En Zimbabue, Lethubuhle, de 15 años, es una joven muy activa en su comunidad escolar. «Nuestra escuela es como una minicomunidad donde aprendemos en clase, participamos en proyectos y volvemos a nuestros dormitorios para relajarnos, estudiar y jugar», explica.
El albergue fue construido por Plan International como parte de un proyecto para mejorar el acceso de las niñas a la educación. El dormitorio, totalmente amueblado, fue inaugurado en 2024 y ahora alberga a 34 niñas que viven muy lejos de la escuela, situada a las afueras de la ciudad de Bulawayo, en el suroeste de Zimbabue.
“Tras la muerte de mi padre, cuando yo tenía cuatro años, mi madre se mudó a la ciudad en busca de trabajo. Mi hermano y yo nos quedamos con mi abuela”, cuenta Lethubuhle. “Teníamos que caminar hasta 16 kilómetros al día para llegar a la escuela más cercana”.
A pesar de la larga caminata diaria, Lethubuhle no se desanimó ya que su objetivo era permanecer en la escuela. Sin embargo, fue testigo de cómo muchas de sus amigas en situaciones similares abandonaron la escuela.
Las niñas de Zimbabue se enfrentan a muchas dificultades para completar su educación, como la pobreza, el matrimonio precoz y el embarazo adolescente. Cuando recorren distancias largas las niñas están más expuestas a sufrir ataques de animales salvajes y acoso sexual, que puede derivar en algo peor.
Para evitar las caminatas de larga distancia, algunas niñas recurren a los “internados en el monte”, dejando sus hogares para alojarse en lugares como oficinas o almacenes vacíos que están más cerca de la escuela. No obstante, vivir en lugares tan peligrosos durante la adolescencia hace que, en la mayoría de ocasiones, las niñas no cuenten con la supervisión de una persona adulta que las mantenga a salvo o les proporcione tutoría y consejo.
A través del proyecto DREAMS, Plan International trabaja para construir dormitorios seguros e inclusivos para que las niñas puedan permanecer en la escuela. El proyecto ayuda a las niñas a aprender habilidades para la vida, como la toma de decisiones y también a mejorar su autoestima. También aprenden sobre su salud y sus derechos sexuales y reproductivos, para que puedan tomar decisiones informadas sobre su cuerpo.
Lethubuhle está encantada de poder optar a una plaza en uno de los dormitorios y quiere aprovechar al máximo la oportunidad. “Me encanta la escuela y me gusta tener a mis amigas cerca. Me gusta colaborar en los proyectos escolares como la cría de gallinas y el cultivo de hortalizas”.
Como parte del proyecto, se han creado huertos escolares para animar al alumnado a participar en el cultivo de frutas y verduras, ampliar sus conocimientos sobre salud y nutrición y aumentar su conciencia medioambiental. La escuela vende los productos para financiar otras actividades, como los deportes.
Lethubuhle forma parte del Consejo Juvenil de su región, que trabaja con las autoridades locales para abordar los problemas de la comunidad que afectan a la infancia. Lethubuhle se toma su papel muy en serio. “No solo me represento a mí misma. Represento a todos los niños y niñas, aunque sus circunstancias sean mejores que las mías”, explica.
Actualmente, Lethubuhle se está preparando para los exámenes finales y está decidida a no dejar que su origen defina su futuro. “Mi mayor temor es quedarme sin alojamiento si se acaba la financiación de proyectos como el nuestro”, afirma. “Mi sueño es ser abogada, pero sé que puede ser difícil por la situación económica.
Sobre el proyecto
Plan International está construyendo internados de bajo coste para mejorar el acceso de las niñas a una educación inclusiva y de calidad con financiación del Fondo Mundial y el apoyo del proyecto DREAMS. El objetivo es abordar los principales riesgos asociados a que las niñas viajen hasta 20 km para ir a la escuela, como la explotación sexual y otras formas de abusos, así como reducir la propagación del VIH.
Cada dormitorio tiene capacidad para alojar al menos a 32 niñas, dándoles la oportunidad de aprender y desarrollar todo su potencial en un entorno sostenible y seguro. El proyecto pretende ayudar a las adolescentes que quieren acceder a la educación, pero que, debido a su vulnerabilidad, acaban en alojamientos inseguros o “internados en el monte”, a menudo en edificios abandonados detrás de tiendas o cervecerías.