilas que contienen sus pertenencias más valiosas, las tres generaciones, dos mujeres y una niña, deben encontrar su camino hacia un lugar seguro. 

El viaje de las personas desplazadas por el conflicto 

Cientos de niñas, niños y mujeres desplazadas pasan por aquí todos los días. Después de dos semanas, los constantes bombardeos y el conflicto en Ucrania han desarraigado a más de 2,6 millones de personas, la mayoría mujeres, niñas y niños. La guerra y la violencia les roban su infancia y también silencian sus voces. El silencio de un niño es a menudo su historia, y abordar las necesidades emocionales de los niños y los supervivientes de guerras y conflictos debe ser una prioridad en los esfuerzos de la ayuda humanitaria. 

 En las guerras, los conflictos y los centros de refugiados, los riesgos para la protección de la infancia, así como otros factores, amplifican el sufrimiento humano. En la frontera entre Ucrania y Moldavia, hace un par de días, las mujeres cargaban a sus bebés recién nacidos, llegados al mundo tras el comienzo de las hostilidades. Los recien nacidos habían pasado sus primeros días viviendo en búnkeres. No tienen certificados de nacimiento u otros documentos de identidad. Ahora, con sus madres, quedan atrapados en la frontera durante horas. 

Mientras la falta de documentos de identidad retrasa su camino hacia una relativa seguridad, el duro tiempo invernal solo agrava su situacion. El día de mi visita había nieve; la temperatura era gélida: menos dos grados centígrados. La mayoría de las personas desplazadas salieron de sus hogares con una simple chaqueta para la nieve. Las condiciones climáticas extremas se cobran su precio en los pulmones de la infancia. La neumonía es la principal causa infecciosa de muerte en niños en todo el mundo. 

En medio de un flujo constante de personas desplazadas llegando al centro de recepción de Galati, Sofía se recupera y hace planes. “La vida debe continuar”, dice, reflexionando sobre las tres generaciones de su familia desplazadas por diversas guerras y conflictos. Primero, su propia madre, desplazada cuando era niña; luego Sofía, desarraigada de su primer hogar cuando el conflicto se intensificó en Donbas hace unos años. Ahora, el último conflicto en Odessa, hace que las tres generaciones de la familia deban huir de su hogar una vez más. 

“Tengo que cuidarla”, dice Sofía, señalando a su hija. Llámelo resiliencia o valentía, pero son las niñas y los niños los que motivan a las madres a mirar hacia el futuro. 

 *El nombre ha sido cambiado para proteger su identidad.