En el Día de la Asistencia Humanitaria, te traemos la historia de Nahid, una trabajadora humanitaria de Plan International que, tras estallar el conflicto de Sudán hace ya más de un año, tuvo que huir con toda su familia de su hogar en Jartum.
“No puedo creer lo que ha cambiado mi vida. Cuando miro las fotos de nuestra vida pasada pienso que estoy en un sueño y pronto despertaré. Luego me doy cuenta de que esta es nuestra vida ahora y de que no podemos escapar de ella”.
Cuando el conflicto en Sudán estalló, Nahid Ali, trabajadora humanitaria de Plan International, se despertó rodeada del sonido de armas y cañones. Después de días de enfrentamientos, Nahid y su familia decidieron huir de la capital, Jartum, en plena noche.
“Estaba asustada porque no sabía lo que iba a pasar. Mi hija de siete años gritaba de miedo. Además, yo acababa de dar a luz y todavía me estaba recuperando. No teníamos luz ni agua ni comida. Al principio traté de mantener la calma y pensar como trabajadora humanitaria que soy, pero conforme avanzaba el conflicto supe que tenía que sacar a mi familia de Jartum”, cuenta Nahid.
Nahid y su familia viajaron más de 700 kilómetros hasta Kassala, dejando todo atrás: “nuestra casa, nuestro coche, nuestros muebles, nuestros documentos más importantes, nuestros amigos, etc. Todo lo que llevamos con nosotros fue una pequeña bolsa con algo de ropa para los niños. Pero tenemos la suerte de estar vivos”.
Cuando llegaron a Kassala, Nahid interrumpió su baja de maternidad para ayudar a otros desplazados internos: “Utilicé mis redes sociales personales para ayudar a los desplazados a conseguir refugio, comida y ropa. Eso me hizo sentir mejor y estoy muy orgullosa del trabajo humanitario que he realizado y del apoyo que he podido dar”.
“Me tomó mucho tiempo adaptarme a la nueva situación. Pero mi familia cree en mí y confía en mí. Por eso he intentado mantenerme fuerte incluso en los momentos más difíciles, cuando estaba deprimida y sin esperanzas. Nuestros pensamientos están constantemente con nuestros colegas humanitarios, que todavía están en Kordofán y Darfur. Rezamos por ellos. Están en peligro, pero dispuestos a quedarse y ayudar a las personas más vulnerables”.
Los colegios llevan cerrados más de un año, ahora sirven como refugio, pero tampoco son zonas seguras. “Yo intento enseñar a mi hija por mi cuenta, pero se queja de que echa de menos a sus amigos y amigas y maestros. Además, los cortes de electricidad constantes y las malas conexiones dificultan mucho el estudio”. Sin embargo, Nahid no se rinde: “Haré todo lo posible por asegurarme de que la educación de mi hija siga siendo mi máxima prioridad”.
“Mi hija todavía recuerda su antigua habitación, sus juguetes y sus amigos. Cada vez que escucha los sonidos de los combates llora. Siempre se preocupa cuando estoy lejos de ella. En este momento la situación es extremadamente aterradora, peligrosa y confusa, y el número de víctimas sigue creciendo. Esta semana el conflicto se ha extendido a nuevas áreas que antes eran seguras. Estamos asustados y no sabemos qué deberíamos hacer. Si los ataques se extienden a nuestro territorio, no tenemos idea de lo que nos pasará ni de dónde podríamos huir”.
El objetivo de Nahid es ayudar a los miembros más vulnerables de su comunidad, especialmente niños y niñas: “A pesar de que la electricidad y el internet se cortan constantemente, seguiremos con nuestro trabajo y ayudaremos a las personas que lo necesitan”, asegura la trabajadora de Plan International.
“No puedo creer lo que ha cambiado mi vida. Cuando miro las fotos de nuestra vida pasada pienso que estoy en un sueño y pronto despertaré. Luego me doy cuenta de que esta es nuestra vida ahora y de que no podemos escapar de ella”.