Celia, de 23 años, es traductora e intérprete. Vive en Madrid cerca de una estación de metro, por lo que al volver a casa se siente más segura sabiendo que siempre hay personas por la zona que pueden ayudarla si lo necesita. “En mi barrio hay tiendas que abren las 24 horas”.
Sobre la seguridad o inseguridad en las calles, Celia está convencida de que el factor decisivo es la educación. “Recibimos una educación profundamente sexista, todos, tanto hombres como mujeres y en España es muy visible”.
En Madrid, Celia se ha sentido en peligro en lugares públicos. “He tenido que correr a casa porque alguien me perseguía. Otro día, estaba sentada en un parque con una amiga y un tío se tumbó a mi lado apoyándose en mi rodilla”.
Cree que el acoso se ha convertido en una práctica normalizada ya que, en muchos casos, las mujeres siguen siendo vistas y tratadas como objetos y creen que tienen algún derecho sobre ellas: “Piensan que pueden tocarte solo porque quieren. Hoy en día, se sigue educando a los chicos y las chicas con algunos valores muy tradicionales que no tienen en cuenta el respeto a las mujeres. Por ejemplo, cuando están en colegio se creen muy graciosos por levantar la falda de una niña”.
Esta situación hace que muchas mujeres y niñas hayan sufrido situaciones de violencia o abuso. “Todas las mujeres a lo largo de nuestra vida hemos vivido acoso o alguna agresión y lo peor es que algunas nunca se sentirán capaces de hablar sobre ello”. Celia ha tenido que desarrollar estrategias para defenderse del acoso callejero: “Depende… Si me gritan algo o me tocan y estoy en la calle y hay gente cerca respondo alto y claro para que la gente se dé cuenta de lo que está pasando. Pero, si estoy sola y veo que estoy realmente en peligro salgo corriendo.
Esta respuesta visibiliza cómo, debido al acoso callejero, las chicas acaban cambiando su comportamiento y se esfuerzan para adaptarse cada día y evitar situaciones peligrosas. “Cuando salgo a la calle inevitablemente pienso en la ropa que llevo porque no quiero llamar la atención. Y cuando me quieren invitar a una bebida, no se me ocurre ni probarla, quién sabe qué han podido echarle”.
Celia cree que la clave para que todo cambie es que el sistema educativo introduzca como valores fundamentales el respeto y la igualdad y que aquellos que tienen el poder para cambiar las cosas escuchen los testimonios y problemas de las mujeres y niñas.
Al estar involucrada en el programa Ciudades Seguras en Madrid, Celia combate el acoso callejero en su ciudad. “Tenemos que apoyarnos entre mujeres y niñas. No soporto ver una injusticia donde quiera que esté, no puedo mirar a otro lado. Combatir el acoso callejero es cuestión de justicia social. Es nuestro derecho poder caminar por nuestra ciudad y sentirnos seguras”.