“Estaba en la escuela cuando los rebeldes atacaron. Algunos estudiantes fueron secuestrados, muchas niñas fueron violadas. Mataron a nuestro director en frente de todos. Pero, afortunadamente, nosotros pudimos escapar a un lugar seguro”.
Jemma, de Yei State en Sudán del Sur, tiene 16 años y es una de más de 280.000 refugiados que viven en la zona Norte de Uganda, en Bidi Bidi, que en 2016 se convirtió en el campo de refugiados más grande del mundo.
Alrededor de 80% de las personas que lo habitan son mujeres, niñas y niños y llegan escapando del conflicto que azota a Sudán del Sur desde 2013. “Volví a casa para buscar a mi hermana menor, porque sabía que debía estar allí” dice Jemma. “De repente vi a nuestro vecino y me dijo ‘no, por favor huye, corre para salvarte, los rebeldes han atacado’ así que cogí una mochila y escapé”.
“En el camino los rebeldes nos atacaron… Violaron a muchas de las mujeres”. Las mujeres y niñas que escapan de la violencia enfrentan un alto riesgo de muerte y violencia sexual, ya que las vías de salida no son seguras. Una encuesta reciente de Naciones Unidas efectuada en campos de refugiados en Juba, Sudán del Sur, muestra que alrededor de 70% de las mujeres han sido violadas desde que comenzó el conflicto.
“Quedamos muy pocos” explica Jemma cuando recuerda un ataque que sufrieron de parte de hombres armados. “Una noche fuimos atacados por animales. A mí me mordió una serpiente”.
Durante el ultimo año, Jemma ha vivido con una familia de acogida en Bidi Bidi. Su vida aún está muy lejos de ser sencilla: “No sé dónde están mis padres. Dejamos a mi padre en Juba y a mi madre le perdimos el rastro en Kampala mientras trabajaba”.
“Algunos estudiantes fueron secuestrados, muchas niñas fueron violadas. Mataron a nuestro director en frente de todos. Pero, afortunadamente, nosotros pudimos escapar a un lugar seguro”
La menstruación es uno de los problemas más difíciles que tiene que enfrentar Jemma, ya que no cuenta con toallas sanitarias ni otros recursos fundamentales: “Cuando tenemos la menstruación pero no tenemos compresas, es imposible sentirse cómoda” Nos dice. “No puedo ir así a la escuela”.
Plan International desarrolla actividades en Bidi Bidi para darle a personas jóvenes como Jemma la oportunidad de olvidar sus problemas. Distribuimos bienes necesarios como ropa, toallas sanitarias y jabón a miles de mujeres refugiadas.
“Mi situación ha mejorado con el apoyo de Plan International, ahora puedo pensar menos en todas las cosas que han ocurrido y más en el futuro” Nos cuenta Jemma. “Al principio me sentía sola, pero he hecho amigos a través de Plan international. Me siento cambiada”.
Ahora Jemma va a la escuela junto a miles de refugiados más y espera que algún día su país encuentre la paz y ella pueda volver.