Eman, de 14 años, huyó de Jartum tras el estallido del conflicto en Sudán hace ya seis meses. Ahora vive con sus padres y sus seis hermanos en un campamento de desplazados internos en el Estado del Nilo Blanco. “Cuando comenzaron los disparos, nos escondimos debajo de nuestras camas y no podíamos salir de casa”, comparte con el equipo de Plan International.
Aislada en su hogar en Jartum, la familia comenzó a quedarse sin comida ni agua, además estaban aterrorizados por los continuos sonidos de los disparos. Por eso, tomaron la difícil decisión de abandonar su hogar y viajaron al Estado del Nilo Blanco en la parte sur del país.
El conflicto todavía sigue vivo en Jartum, hasta 2,8 millones de personas han huido de la ciudad, según la Organización Internacional para las Migraciones, y cientos de miles se han desplazado a otras regiones de Sudán. Esto es más de la mitad de la población, que era aproximadamente de unos 5 millones.
“Después de dejar Jartum, nos quedamos en casa de unos amigos, pero la casa no estaba preparada para acoger a tanta gente y mis hermanos se asustaban allí, así que nos fuimos a vivir a un colegio que adaptaron para las personas desplazadas”, explica Eman.
Las familias desplazadas dependen de amigos y familiares que les proporcionan refugio, o viven en refugios improvisados, en viviendas alquiladas o edificios públicos como escuelas. El masivo flujo de personas desplazadas está poniendo mucha presión sobre las comunidades anfitrionas, donde los servicios ya son frágiles.
“Ahora estoy viviendo en un aula grande en una escuela similar a mi aula en Jartum”, dice Eman. “Nunca pensé que algún día viviría en un colegio”, agrega.
El pueblo donde Eman y vive con su familia ahora está lleno de tiendas de campaña y refugios improvisados. Los servicios básicos como salud, nutrición, refugio, agua y saneamiento no están, ni de lejos, asegurados.
Para apoyar a Eman y su familia, Plan International les ha proporcionado un juego de cocina, ropa de cama y kits de higiene. “El comité de emergencia nos proporcionó algo de comida, pero aún necesitamos otras cosas como mosquiteros y más comida”, dice Eman.
En la escuela, Plan International facilita sesiones de juego diarias para ayudar a la infancia a sentirse segura, estar comprometidos y tener la oportunidad de ser niños y niñas nuevamente. Allí, Eman y sus hermanos participan en actividades recreativas divertidas, como juegos, deportes, canto, teatro, así como artes y manualidades. “Me encanta el arte y puedo encontrarme a mí misma en mis dibujos, ya que me ayudan a expresarme”, dice.