Pongamos fin a la violencia contra niñas y mujeres en Brasil

La violencia es un problema tan profundamente arraigado en algunas comunidades brasileñas, que muchas mujeres están acostumbradas a ella y la ven como algo normal. La violencia de género tiene un gran impacto en la vida de las mujeres afectadas. El matrimonio infantil o el embarazo adolescente son sólo algunas de las consecuencias.

El proyecto Por Ser Niña de Plan International en Brasil se centra en la erradicación de la violencia de género y se enfrenta a este problema desde la base. Charlienne y Raimunda  son dos mujeres que luchan para acabar con la violencia de género en Brasil, hoy te contamos su historia.

Durante 17 años, Charlienne vivió el horror de ver como su padre maltrataba a su madre día tras día. Ahora, está casada y tiene un hijo, y con el apoyo Plan International en Brasil, Charlienne está decidida a hacer todo lo posible para acabar con la violencia de género en su país: “Yo no quería casarme siendo tan joven. Quería vivir sola. Pero conocí a mi marido cuando tenía 16 años. Cuatro meses después me quedé embarazada”.

“Me daba mucho miedo contárselo a mis padres, nadie se lo esperaba. Creía que mi padre se pondría violento y me echaría de la familia”, cuenta Charlienne. “Casarme y quedarme embarazada no era lo que yo tenía planeado, pero ocurrió. Ahora vivo con mi marido –que tiene 19 años– y su familia. Nunca dejé de estudiar, iba a clase incluso cuando estaba embarazada. Cuando nació mi hijo, volví al colegio al mes siguiente. Sin embargo, no podría haberlo conseguido de no ser por mi suegra y mi madre, quienes me ayudaron a cuidar del bebé”.

Raimunda, madre de Charlienne, sufrió violencia de género durante 17 años. Ahora quiere asegurarse de que sus hijos nunca sufran, ni sometan a nadie, a ningún tipo de violencia: “Mi hija, Charlienne, se quedó embarazada cuando tenía 16 años. Al principio no acepté el embarazo de Charlienne porque era demasiado pronto. Yo quería que tuviera un hijo, pero no tan joven. Quería que primero terminara su educación, pero las cosas a veces no salen como queremos”.

“Llamé al novio de mi hija para asegurarme de que asumía la responsabilidad y que iban a seguir juntos, ya que él ya era mayor de edad. Me prometió que siempre estaría a su lado”, explica Raimunda. “Mi ex marido estaba totalmente en contra del embarazo y le dijo a Charlienne que abortara. Yo no era partidaria del aborto, y estuvo a punto de pegarme por llevarle la contraria. Al final aceptó el embarazo, pero solo ha venido a ver al bebé una vez”.

“Cuando estábamos juntos era muy violento, siempre ha sido agresivo. No sabía hablar, sólo sabía golpearme. Una vez al despertar vi que tenía un arma en mi cabeza. Aquí, en São Luís, esta situación es muy común. La mayoría de las mujeres de la comunidad son agredidas físicamente por los hombres en sus casas, pero no dicen nada porque sus maridos son demasiado violentos. Esto no sólo me ha pasado a mí”. Raimunda, 39 años.

Maltratada por su padre y violada por su padrastro, Girlene se fue de casa a los 13 años. En Brasil más de 500.000 personas son violadas cada año, y sin embargo sólo el 10% se denuncia. Girlene, que ahora tiene 30 años, lucha contra la violencia generalizada contra las niñas y las mujeres en Brasil: “Mi madre fue maltratada por mi padre. Yo era pequeña y no me daba cuenta. Poco después nos maltrató físicamente a mi madre, a mi hermana y a mí.

“A mi hermana le rompió la nariz y a mí me fracturó la clavícula. Mi madre al final le dejó cuando yo estaba a punto de cumplir los 10 años. Fue entonces cuando empecé a trabajar como empleada doméstica en una casa, pero el acoso era continuó… Tras seis meses, mi hermana y yo estábamos totalmente agotadas y no aguantábamos más, así que volvimos a casa con mi madre.

En ese momento, mi madre vivía con otro hombre. Los primeros días fueron increíbles, nos trataron muy bien y volvimos a ir a la escuela. Pero a él le empezó a molestar que nosotras estuviéramos allí. No podíamos encender las luces para estudiar, y cuando llegábamos de la escuela nos había tirado la comida a la basura. Mi madre le apoyaba a él, y cuando nuestros vecinos se dieron cuenta de lo que estaba pasando, nos dieron de comer.

