Aminata lleva 28 años practicando mutilación genital a las niñas de su comunidad. Aunque heredó el oficio de su madre, no quisiera pasar la tradición a sus hijas.
Aminata tiene 48 años y 10 hijos de entre 30 años y 18 meses. Diarama, el más pequeño, juega a sus pies con muñeco azul de plástico y una lata de tomates mientras ella nos cuenta su historia: Aminata ha practica la mutilación genital a las niñas de su comunidad desde que tiene 20 años.
“Mi madre me enseñó el oficio. Realmente era mi madrastra, pero siempre la he visto como una madre porque fue la que me crió. Era la cuñada de mi madre biológica, pero como ella y su esposo no podían tener hijos, me fui a vivir con ellos cuando era niña” Su madre venía de una familia de herreros y, según la tradición, las mujeres de estas familias son las responsables de practicar la mutilación, así que la tradición ha pasado de su abuela a su madre y, ahora, a ella.
“No podía esperar para empezar”
Aminata recuerda poco del día en que fue mutilada, solo sabe que tenía 12 ó 13 años. “Después, cuando fui mayor, mi madre me dejaba acompañarla a las ceremonias de otras niñas. Yo la veía y quería hacerlo yo también, pero todos me decían que aún era muy joven”, recuerda Aminata.
Toda mutiladora debe llevar una asistente y a los 15 años Aminata se convirtió en la asistente de su madre, su responsabilidad era sujetar a las chicas e intentar calmarlas. El entrenamiento siguió y a los 20 años, ella empezó a trabajar sola.
Aminata abre una bolsa de terciopelo y saca dos cuchillas. Su forma recuerda a la hoja de un árbol cuando las muestra sobre la palma de la mano: “Éstas son las que heredé de mi madre. Antiguamente se hacía el corte a varias niñas en la misma ceremonia y utilizaba la misma cuchilla con todas. Hoy en día, por motivos de higiene, utilizo cuchillas desechables, una por cada una de las niñas”.
Del dobladillo de su falda saca ahora una bolsa negra de plástico y la abe: “En esta bolsa guardo el polvo que se aplica tradicionalmente sobre la herida. Detiene el sangramiento y evita la inflamación. El polvo se compone de hojas carbonizadas y molidas. Se lo compro a un hombre experto en medicinas tradicionales como esta”.
“No uso ningún anestésico”
“No siento ninguna lástima cuando hago los cortes a las niñas. Es mi trabajo y lo hago a petición de sus padres. Me pagan 1.000 CFA y una barra de jabón por cada niña. Algunas mujeres prefieren que les paguen con una ternera o un saco de arroz”.
El día del corte, la niña entra desnuda en el baño, la asistente la distrae y si hay alguna familiar presente, también intenta distraerla. Según Aminata, antes de que la chica se dé cuenta, ya ella ha hecho el corte. No utiliza ningún anestésico, ninguna de las mujeres en su profesión los usa: “Nunca he visto que ninguna chica se desmaye, pero el sangrado abundante es muy común”.
Después de eso, le aplica las medicinas tradicionales, ese polvo negro, y si no es suficiente, mandan a alguien a buscar analgésicos a la farmacia. “Algunas chicas defecan sobre mi regazo, por el miedo o el dolor. Si eso sucede, la madre tiene que comprarme un conjunto completo. Si no lo hace, la tradición dice que su hija no podrá tener hijos. Yo no sé si es verdad, pero los padres no suelen correr el riesgo de averiguarlo”.
Cada vez más jóvenes
“Las chicas que circuncido cada vez son más jóvenes, ahora nunca tienen más de seis años. Los padres no quieren esperar que sea mayor. Algunas de las niñas tienen menos de 12 meses, pero la mayoría están entre 2 y 5 años.”
No siento ninguna lástima cuando hago los cortes a las niñas. Es mi trabajo y lo hago a petición de sus padres
“Nunca he cosido los labios de la vagina juntos —lo que sería una infibulación—. Solo corto la parte externa, la parte que más sobresale del clítoris junto con parte de los labios que recubren el clítoris, lo que nosotros llamamos, la envoltura.”
“Es más, yo nunca he escuchado de una chica que haya sido mutilada y que haya tenido problemas sexuales de adulta. Estas historias han comenzado a circular últimamente y la gente a veces me pregunta si estos problemas podrían ser causados por la mutilación, porque lo han escuchado en la radio o la televisión. Personalmente, solo he escuchado que puedan existir complicaciones cuando asistí a una formación especializada para personas que realizaban la mutilación genital femenina, como yo.”
“No me gustaría pasar la tradición a mis hijas”
Aminata ve que la mutilación es cada vez menos popular: “Ya no hay ceremonias para celebrar el evento. Anteriormente, se rasuraba a las chicas después del corte y pasaban un mes en la casa de la mujer más anciana de la comunidad, después se cantaba y se bailaba con todas las muejres de la comunidad. Ya nada de esto se hace”.
A Aminata la llaman de los pueblos cercanos y muchas veces tiene que viajar para mutilar a las niñas y cuenta que hace cuatro años que no circuncida a ninguna niña de su comunidad. La circuncisión se hace siempre en invierno, de noviembre a febrero. “Si las ONG quieren que deje de hacerlo, me tienen que ofrecer alguna compensación. Yo también vendo fruta en el mercado y mi marido trabaja en el ayuntamiento, pero si dejo de hacerlo perderé parte de mis ingresos”.
Las hijas de Aminata van a la escuela y ella no ha querido pedirles que sean sus asistentes: “No me gustaría pasar la tradición. No vale la pena que aprendan, porque es una tradición en decadencia” Ahora que se habla más del tema, cada vez menos padres quieren que sus hijas sean mutiladas. Para Aminata, esto no es una buena noticia “Mi profesión va por un callejón sin salida”.