DÍA MUNDIAL DEL REFUGIADO

El día 20 de junio se conmemora El Día Mundial del Refugiado para visibilizar la situación que enfrentan los 45 millones de personas desplazadas o refugiadas que existen actualmente según Naciones Unidas, y cómo podemos ayudarles.

Miles de familias se han visto obligadas a dejar sus hogares y ciudades debido a los conflictos o la persecución. Familias que abandonan sus países de origen y se embarcan en viajes de miles de kilómetros para acabar en campamentos de refugiados en los que viven muy lejos de las condiciones óptimas, sin servicios ni derechos básicos, lo que les convierte en objeto de discriminación y acoso.

Según datos de Naciones Unidas, el número de desplazados forzosos ha aumentado de 59.5 millones en 2014 a 68.5 millones. De ellos, 25.4 son personas refugiadas y, de ellos, más de la mitad, el 52%, son niños y niñas por debajo de los 18 años. Esto se traduce en millones de niños y niñas que no asisten a la escuela, que viven en situaciones extremas de pobreza y que son obligados a trabajar en condiciones de explotación para que sus familias puedan sobrevivir.

El país con un mayor número de personas desplazadas internas es Siria. Otros países como Irak, Sudán del Sur, Etiopía, Filipinas o países de América del Sur, también cuentan con altas tasas de personas refugiadas o desplazadas internas.





A pesar de las dificultades, el optimismo brilla por encima de las malas condiciones en las que viven millones de personas refugiadas o desplazadas. Ese es el caso de Andrés y su familia: refugiados en Perú que dejaron Venezuela por la inseguridad que sentían en su propio país, así como por la falta de comida, de medicinas y de acceso a la educación.

Andrés y su familia recorrieron 2900 kilómetros desde Carabobo, Venezuela, hasta Tumbes, Perú, para comenzar una nueva vida con mejores oportunidades. Sin embargo, hasta que consiguieron los permisos de residencia temporal, Andrés y su familia tuvieron que vivir en comunidades de refugiados en las que no tenían derecho a sanidad ni acceso a la escuela y donde trabajaban como vendedores de zumos en un mercado local.

A pesar de todas las dificultades, la familia de Andrés está decidida a crear espacios seguros en los que se promueva la igualdad en diferentes esferas y donde no se tenga en cuenta si vives o no en condición de persona refugiada. El sueño de Andrés es estudiar ingeniería industrial en Perú para aportar, en un futuro, a la recuperación de su país.





Todas las personas que se enfrentan a estas circunstancias, representan la valentía, perseverancia y optimismo, a lo que los demás debemos de responder con empatía y solidaridad.

En defensa de los derechos básicos de estas familias, en especial de los niños y las niñas, ponemos en marcha proyectos que mejoran la calidad de vida en los campos de refugiados y damos apoyo a todos aquellos que han tenido que desplazarse tanto internamente, como a otros países. Además, aportamos información para la prevención de la violencia, el acoso y abusos sexuales hacia esta población especialmente sensible y vulnerable.