Mi sueño febril en la COP30
Cuando la diplomacia se mueve con lentitud, el verdadero impulso surge desde los márgenes.
Eezu Tan, activista juvenil de Plan International en Australia, nos relata su experiencia en la cumbre climática COP30 celebrada este mes en Bélem (Brasil):
Asistir a la conferencia de cambio climático COP30 de la ONU, en la ciudad amazónica de Belém, fue como un sueño febril. El primer día, me crucé con Jacinda Ardern. El día ocho, el pabellón del Pacífico se inundó. El día diez, el pabellón de África Oriental se incendió. Sus llamas se propagaron por todo el recinto, obligando a decenas de miles de asistentes a correr hacia la salida. La ironía no podía ser más clara: el cambio climático ya está aquí, y los países de ingresos más bajos serán los primeros en caer si no se hace nada.
¿Qué ocurre realmente en las negociaciones de la ONU?
Dada la naturaleza global del cambio climático, llegué a la COP queriendo entender cómo casi 200 países pueden acordar un camino común. Las dinámicas de poder son las esperadas: los petroestados se negaron a mencionar la transición energética en la mesa de negociación de la Transición Justa. Mientras, los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID, que representan a 65 millones de personas repartidas en más de mil islas) instaron a los países desarrollados a aumentar la financiación climática, señalando con fuerza que sus países se ven obligados a “resolver una crisis climática que no hemos causado”.
Me resultó fascinante observar no solo lo que se dice en las salas de negociación, sino lo que no se dice. En general, los negociadores comenzaban destacando su deseo de mantener un debate de buena fe, abierto y honesto. Sin embargo, sus justificaciones se escondían tras largas formalidades que parecían desesperadas por cumplir un recuento de palabras. En la mesa del Balance Mundial —un mecanismo para que los países controlen y comuniquen su progreso hacia el objetivo del Acuerdo de París de que el aumento de la temperatura global se limite a un 1,5 °C— los petroestados divagaron durante diez o quince minutos sobre lo que debería ser un “diálogo” multilateral, ocupando un tiempo muy preciado de una sesión de solo una hora. Por supuesto, no hubo ninguna mención de su dependencia a los combustibles fósiles, puesto que eso sería demasiado evidente para una conversación “abierta y honesta”.
Un negociador me dijo que esta táctica es bastante común: la idea es tomar la mayor cantidad de tiempo posible para impedir que se produzcan discusiones productivas. Si no se logra ningún avance, simplemente se pospone el debate (y tener que actuar) para el año siguiente.
¿Cuáles son los logros de la COP30?
A pesar de la desmoralización que supone el proceso, la COP30 dejó modestas victorias para el clima, entre ellas:
- 118 países que representan dos tercios de las emisiones presentaron un plan climático nacional reforzado.
- Se comprometieron 300 millones de dólares para fortalecer la resiliencia clima-salud según el Plan de Acción de Salud de Belém.
- Se lanzó la Iniciativa Global para la Integridad de la Información sobre el Cambio Climático para combatir la desinformación climática.
- Se creó un Mecanismo de Transición Justa para proteger a trabajadores y comunidades en su paso hacia la energía limpia.
- Más de 80 países —como Australia, Reino Unido y muchos de la Unión Europea— apoyaron incluir la “transición fuera de los combustibles fósiles” en la Declaración de Belém sobre la Transición Fuera de los Combustibles Fósiles. Aunque esto no llegó al texto final del Mutirão, envía una señal poderosa al resto del mundo.
Para que algo se apruebe, todos los países deben estar de acuerdo unánimemente con el texto. Naturalmente, esto implica que debemos resolver según el mínimo común denominador (es decir, ¿cuál es la propuesta menos controvertida con la que todos pueden estar de acuerdo?).
Esta es la razón por la que la COP30 enfrenta críticas como la ausencia de menciones a los combustibles fósiles en el texto final, el retraso de cinco años —hasta 2030— del objetivo de financiación para adaptación (un plazo que importa enormemente para los países ya bajo el agua), y la omisión de una hoja de ruta contra la deforestación (¡en una COP situada junto al Amazonas!). Aunque el multilateralismo es importante, he aprendido que estas negociaciones están simplemente rezagadas frente a la acción climática.
Entonces, ¿quiénes son los verdaderos líderes de la acción climática?
En la marcha de la Cumbre de los Pueblos caminé junto a líderes indígenas del Amazonas, Australia y el Pacífico. Bajo un calor de 30 grados, miles de manifestantes marchaban hacia las puertas de la COP30. Un anciano de la zona se acercó para darnos la bienvenida a su tierra, extendiendo la solidaridad indígena a mis amigos de las Primeras Naciones australianas y del Pacífico.
Los pueblos indígenas cuidan del 80% de la biodiversidad y los bosques del mundo, a pesar de representar solo al 6% de la población. Aunque este año hubo la mayor asistencia indígena —más de 3.000 delegados de unos 50.000 asistentes— su reconocimiento formal en la COP sigue siendo mínimo, ya que la ONU sigue siendo un espacio dominado por los países occidentales. Todas las negociaciones se celebran en inglés, y solo algunas salas ofrecen traducción en vivo. La “mejor ciencia disponible” que exigen los procesos de la COP suele estar arraigada en la academia occidental y deja de lado sistemas de conocimiento tradicionales que han escuchado a los ecosistemas naturales durante miles de años.
Pienso en cómo descolonizar los procesos de la ONU. Mi amiga, de ascendencia samoana, me cuenta que en su comunidad el “activismo” se ve como “algo de gente blanca”, especialmente entre la generación mayor. Sin embargo, dice que el activismo aparece en forma de “talanoa”, un término usado en todo el Pacífico para describir un proceso de diálogo inclusivo, participativo y transparente. Se utiliza en la gobernanza —por ejemplo, por los jefes de las aldeas para decidir el uso de los recursos y la gestión de tierras comunales—. Está basado en principios de amor, respeto, humor y calidez. Muy diferente al lenguaje técnico de las negociaciones de la ONU.
Llegué a la COP para observar la acción climática en las salas de negociación. Sin embargo, me he dado cuenta de que los verdaderos líderes están fuera de ellas: Son los pequeños estados insulares los que empujaron a los líderes mundiales a ratificar el objetivo de 1,5 °C del Acuerdo de París hace diez años. Son los jóvenes quienes organizan reuniones a través de grupos de WhatsApp para exigir acciones ambiciosas. Son los líderes indígenas quienes reclaman un asiento en la mesa para forjar un futuro mejor.


