Día Mundial Contra el Trabajo Infantil: Un proyecto de Plan International consigue que decenas de niños trabajadores de uno de los mayores mercados de Ecuador continúen con su educación.
Madrid, 12 de junio de 2011. En el Mercado de San Roque, situado en pleno centro de Quito, el trabajo infantil forma parte tan habitual del paisaje que, para quienes lo visitan, los más de 725 niños y niñas de entre 3 y 14 años que portan cestas y platos de fruta recién cortada, pasan completamente desapercibidos. Se trata de una imagen tan habitual que en el mercado han inventado un verbo propio para el trabajo que desempeñan los menores: ?rodear?, es decir, vender platos de verdura, rodeando el mercado y abordando a los clientes que se acercan a comprar.
Según un censo impulsado por PLAN y realizado realizado por el municipio sólo en Quito se estima que hay más de 2.200 menores trabajadores, cifra recogida a partir de un censo impulsado por PLAN. La mayoría de los menores que trabajan en el Mercado de San Roque lo hacen durante el horario escolar y empujados por sus padres, que cuentan con los menores para contribuir a la limitada economía familiar.
Además de vender fruta, muchos niños trabajan con sus familias en la tarea de desgranar vainas de judías. Como los adultos, los niños se levantan a las cuatro de la madrugada para ayudar a sus familias a desenvainar guisantes y varios vegetales que venderán en el mercado por tres dólares el saco. Una vez acabada la tarea, muchos van al colegio cansados y poco motivados, lo que motiva que acaben dejando los estudios. ?Los niños tienen sueño y no rinden igual. Tampoco tienen una buena alimentación, muchos de ellos van a clase comiendo tan sólo alguna fruta que hayan cogido del mismo puesto del mercado?, explica Irma García, gerente de la unidad de programa de PLAN en Quito.
Otra causa del abandono escolar es la barrera del idioma.
La mayoría de los menores que trabajan en el mercado son hijos de indígenas que se han desplazado a la capital buscando mejores oportunidades y cuya lengua materna es el quechua. Sin embargo, la oferta de colegios bilingües es mucho menor que la demanda por lo que tienen que acudir a clases impartidas en castellano, lo que dificulta el aprendizaje y les hace enfrentarse a profesores hispanoparlantes con poca capacitación. ?El problema no es sólo el idioma, muchas veces en estas clases hay niños de nueve años mezclados con los más pequeños porque a pesar de su edad apenas empiezan a aprender a leer y escribir. Es muy importante concienciar a los profesores de que estos niños requieren atención especial y también mucha paciencia?, explica Irma García.
Plan International trabaja con las familias de los niños, con los docentes y con las autoridades locales para que prime la educación y poner límite a esta práctica que atenta contra la salud física y psíquica de los niños. Trabajar de forma responsable y coordinada con la realidad social del país requiere un esfuerzo común de todos los actores responsables de garantizar los derechos de los niños?, explica Concha López, directora general de PLAN en España.
El personal de Plan International acude a los puestos del mercado para explicar a los padres cómo una buena educación repercutirá favorablemente en las oportunidades de futuro de sus hijos mientras que a los profesores se les sensibiliza sobre la situación de los menores trabajadores y, en el caso de ser indígenas, de sus dificultades lingüísticas.
En el caso concreto de los menores del mercado de San Roque, PLAN está desarrollando un proyecto educativo bilingüe en una escuela primaria cercana. A través de dicho proyecto, los niños del mercado asisten durante las tardes y los fines de semana a clases de refuerzo, impartidas en ambas lenguas, para ponerse al día. Gracias a este apoyo escolar y a los cursos intensivos, los menores consiguen llegar rápidamente al nivel que les corresponde con su edad.
Ahora, cuando voy a trabajar al mercado dejo a mis hijos en el colegio, desde las siete y media hasta las cuatro de la tarde, allí les dan clases tanto en español como en quechua, nuestro idioma?, cuenta una madre indígena.
Para conseguir el desarrollo de cualquier comunidad es imprescindible el apoyo de la administración pública. PLAN ejerce de interlocutora para hacer llegar los problemas y necesidades de los menores y de su entorno al gobierno.?El responsable y garante de los derechos es el Estado, por eso siempre trabajamos junto con el Gobierno local para que vayan asumiendo cada vez mayores responsabilidades?, explica Irma García. Y continúa: ?En el caso de la escuela de San Roque, las autoridades de la zona no hicieron caso a nuestras peticiones hasta que no les invitamos a visitar el mercado y instalaciones y les enseñamos las condiciones de insalubridad en las que se impartían las clases. Nunca habían visto la situación de primera mano y ahora son nuestros mayores aliados.?
La legislación ecuatoriana y el trabajo infantil
A pesar de que el principio de protección del menor está recogido en la constitución del país, en Ecuador, hasta hace cuatro años no existía ningún tipo de legislación a cerca del trabajo infantil. En 2007 la cifra de niños trabajadores aumentó tanto en Quito que finalmente el municipio emitió una ordenanza que prohíbe el trabajo infantil en la calle.
El trabajo infantil en América Latina
A pesar de la disminución del trabajo infantil en Centroamérica y Sudamérica durante los últimos años, todavía hay 5,7 millones de menores de edad que continúan trabajando o desempeñando actividades peligrosas.
Las oficinas de PLAN presentes en 10 países de América Latina, desarrollan proyectos que buscan erradicar el trabajo infantil al mismo tiempo que promueven los derechos de los niños. La mayoría de las iniciativas se centran principalmente en conseguir que los menores reciban una educación y en que las familias alcancen la seguridad económica necesaria para salir de la pobreza.
Plan International en Ecuador
Plan está presente en Ecuador desde 1963. Actualmente trabaja en 1.050 comunidades de 56 cantones pertenecientes a 11 provincias de Ecuador. Sus programas apoyan de manera directa el crecimiento, desarrollo y bienestar de 55.000 niños y niñas e, indirectamente, a medio millón de menores y a sus comunidades.