El lunes por la tarde, Zaina, de 15 años, y sus amigas estaban en clase cuando, de repente, el suelo empezó a temblar y cundió el pánico entre el alumnado, que salió corriendo. Una vez fuera, Zaina y sus amigas fueron testigos de cómo el edificio se derrumbaba y quedaba reducido a escombros como consecuencia del terremoto que tuvo lugar en la isla indonesia de Java y dejó alrededor de 268 fallecidos,muchos de ellos niños y niñas.
El sismo de magnitud 5,6 sacudió la ciudad de Cianjur, en Java Occidental, a una profundidad de 10 km, de acuerdo con datos del Servicio Geológico de EE. UU.
Lulu, la hermana menor de Zaina, de 13 años, vivió una experiencia similar. Al igual que su hermana mayor, también consiguió escapar del derrumbe de su escuela. Una vez fuera, corrieron a casa para ver cómo estaba su familia tras el terremoto. “Nuestra casa estaba totalmente destruida”, relata.
Alrededor de 270 personas fallecieron por el terremoto, que también provocó el derrumbe de cientos de escuelas, centros sanitarios, etc.
Actualmente, Zaina y su familia comparten espacio con otras 15 personas y esperan que pronto se les asignen tiendas personales, que puedan instalar cerca de sus casas para proteger las pertenencias que les quedan.
Zaina nos cuenta que lo que más le preocupa es la falta de acceso a agua potable. “Para conseguir agua, tenemos que salir de este espacio”.
Desde Plan International estamos apoyando a las familias afectadas por el terremoto a través de la distribución de kits de higiene, alimentos y agua embotellada. Nuestra respuesta también incluirá apoyo para los niños y niñas que han perdido a sus padres, atención psicosocial e instalación de espacios temporales de aprendizaje, entre otras.
Zaina y Lulu tienen la esperanza de poder volver pronto a la escuela, ver a sus amigos y continuar con su educación. “No sé cuándo podré volver, nuestra escuela se ha derrumbado por el terremot””, explica Zaina.
Zaina y Lulu aún no han superado la conmoción del terremoto y necesitarán apoyo psicosocial para asimilar el terror que vivieron. La pérdida de su escuela, de su casa y la muerte de algunos de sus vecinos han hecho que las niñas se sientan inquietas y temerosas de que se produzca otro terremoto.
“Sigo pensando en el terremoto y en el edificio de mi escuela derrumbándose. Tengo muchas preguntas: ¿cuándo podremos volver a casa? ¿Y cuánto tiempo tendremos que vivir en una tienda de campaña?”, se pregunta Zaina.