Ibrahim tiene trece años y vive en la región del Extremo Norte de Camerún. Cada día veía cómo otros niños y niñas corrían al colegio mientras él se quedaba en casa debido a su discapacidad. Hasta que, una mañana, una silla de ruedas lo cambió todo. Desde entonces, Ibrahim ya no tiene que soñar con ir al colegio. Ahora lo hace con convertirse en médico.
Tras recibir su silla de ruedas, Ibrahim pudo por fin empezar a asistir a clase. Primero acudió a un centro de aprendizaje temporal para ponerse al día y, más tarde, ingresó en una escuela primaria, donde ahora cursa segundo. Antes de eso, se sentía aislado y era incapaz de jugar o aprender. “Siempre estaba en casa, pero desde que tengo la silla es fácil ir al colegio como el resto de niños y niñas”, cuenta Ibrahim.
En el colegio, está descubriendo la alegría de aprender: leer, escribir, contar y hablar francés. Aun así, sigue enfrentándose a dificultades, como la inestabilidad del suelo de su aula, que complica su movilidad. Sin embargo, su perseverancia y determinación le han ganado el respeto de sus profesores, compañeros, y compañeras.
La infancia con discapacidad en Camerún se encuentra con obstáculos enormes para acceder y mantenerse en el sistema educativo, a pesar de los compromisos por una educación inclusiva. Estas barreras se traducen en tasas de matrícula críticamente bajas, altos niveles de abandono y escasa progresión hacia estudios superiores.
A pesar de su discapacidad, de los desafíos físicos y de las burlas ocasionales, Ibrahim tiene grandes sueños. “Me gustaría ser médico”, afirma, y añade que necesita apoyo para estudiar, ya que en su casa no hay electricidad. “¿Podrían darme una lámpara para poder leer mis apuntes?”, pregunta.
Ibrahim no está pidiendo caridad, sino justicia. Ningún niño o niña debería quedarse atrás debido a su vulnerabilidad. Gracias a su determinación, su comunidad empieza a reconocer el valor de la inclusión y de una educación para todos, imaginando un futuro en el que cada niño y niña pueda soñar y alcanzar sus metas.
Ibrahim recibió apoyo a través de un proyecto de educación inclusiva financiado por la Unión Europea e implementado por Plan International. El proyecto ha logrado reintegrar a casi 340 niños y niñas en el sistema educativo formal en la región del Extremo Norte, en la cuenca del Lago Chad. Dieudonné Leumotieu, coordinador del proyecto, afirma que este trabajo es esencial para jóvenes como Ibrahim: “Debemos superar cada barrera que impida que la infancia acceda y permanezca en el colegio”.
Los proyectos humanitarios financiados por la Unión Europea siguen llegando a comunidades en zonas de difícil acceso, como el Extremo Norte y las regiones del Noroeste en Camerún, donde la inseguridad y la falta de infraestructuras hacen que cada avance hacia la inclusión y la educación sea un reto. Guiada por los principios de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia, Plan International sigue dedicada a los niños y niñas que más lo necesitan.


