Durante la pandemia, miles de niñas se quedaron embarazadas en Zambia. Los confinamientos, el cierre de escuelas y la pérdida de ingresos provocaron una oleada de embarazos adolescentes no deseados en todo el país, obligando a muchas niñas a abandonar la escuela, atrapándolas en un ciclo de pobreza u obligándolas a contraer matrimonios precoces.
A Melissa, de 18 años, le encantaba ir a la escuela y aprobaba todos sus exámenes con buenas notas. Sin embargo, la pandemia redujo los ingresos de su familia drásticamente, por lo que dieron prioridad a la educación de su hermano. Como consecuencia, Melissa se vio obligada a abandonar los estudios.
“Estaba muy triste porque disfrutaba mucho aprendiendo y viendo a mis amigas. Empecé a salir con un hombre mayor que yo, pero cuando me quedé embarazada, me rechazó. Mi mundo se puso patas arriba, explica Melissa, quien ahora vive con su bebé en casa de su abuela ya que sus padres se han trasladado a otra ciudad.
Melissa vende tomates y mandioca para ganarse la vida, pero su sueño es volver a la escuela y convertirse en enfermera. “Quiero ayudar a las personas”, dice.
Keira, de 18 años, nos cuenta que le gustaba su vida antes de la pandemia. Le gustaba ir a la escuela y aprender, y quería trabajar en el sector sanitario. “Quiero ser una mujer culta. Creo que con educación puedes tener una buena vida y no sufrir. Mi sueño es ser médico, enfermera o comadrona. Me encantaría traer al mundo a los bebés de mis amigas”.
Cuando se impusieron las restricciones de movilidad, el mercado donde trabajaba su madre cerró parcialmente, lo que afectó a la economía familiar. “Mi madre vendía ropa de segunda mano en el mercado cinco días a la semana, pero debido al cierre y a las restricciones sólo podía ir dos veces a la semana. Teníamos menos ingresos y tuve que dejar de ir a la escuela. Estaba muy triste. Era un lugar en el que era feliz. Quería seguir yendo a la escuela, pero no teníamos dinero suficiente”.
Como no tenía ninguna fuente de ingresos, las amigas de Keira la animaron para que se buscara un novio. “Empecé a salir con chicos y pensé que podría solucionar el problema. No sabía nada de anticonceptivos y me decían que solo podían usarlos personas ya casadas porque, si los usaba antes, no tendría hijos en el futuro. Me quedé embarazada”.
La madre de Susan también trabajaba en el mercado y la disminución de sus ingresos le impidió seguir pagando la matrícula escolar de su hija. Al igual que Keira, Susan pensó que encontrar un novio sería la solución a sus problemas.
“Cuando mi madre ya no pudo cubrir nuestras necesidades, intenté buscar dinero por mi cuenta. Como mis amigas tenían novios que les daban dinero, empecé a salir con un chico”, cuenta Susan, de 19 años.
“Oí hablar de los anticonceptivos, pero pensé que eran sólo para parejas casadas. Luego me quedé embarazada. Mi novio no fue a la escuela, tiene 21 años. Me dejó y ahora tiene otra novia. Estoy embarazada de cinco meses y sigo viviendo con mi madre. Mi vida ha cambiado debido a la pandemia de una forma que nunca podría imaginar. Desearía estar todavía en la escuela y poder continuar con mi educación. Mi sueño es volver a estudiar”, dice Susan con tristeza.
Sin las estructuras de seguridad que proporcionan las escuelas, las niñas son mucho más vulnerables a los abusos sexuales y la explotación. La pobreza es una de las principales causas del aumento de los embarazos adolescentes. Como el coste de la vida sigue aumentando en Zambia, las familias vulnerables luchan por salir adelante y la juventud toma decisiones arriesgadas para sobrevivir.
Nuestro programa Generation Change! trabaja en Zambia para mitigar los efectos de la pandemia en los niños, niñas y jóvenes. El objetivo del programa es mejorar el acceso a la protección frente a la violencia y a los derechos sexuales y reproductivos, así como aumentar la autoestima de las niñas, concienciarlas sobre sus derechos, fomentar el poder colectivo y conseguir seguridad económica.
Gracias a esta iniciativa, Keira, Susan y Melissa tienen ahora acceso a centros de salud comunitarios en los que trabajan jóvenes y profesionales sanitarios formados en servicios de atención sanitaria adaptada a la juventud.
“He aprendido muchas cosas sobre mi salud y mis derechos sexuales y reproductivos. Me gustaría convertirme en una voz en nuestra comunidad, para que ninguna otra chica acabe quedándose embarazada y deje de ir a la escuela”, comparte Keira.