Unimos medicina y tradición para ayudar a las chicas indígenas de Ecuador

Los medicos de Ecuador están ayudando a salvar la vida de las madres adolescentes y sus bebés al acudir a las matronas indígenas para identificar embarazos ocultos. En lo más alto de los Andes ecuatorianos, a la sombra del monte Chimborazo, el punto más alto de la tierra, muchas jóvenes mantienen sus embarazos en secreto tanto como puedan. 





En la provincia de Chimborazo, donde la mayoría de los 500.000 habitantes pertenecen a la comunidad Quichua y dos tercios viven en situación de pobreza, la tasa oficial de embarazo adolescente es menor que la media nacional del 18%. Sin embargo, el dato probablemente sobrepasa el 15% recogido por fuentes oficiales. 

“Muchos embarazos adolescentes pasan inadvertidos por los hospitales en Chimborazo porque existe mucho secretismo sobre los embarazos en las comunidades”, dice Verónica Zambrano, de Plan International en Ecuador. “Normalmente esta discreción es motivada por la vergüenza: quedarse embarazada sin estar casada acarrea un gran estigma entre las personas indígenas”.

“La mayoría de los padres tampoco tienen la cultura para hablar abiertamente con sus hijos e hijas, así que la mayor parte de las chicas prefieren ocultarlo todo lo posible”.

Un estudio elaborado por Plan International en las cinco principales provincias indígenas en las montañas de Ecuador en 2017, determinó que las jóvenes indígenas embarazadas enfrentan violencia y la discriminación 





“Algunas jóvenes asocian el embarazo adolescente con situaciones de violencia y sexo no consentido por lo que muchas nunca llegan a contarlo por miedo a las repercusiones”, dice Verónica. 

“Lo peligroso es que para cuando sus embarazos salen a la luz, es demasiado tarde para proporcionar atención médica esencial para ellas y sus bebés, que puede ser indispensable para salvar sus vidas”. 





Cuando Jenny (izquierda), de 20 años, se dió cuenta de que estaba embarazada hace 4 años, no se lo contó a nadie.

“Sabía que debía decírselo a mis padres, pero no podía confiar en ellos”, dice Jenny, la mayor de 8 hermanos. “Nunca hemos sido de hablar las cosas”. 

Los ponchos de lana llenos de colores brillantes y complejos patrones que las mujeres y niñas llevan para protegerse de los vientos fríos de las montañas facilitan a las chicas embarazadas que sus barrigas pasen desapercibidas. 
           
Cuando la madre de Jenny, Olga (debajo), se dio cuenta de que su hija estaba embarazadas, tres semanas antes de tener el bebé, lloró “Me quedé en shock, no sabía que tenía novio”. 



Mantener el secreto del embarazo hizo que Jenny no recibiera ningún chequeo de salud durante los nueve meses de embarazo y dio a luz solo con la ayuda de su madre, en su casa remota de paredes coloridas en la que ha vivido toda su vida. 
           
Jenny tuvo un parto sin problemas y su hijo Justin se ha convertido en un niño de cuatro años de mejillas sonrojadas al que le encanta jugar con las cobayas de la familia. 





Pero no todos tienen tanta suerte. Los bebés nacidos de madres adolescentes tienen un 50% más de probabilidades de morir antes, durante o después del parto que aquellos que nacen de mujeres cuyos cuerpos están completamente desarrollados. En Chimbarazo muchas familias viven a varios kilómetros del centro de salud más cercano y muy pocos tienen coche, por lo que el riesgo es aún mayor.

Al igual que Jenny, Lourdes de 19 años (abajo) tuvo su primer bebé con 16 años. Lamentablemente, tras dos semanas, el bebé murió. “Creo que tuvo la gripe”, nos cuenta Lourdes. “Estuve destrozada, lloré mucho”. 





Las madres adolescentes también son más susceptibles de tener complicaciones de salud. En todo el mundo el embarazo y las complicaciones durante el parto son las principales causas de muerte entre chicas de 15 a 19 años. 

María, (abajo) de 19, es un ejemplo de ello. Tuvo a su hijo con 16 y desde entonces no se encuentra bien”.
          



“Tuve una infección en el tracto urinario después de tener a mi bebé”, nos cuenta frente a la casa en la que vive con sus padres y hermanos, su marido la dejó poco después de que su bebé naciera. 

