Cuando a Julia, de 19 años, le propusieron unirse a un proyecto de liderazgo para niñas y jóvenes indígenas, no lo dudó. Esta joven guatemalteca de etnia maya-k’iche’ que vive en el pueblo de Quiché quiere desarrollar al máximo todo su potencial.
“Donde yo vivo no hay suficientes líderes jóvenes, porque los adultos no les dan espacios. Hace unos años, entré en una organización donde mi padre era consejero de salud. Éramos cinco jóvenes que queríamos ser líderes, pero algunos adultos empezaron a decir que no podíamos. No duramos ni tres semanas allí”, cuenta Julia.
Nadie en la familia de Julia ha pasado del tercer curso en la escuela primaria. Sus padres no tuvieron la oportunidad de estudiar ni siquiera en la escuela primaria, pero estaban decididos a que sus hijos recibieran una educación. Julia dejó la escuela a los 15 años y quiere convertirse en música y líder de la comunidad.
“Mi padre dice que tenemos que hacernos cargo de nuestra educación secundaria “, explica Julia. “Mi objetivo es aprender a cantar y luego hacer algunos cursos con un instrumento musical”. Espera poder inscribirse en “alguna academia barata en Quiché” y empezar a cumplir su sueño, que tendría que pagar ella misma, a menos que consiga una beca.
Mi vida después de los talleres
En 2019 y 2020, Julia participó en una serie de talleres impartidos por Plan International, pero debido a la pandemia del COVID-19 los últimos solo eran accesibles a través de varias plataformas virtuales y no todos funcionaban en su teléfono. Muchas veces tenía que ir a casa de su primo para conectarse.
Los talleres abarcaban diversos temas como la prevención de embarazos, violencia doméstica, autoestima, liderazgo, y la promoción política y la participación cívica. “Después de los talleres he cambiado mucho, lo que ha notado mi familia, especialmente mi madre, porque antes era muy solitaria y tímida. Ahora no tengo miedo de hablar con la gente”, cuenta Julia.
Aunque no se registraron casos de coronavirus en su comunidad, las rutinas de todos se vieron afectadas, y las familias tenían que cumplir con un toque de queda que les impedía salir a la calle después de la puesta de sol durante casi siete meses. “No conozco a nadie que haya enfermado por el COVID-19, pero nuestro comercio se vio afectado y se perdieron puestos de trabajo”, dice Julia.
Justo antes de la pandemia, Julia viajó a la capital para asistir al Encuentro Nacional de Jóvenes Indígenas, organizado por Plan International y el movimiento de Jóvenes Mayas. Allí intercambió experiencias con jóvenes de otras regiones del país y conoció el trabajo de las diputadas indígenas.
Sus nuevas habilidades de liderazgo le ayudaron a ser aceptada como miembro del comité de agua de su comunidad, sustituyendo a su padre que no pudo asistir por enfermedad. “Es un milagro que esté en el comité de agua con mi edad”, afirma, ya que estos espacios son tradicionalmente ocupados por adultos.
A lo largo del año, el comité del agua se reúne al menos una vez al mes con representantes de 20 comunidades, para intercambiar información sobre la escasez de agua, los gastos realizados y las rutas de las nuevas tuberías previstas.
Una de las actividades de Plan International en las que participó fue el diseño de un plan de acción para mejorar su comunidad, aunque no tuvo el seguimiento esperado, ya que las acciones se ralentizaron a causa de la pandemia. Incluía propuestas para conseguir donaciones de pintura, sillas, mesas y cortinas para el centro de aprendizaje local. “Para mí, lo principal es la educación y me gustaría que todos los niños de nuestra comunidad estudiaran”, afirma.
A pesar de las adversidades, Julia está decidida a no dejar de esforzarse por alcanzar sus objetivos para desarrollar aún más su comunidad. Entre sus objetivos está conseguir que el puesto de salud cuente con suficiente personal médico y de enfermería; tener un buen suministro de agua potable y que se incluyan cursos de secundaria en el plan de estudios del centro de aprendizaje.
“Una buena líder nunca se rinde. Yo nunca me he rendido, aunque los adultos digan que no tengo experiencia”, dice. “Dentro de unos cinco años, me veo estudiando, cantando y participando en el activismo comunitario”.