Me había inscrito en un curso de baile en la escuela porque me encantaba bailar. Cuando llegué a casa después de clase fui a ducharme. La ducha estaba fuera y no tenía puerta, sólo había una cortina de ducha. Mientras me estaba duchando, mi padrastro entró y puso sus manos en mi boca y me obligo a… Yo tenía 13 años. Cuando acabó me empujó.

Me quedé tirada en el suelo tratando de entender lo que había sucedido. Sentía mucho dolor y había sangre. A día de hoy aún me vienen imágenes de ese momento a la cabeza, aunque trato de borrarlo de mi memoria. Mi padrastro me dijo que mi madre no me creería. Tenía razón. Cuando traté de contárselo al día siguiente, ella no me dejó ni terminar la historia. Me interrumpió diciendo que eran imaginaciones mías”.

“Me gustaría no haberlo mantenido en secreto durante tanto tiempo. Me sentí como si yo fuera la culpable. Ahora sé que yo no tengo la culpa. La víctima nunca es culpable. ¿Cómo se puede ser culpable de que una mala persona te robe tu infancia? Hoy tengo 30 años, estoy graduada, tengo mi propio estudio de baile junto a mi marido, y soy profesora.

He logrado todo lo que quería porque lo conté y los que confiaban en mí me hicieron darme cuenta de que podía marcar la diferencia. Una gran parte de mi vida ha sido dolor, pero ya me he liberado de él. Cuando miro al pasado, pongo mi presente por delante de todo, y veo todo lo que logré a partir del momento en el que hablé.

Todas las niñas y las mujeres que habéis sufrido como yo, por favor, ¡hablad! No permitáis que nadie se salga con la suya. Hablad con alguien de confianza, que crea en ti – y alguien que conozcas te hará marcar la diferencia. Vamos a mostrar a la sociedad que no tenemos que permanecer en silencio”.

Actualmente hay una nueva generación de niños y jóvenes en Brasil que están diciendo “no” al machismo y que están pidiendo la igualdad de género, apoyados por el proyecto de Plan International en Brasil. Estos niños y jóvenes entienden que las niñas también tienen derechos y están comprometidos en hacer ver la necesidad de acabar con la violencia contra las mujeres.

“Si queremos evitar que las mujeres sigan siendo víctimas de la violencia, tenemos que cortarla de raíz. Los niños necesitan aprender desde muy jóvenes que la violencia no se puede permitir. Esto debe conseguirse a través de proyectos sociales, mediante charlas y con educación. En mi comunidad tanto los niños como las niñas sufren violencia. Es difícil crecer aquí. Hay un gran problema con la droga, lo que incrementa el número de ataques.

Me preocupo mucho por mi hermana. Ella va a la universidad por la noche y cuando sale, temo por su seguridad. No duermo hasta que ha llegado a casa. También he sido testigo de la violencia en mi casa. Mi padre tiene comportamientos violentos, que heredó de su padre, es algo cultural. Recuerdo que, con 10 años, mi padre me daba palizas cuando hacía algo mal. He decidido que cuando tenga hijos, seré totalmente diferente y evitaré cualquier tipo de violencia.” “Plan International ha influido realmente en mi vida. Recuerdo cuando crearon por primera vez un proyecto para que las chicas pudieran jugar al fútbol. Tenía muchas ganas de formar parte del proyecto, por lo que me ofrecí voluntario para ser el entrenador. Ahora estoy involucrado en el proyecto ‘Goals For Peace’ donde aprendo sobre los derechos de la juventud. Se trata de un movimiento muy importante, y ser parte de él me gusta mucho”: Luciano, 19 años.

“Quiero hacer que las mujeres se den cuenta de que no merecen ser golpeadas. Juntos podemos luchar por sus derechos. Ahora me anima ver que las chicas se levantan ellas mismas para exigir la igualdad de género. Estoy feliz porque es algo por lo que han luchado desde el principio. Ellas merecen tener voz, y me animan a luchar también por los derechos de las niñas. Recientemente, fui elegido para asistir a una conferencia con otro niño, pero eso no estaba bien, así que llamé a Luciana, trabajadora de campo de Plan International, y le dije: ” Debería ir un niño y una niña en representación de Maranhão y nuestra ciudad”. “Logramos cambiarlo y viajamos a la capital juntos. Me hizo feliz verla persiguiendo su sueño”.Taniel, 18 años, São Luís, Brasil.

Plan International trabaja día a día para defender los derechos de niñas y mujeres, si quieres saber más conoce la campaña Por Ser Niña .