“Tuve muchas complicaciones así que me tuvieron que hacer una cirugía en Quito. Desde entonces me siento cansada, no puedo andar mucho ni levantar peso”. 

Los doctores de la zona llevan mucho tiempo preocupados por los embarazos adolescentes secretos de Chimbarazo que representan un riesgo serio para salud del bebé y la madre. 

“Los embarazos adolescentes son muy susceptibles de complicaciones como la preeclampsia (una condición que  provoca tensión alta y signos de daños en otros órganos como los riñones o el hígado) y frecuentemente vemos que los bebés de madres muy jóvenes tienen infrapeso y malnutrición” dice el doctor Daniel Quera Lopez (abajo), que supervisa los 19 centros de salud de la zona de Colta-Guamote. 
 



“En casos extremos, las chicas que se quedan embarazadas durante la adolescencia pueden morir si no tienen una supervisión médica adecuada” dice el Dr Quera.

Las causas más frecuentes de muerte son hipertensión y sangrado anormal tras el parto. De acuerdo con los datos oficiales, 12 madres murieron durante o después de dar a luz en Chimborazo en 2016 y 2017. 

La suegra de Lourdes, Rosa (abajo), es una de las 47 matronas que, desde enero, han estado recibiendo formación de Plan International y el Ministerio de Salud de Ecuador para ayudar a acabar con este problema.





Rosa lleva cuatro decadas usando técnicas indígenas tradicionales para ayudar a las madres de su comunidad a dar a luz. Medicinas herbales, rezos, ofrendas a la madre tierra y parto vertical son los pilares de su trabajo. Ahora está trabajando con los doctores locales para ayudarles a identificar a las chicas que están embarazadas. 

“Las matronas tradicionales están completamente integradas en sus comunidades, ocupando una posición de confianza, así que su colaboración tiene un valor incalculable”, dice la doctora Gabriela Cherrez, que trabaja en el centro de salud.

Para Rosa, está claro que los centros dónde las matronas reciben la formación están muy lejos de la realidad, de su entorno rural (abajo) en el que ha trabajado desde adolescente. Muchas de las familias a las que ella visita viven en casas construidas en la misma tierra y dependen de un fuego intermitente para mantenerse cálidas. 





En estas modestas casas, Rosa acude a las hierbas para tratar a las jóvenes madres. Usa el Kalawalla, un tipo de helecho procedente de América del Sur , para detener cualquier tipo de sangrado, el té de canela reduce el dolor y se recomienda estar de rodillas para dar a luz. 





Mientras, el centro de salud, cuenta con una serie de intervenciones dirigidas a satisfacer las necesidades específicas de las madres adolescentes que usan medicina moderna, desde las visitas domiciliarias mensuales durante el período de gestación hasta los talleres sobre nutrición y cómo cuidar a sus bebés. Los conocimientos que transmiten las matronas pueden ofrecer a más chicas que no busquen ayuda de forma activa, al acompañarlas en sus rondas. 





Rosa también, aprendió en su formación a advertir las señales de que algo va mal con la madre o el bebé y qué tipo de plantas son seguras de usar y cuáles deben adaptarse. Además se le anima a acercar a las chicas a los hospitales ya que la higiene no siempre es la adecuada en todas las casas. 

“En las familias indígenas es frecuente ver que las chicas no dan a luz en el hospital. Llevan practicando los partos en casa durante cientos de años y no les gustan los hospitales porque cambiar sus ropas tradicionales les hace sentir que su identidad ha sido robada”, dice el Dr Cherrez (abajo).





“Pedimos a las matronas que acompañen a las chicas para tranquilizarlas. Teniendo en cuenta su edad, es definitivamente lo mejor para su salud”. Lourdes dio a luz a su segundo hijo hace dos meses. Acompañada de Rosa, esta vez se aseguró de visitar su centro de salud local para los chequeos y vacunas durante y después del embarazo, y la pequeña Jessica (abajo) es la viva imagen de una niña feliz y sana.





Este año, todas las madres adolescentes identificadas en la comunidad recibieron atención médica, este servicio asegura que ellas y sus hijos puedan vivir una vida plena y sana.

La esperanza es que con el tiempo, el número de madres adolescentes de la región disminuya, pero mientras tanto Rosa y sus compañeras matronas trabajan para asegurar que ninguna chica o bebé vea su vida truncada.