Aunque hayan logrado escapar de la violencia y la catástrofe en sus países de origen, continúan expuestas al acoso. Incluso cocinar se convierte en una actividad de alto riesgo.
Más de 65 millones de personas de todo el mundo se han visto obligadas a dejar sus hogares debido a la violencia, conflictos armados o desastres naturales. Muchos consiguen llegar a campos de refugiados pero, una vez allí, su vida se convierte en un desafío constante. Los campos de Ruanda en los que conviven refugiados de la República Democrática del Congo y, más recientemente, más de 89.000 desplazados que huyen de la violencia en Burundi, son espacios en los que se producen grandes vulneraciones de los derechos fundamentales y donde las niñas y mujeres son las más discriminadas.
Una actividad aparentemente tan sencilla como cocinar puede convertirse en un infierno para las niñas y las mujeres refugiadas. Ellas son las responsables de la preparación de los alimentos y, por ello, suelen pasar mucho tiempo buscando combustible —a veces de manera ilegal— y cocinando con fuegos humeantes que producen emisiones tóxicas. Plan International ha encontrado una problemática aún más grave detrás de las estufas tradicionales: cuando van a por combustible, las niñas y las mujeres tienen un alto riesgo de ser atacadas y sufrir violencia física y sexual, y si no recolectan ese combustible para cocinar, pueden acabar siendo víctimas de violencia de género a mano de sus parejas.
Una actividad aparentemente tan sencilla como cocinar puede convertirse en un infierno para las niñas y las mujeres refugiadas
Por ello, Plan International y la Universidad John Hopkins están realizando conjuntamente un estudio en Ruanda que analiza el impacto que tienen el empoderamiento, la tecnología de las cocinas mejoradas y un programa de distribución de combustible en la vida de las mujeres.
Con esta investigación Plan International pretende contribuir al cumplimiento del quinto y séptimo punto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que tratan sobre igualdad de género y sostenibilidad energética respectivamente y, concretamente, sobre los factores de riesgo y prevalencia de la violencia de género en entornos humanitarios.
Uno de los primeros resultados revela que no solo basta con distribuir cocinas con tecnologías más seguras en campos de refugiados, como han hecho ya el Gobierno de Ruanda y las agencias internacionales, sino que es imprescindible que las familias tengan tanto un apoyo adicional para entender los beneficios de estas nuevas tecnologías como el combustible necesario para evitar que las niñas y mujeres recorran largas distancias para obtenerlo.
El estudio de Plan International es un primer paso para obtener datos cuantificables que sirvan para acabar con esta problemática y conseguir un espacio más seguro e igualitario para las niñas y mujeres.