La situación de pobreza de su familia sumado a los efectos del terremoto en Nepal, la obligaron a buscar una manera efectiva de ayudar en el hogar, aunque tuviera de desafiar los estereotipos de género de su comunidad.
Binita y sus dos hermanos menores estaban solos cuando el terremoto de magnitud 7.8 azotó, entre otros, el distrito de Dolakha, en Nepal, donde vivían junto a sus padres. En ese momento tenía 18 años y tuvo que ver su casa derrumbarse mientras intentaba proteger a los dos niños, un año atrás había tenido que abandonar sus estudios por la situación de pobreza de la familia y trabajaba cargando ladrillos y cemento en la construcción por menos de 4 euros al día.
“Nuestra casa colapsó y eso me hizo sentir mucha tristeza. Tuvimos que construir un refugio temporal hecho de madera y junco” explica Binita. Desde entonces cayó sobre sus hombros una responsabilidad mucho mayor para conseguir mantener a su familia y Binita nunca se imaginó que, para conseguirlo, tendría que desafiar los estereotipos de género de su comunidad.
Con el apoyo de Plan International, se unió a un curso de albañilería de siete días, que le servía para obtener la certificación del Gobierno nepalí y empezar a buscar trabajo como albañil con empresas privadas del sector de la construcción y aspirar a un salario más alto.
“El entrenamiento era algo completamente nuevo para mí, pero me siento afortunada de que, aunque soy mujer, puedo hacer este trabajo y apoya en la reconstrucción de las casas de mis vecinos. Ahora puedo decir que las mujeres son capaces de hacer todo lo que hacen los hombres, tenemos que proveer para nuestras familias, pero también podemos ser independientes y yo me siento orgullosa de ser una mujer que apoya a su familia y, al mismo tiempo, ser albañil y prestar ese servicio a la comunidad y quiero servir de ejemplo a todas las mujeres jóvenes que no tienen empleo”.
No hay concesiones especiales. El horario es de 6:00 am a 5:00 pm y tiene que cargar ladrillos y piedras, preparar el yeso y apoyar a sus compañeros en la edificación de paredes. Todo eso después de terminar las tareas domésticas para que sus hermanos puedan concentrarse únicamente en estudiar y, lamentablemente, sigue combando menos que sus compañeros masculinos, mientras ellos ganan 10.58 euros al día, ella gana 7.36.
“A veces tengo problemas por ser la única mujer. Por ejemplo, cuando tengo el periodo, es algo de lo que no puedo hablar”. Binita no se doblega y asegura que cuando le toca trabajar más duro para desafiar el estigma social, sus compañeros masculinos la defienden y la animan a hacerlo lo mejor posible. “He construido tres casas y ahora estoy reconstruyendo otra, nos toma dos meses completar cada una” explica.
En el futuro sueña con ser enfermera. Quieres seguir ayudando a su comunidad y, al mismo tiempo, asegurarse de que puede mantener a su familia y de que sus hermanos podrán finalizar sus estudios.