Faridah lidera a un grupo de chicas en Kampala que están decididas a convertir su ciudad en un sitio más seguro: “En la calle en que mataron a mi amiga, ahora hay luz” nos dice con una mezcla de orgullo y tristeza.
Faridah tiene 18 años y vive con su familia y su bebé recién nacido en las afueras de Kampala. Cada tarde, se va al centro de la ciudad a vender patatas fritas en una rotonda muy transitada. Todo el camino hasta su trabajo está lleno de peligros.
“Sólo tengo que caminar un kilómetro, pero está lleno de obstáculos. Los Taxistas borrachos intentan tocarme y pueden ponerse agresivos cuando los rechazo y siguen acosándome durante semanas”.
Sin embargo, los mayores peligros están cerca de su casa, en un barrio muy pobre de la ciudad, especialmente cuando vuelve, tarde en las noches: “No hay luz en la calle, camino entre coches abandonados y callejones solitarios. Muchas veces paso al lado de casas abandonadas que han sido ocupadas por pandillas… Me asusta mucho”.
“Afortunadamente yo pude escapar, pero mi amiga no. La violaron y mataron en una calle oscura. Todavía puedo escuchar sus gritos pidiendo ayuda
Faridah tiene buenas razones para sentir miedo: “Hace unas semanas encontraron el cuerpo de una mujer que fue atacada a pocos metros de mi casa. Yo misma he sido atacada unas cuantas veces y, hace un año, con cuatro meses de embarazo, volvía a casa acompañada de una amiga cuando nos atacó una pandilla de traficantes de droga. Afortunadamente yo pude escapar, pero mi amiga no. La violaron y mataron en una calle oscura. Todavía puedo escuchar sus gritos pidiendo ayuda”.
Faridah se ha unido a los grupos juveniles de Plan International y ha llegado a liderar uno de ellos. Van a los barrios problemáticos y buscan soluciones para convertirlos en vecindarios más seguros: “Uno de nuestros vecinos instaló las luces en esa misma calle en que mataron a mi amiga”.