Los índices de transmisión y hospitalización siguen siendo alarmantes y países con sistemas sanitarios frágiles siguen desbordados.
En algunos países de Latinoamérica, el índice de muertes por COVID-19 empieza a controlarse gracias a las campañas de vacunación. Sin embargo, el progreso en la región no ha sido nada homogéneo y el acceso a la vacuna se ha convertido en un cuello de botella que ha dejado a las comunidades más vulnerables desamparadas y expuestas.
Plan International, alineada con los principios de COVAX -alianza global creada con el objetivo de que el suministro de vacunas llegue también a los países menos favorecidos- se suma a la petición de la OMS y ciertos gobiernos, de liberalizar temporalmente las patentes como única forma de agilizar el proceso de vacunación y garantizar que se realice de manera constante y equitativa en todos los países.
La Organización Panamericana de Salud ha advertido que Centroamérica, una región con altos índices de pobreza y desigualdad, ha registrado un aumento importante en el número de muertes relacionadas con la COVID-19 y que un tercio de los pacientes hospitalizados están en Unidades de Cuidados Intensivos, mientras que Perú se posiciona como el país con mayor índice de fallecidos por cada millón de habitantes en todo el mundo. Esto no solo representa una tragedia para los pacientes, sino que contribuye a profundizar la emergencia social provocada por la pandemia.
En países como Paraguay, solo el 1,5% de la población ha recibido ambas dosis de la vacuna, mientras que, en Honduras y Venezuela, solo el personal sanitario y de primera línea ha tenido acceso, incentivando el “turismo de vacunación” hacia Estados Unidos y sumando un componente más a la desigualdad que existe en la región.
Las consecuencias del retraso en la vacunación ponen en peligro todos los avances y los esfuerzos de recuperación económica que se están llevando a cabo en países desarrollados ya que sirve de caldo de cultivo para el nacimiento de nuevas variantes del virus, incentiva flujos migratorios y lastra la economía global. El futuro de millones de niños y niñas así como de sus familias pende de un hilo si no se consigue llegar al total de la población con la vacunación.
Plan International trabaja desde el comienzo de la pandemia en 12 países de la región para responder a las necesidades más urgentes de las comunidades empobrecidas y garantizar que los colectivos más vulnerables, particularmente las niñas y jóvenes, no se queden atrás. Para ello está repartiendo kits de higiene, alimentos, insumos básicos, productos de higiene menstrual y desarrollando programas de apoyo psicosocial y de acceso a la educación y las tecnologías digitales en las comunidades.