1,4 millones son niños y niñas menores de cinco años y casi 500.000 mujeres embarazadas o en periodo de lactancia están en peligro.
La crisis está castigando con dureza el condado de Pibor, situado a unos 350 km al noreste de Yuba, la capital del país. Las escuelas están cerradas, apenas hay hospitales y pocos grifos funcionan. La ciudad de Pibor, el principal núcleo de población de la región, parece un campamento de refugiados, con la mayoría de las casas cubiertas por lonas proporcionadas por organizaciones de ayuda humanitaria.
Las niñas, adolescentes y madres jóvenes son las más afectadas y están en grave riesgo de sufrir hambre, violencia, explotación, abuso sexual, matrimonio infantil y embarazo precoz. Además, muchas niñas han abandonado sus estudios y su carga de trabajo ha aumentado debido a la crisis: ahora se encargan de tareas como la recogida de frutos, el cuidado del ganado, así como el cuidado de sus hijos, hijas y familiares.
Muchas jóvenes y mujeres sobreviven y alimentan a sus familias gracias a la ayuda humanitaria que reciben en puntos de distribución como este, habilitado en Pibor.
“Las cicatrices que ha dejado el conflicto son evidentes (…) La pandemia de la Covid-19 se siente lejana. El gobierno ha cerrado las escuelas y ha desaconsejado las reuniones públicas. Las organizaciones humanitarias siguen los protocolos de seguridad e instrucciones del gobierno, pero, para la mayoría de la gente aquí, el mayor temor es el hambre”, cuenta Shreeram KC, especialista de comunicación de Plan International, que se ha desplazado a Sudán del Sur para cubrir los efectos de esta emergencia.
Para Mary, una joven de 22 años y madre de cuatro hijos, racionar la comida forma parte de su día a día. “La única comida que tengo en casa son estas tres tazas de sorgo (equivalentes a 1,5kgs). Cocino una taza al día para que podamos comer algo”, explica.
El de Mary no es un caso aislado. Miles de mujeres en Pibor racionan el sorgo que reciben para alimentar a sus familias porque, para muchas, es el único alimento que tienen.
A pesar de las dificultades, las organizaciones humanitarias como Plan International están trabajando con urgencia para repartir alimentos entre las personas más necesitadas antes de que comience la temporada de lluvias en abril, que pueden hacer las carreteras intransitables.
Nunca hemos dejado de apoyar a la comunidad. Estamos con ellos y ellas. Sin esta acción urgente, existe un riesgo real de que veamos niveles de hambre devastadores”, concluye Shreeram.