Desde pequeña, Katerin sabía que la situación económica de su familia limitaba sus oportunidades en la vida. Pero lo que no esperaba era que su propia familia no creyera en ella. “Tenía unos 15 o 16 años cuando dijeron algo que me marcó: ‘No lo vas a lograr’”, recuerda Katerin.

En Cabañas, un departamento rural del norte de El Salvador, el acceso a la educación representa un gran desafío para muchas niñas. En zonas agrícolas como esta, es habitual que las niñas dejen la escuela para ayudar con las tareas del hogar o trabajar en el campo. Muchas no completan la educación básica.
“Como no teníamos mucho dinero, me daban solo un dólar a la semana desde séptimo hasta noveno grado, así que tenía que administrarlo bien”, cuenta Katerin.
“A veces podía desayunar y otras no, porque si usábamos ese dinero, no nos alcanzaba para el pasaje del bus y teníamos que caminar de regreso a casa. Lo usaba para sacar fotocopias o comprar algo de comer”.
Aunque en El Salvador la educación es técnicamente gratuita hasta noveno grado, hay costos ocultos —uniformes, materiales, transporte— que no están cubiertos. En comunidades rurales como Cabañas, donde muchas familias viven en zonas apartadas, llegar a la escuela puede ser un gran obstáculo.
Para quienes tienen menos recursos, la pobreza alimenta un ciclo de bajas expectativas, y a menudo los padres no ven la educación como algo valioso para sus hijas, cuando enfrentan tantas barreras y lo que se espera de ellas es casarse o asumir responsabilidades domésticas.
Plan International trabaja en El Salvador para apoyar la educación de la niñez, con especial foco en las adolescentes, que corren mayor riesgo de abandonar la escuela.
Proporcionamos becas, materiales escolares y cubrimos los costos de transporte. Gracias a este apoyo, Katerin pudo pagar su pasaje de bus, la comida y los útiles escolares, lo que fue esencial para que pudiera continuar estudiando. Esto no solo alivió la carga económica en su hogar, sino que también le dio la motivación de saber que no estaba sola en su camino.
Además, Katerin se unió al proyecto “Movimiento de Niñas y Adolescentes” de Plan International, que brinda a chicas y jóvenes herramientas para fortalecer su autoestima, liderazgo y conocimiento de sus derechos.
A través de espacios seguros, las participantes desarrollan habilidades para la vida y pueden reflexionar sobre los desafíos únicos que enfrentan en sus comunidades.
“Es muy importante que desde pequeñas nos preguntemos qué queremos lograr y trabajemos en nuestro proyecto de vida”, explica Katerin. Gracias a su crecimiento personal y profesional, hoy es una joven líder en su comunidad e inspira a otras personas jóvenes a seguir estudiando.
“Me llena de satisfacción ver que otras chicas se me acercan para preguntarme cómo pueden conseguir apoyo para seguir estudiando”, cuenta.
“Dar estos pasos y ver resultados positivos ha sido muy gratificante para mí”.
Actualmente, Katerin es estudiante universitaria y está a punto de graduarse en Trabajo Social. Este logro es mucho más que un éxito académico: es una victoria personal y familiar.
Es la prueba de que, con perseverancia, apoyo y la convicción de que la educación transforma vidas, cualquier obstáculo puede superarse.
A pesar de las limitaciones económicas y la falta de apoyo por parte de su entorno más cercano, la determinación de Katerin la ha llevado a abrir nuevos caminos. Ahora quiere usar sus conocimientos para apoyar a otras niñas y mujeres a alcanzar su máximo potencial.
“Me emociona saber que, a través de mi carrera, podré ayudar a niñas que estén sufriendo algún tipo de violencia y darles herramientas para mostrarles el camino hacia una vida mejor”, afirma.
Su historia es una inspiración para todas las jóvenes que, como ella, sueñan con un futuro distinto.


