En Benín, un 32% de los niños menores de cinco años sufren desnutrición crónica. Se trata de un grave problema que amenaza la vida de los niños cada día. Aunque más del 70% de la población trabaja en el sector agrícola, la producción de cultivos es baja y los precios de los alimentos son altos, lo que significa que una dieta nutricionalmente equilibrada está fuera del alcance de la mayoría de las familias.
Sin poder acceder a una dieta saludable los niños y niñas comienzan a sufrir de desnutrición, lo que impide su crecimiento y su desarrollo cognitivo, a menudo con consecuencias irreversibles. Para tratar este problema, Plan International está llevando a cabo un proyecto de nutrición para la primera infancia con el objetivo de reducir este retraso del crecimiento y mejorar el desarrollo en niños y niñas menores de cinco años.
Como parte del proyecto, estamos formando a las mujeres en la producción de harina enriquecida, que es una solución rentable para aumentar los nutrientes esenciales en la dieta de las personas para garantizar una buena salud y desarrollo. La práctica de añadir pequeñas cantidades de micronutrientes a la harina es una forma sencilla de aumentar la ingesta de vitaminas y minerales en alimentos que las personas ya comen, como las gachas de avena.
Rebecca, de 29 años, decidió participar en la formación como una forma de aumentar las ganancias de su familia. “No estaba haciendo nada en casa además de cocinar y limpiar así que aproveche la oportunidad que Plan International ofrecía para comenzar con una actividad que generara ingresos.”
Después de aprender como producir y promocionar la harina enriquecida, Rebecca recibió un kit de una emprendimiento que incluía 70 kg de maíz, 28 kg de soja y bolsas de embalaje. Sin estar segura de si su harina se iba a vender o no en su pueblo, empezó produciendo pequeñas cantidades, pero su harina se hizo popular y ahora tiene una próspera microempresa.
Rebecca vende su harina, de alto valor nutritivo y bajo coste, tanto en su comunidad como en los pueblos de los alrededores y más allá. “Incluso recibo pedidos de Cotonú. Produzco grandes cantidades y he tenido que contratar a una señora para que me ayude. Le pago al final de cada producción. Más adelante, me gustaría tener una máquina para coser las bolsas en lugar de atarlas como hago ahora”, dice.
El proyecto ya ha tenido un impacto en los niños y niñas de las familias que compran la harina de Rebecca. Las madres utilizan la harina enriquecida para preparar las papillas, lo que ha permitido reducir los casos de desnutrición y los problemas de salud en la aldea.
“Esta harina que Rebeca vende en el pueblo nos ayuda mucho a las madres. Antes dábamos a nuestros hijos a nuestros hijos gachas de harina de maíz. No crecían bien y enfermaban a menudo. Pero ahora, con esta harina fortificada, nuestros hijos están en buena forma. Agradecemos al proyecto por haber enseñado a nuestra hermana esta actividad”, dice Honorine, una mujer de la aldea de Rebecca, en el departamento de Mono.
Además de mejorar la salud de los niños, Rebeca contribuye a los gastos de su familia, incluyendo la educación de sus tres hijos. “Agradezco a los que enseñaron a mi mujer esta actividad porque ahora tenemos menos problemas en casa. Ella se encarga de todo, comida, educación e incluso de la salud. La vida de mi familia ha cambiado por completo,” dice Etienne, su marido, que es pescador.
Rebecca es optimista respecto a su futuro y tiene planes de aumentar la producción y ampliar su negocio. “Creo que he ganado mucho de este proyecto porque ahora tengo una actividad generadora de ingresos. Sueño con poder llevar mi harina a las tiendas de Cotonú con mi propia etiqueta”, concluye Rebecca.