Desde Plan International defendemos la importancia de tomar medidas para reducir el impacto que esta emergencia tendrá en la infancia y la adolescencia más vulnerable, particularmente en las jóvenes.
La emergencia sanitaria del Covid-19 ha supuesto un desafío mundial sin precedentes. Mientras Europa y Estados Unidos sufren brotes masivos, las organizaciones de ayuda humanitaria se preparan para la inevitable propagación del virus en países en desarrollo, con sistemas sanitarios más frágiles. Además, crece el miedo a la catástrofe que supondría una rápida propagación de las infecciones en contextos humanitarios complejos, particularmente en campamentos de personas refugiadas o desplazadas, como los de Líbano, Siria o Bangladesh, donde ya se han confirmado casos.
Desde Plan International hemos escalado nuestra respuesta, particularmente los esfuerzos de sensibilización, en más de 75 países. Al mismo tiempo, defendemos la importancia de tomar medidas para reducir el impacto que esta emergencia tendrá en la infancia y la adolescencia más vulnerable, particularmente en las jóvenes.
Trabajamos con estas prioridades por todo lo que hemos aprendido de nuestro trabajo anterior en emergencias sanitarias y crisis humanitarias, de las que hemos extraído cuatro lecciones.
Lección 1: No podemos esperar ¡Hay que actuar YA!
En agosto de 2014, la Organización Mundial de la Salud declaró la crisis del Ébola una emergencia sanitaria internacional. Durante meses, los esfuerzos globales se enfocaron en detener la propagación del virus y en fortalecer los sistemas sanitarios en los países afectados: Guinea, Libera y Sierra Leona.
Un año después, muchas organizaciones humanitarias concluyeron que el mayor impacto de la crisis en la infancia y sus familias, más allá de los efectos inmediatos sobre su salud, pasó desapercibido. En ese punto, cinco millones de niñas y niños habían perdido el acceso a la educación y más de 16.000 habían perdido a uno o más de sus padres o cuidadores debido al Ébola; además se registraba un incremento en los casos de violencia sexual, embarazos adolescentes y violencia de género, incluyendo violaciones.
No podemos esperar más. Nuestra experiencia indica que las emergencias sanitarias tienen un impacto importante en todos los aspectos de la vida de niños, niñas y adolescentes vulnerables.
Nuestra actuación se basa en el apoyo económico preventivo a las familias, el desarrollo de modelos formativos alternativos, el refuerzo en el acceso al sistema sanitario y el fortalecimiento de los mecanismos de protección infantil para evitar un impacto negativo a largo plazo en bienestar y desarrollo de la infancia y los y las adolescentes.
Lección2: Apoyar a las adolescentes
Las chicas adolescentes se ven mayormente afectadas durante cualquier emergencia debido a que parten de una situación de desigualdad previa. Nuestras investigaciones demuestran que en contextos humanitarios sus libertades se ven más restringidas y viven con miedo. Además, suelen ser las más afectadas por la escasez de recursos a la hora satisfacer sus necesidades básicas.
En la respuesta a la crisis del Ébola, se registraron miles de casos de embarazos adolescentes debido a que la situación de pobreza de las familias intensificó la violencia y arrastró a muchas jóvenes a la prostitución y las redes de explotación sexual. En Sierra Leona, pasada la emergencia, se observó un claro aumento de los casos de matrimonio infantil. Durante todo este tiempo, una parte importante de los servicios de información y salud sexual y reproductiva se mantuvieron cerrados.
La emergencia del COVID-19 exige una particular protección hacia las adolescentes. Se necesitan esfuerzos diferenciados para llegar a las jóvenes en los contextos más complejos y diseñar modelos de educación y apoyo psicosocial personalizados. En España, Plan International ha implementado la iniciativa #QueNadieSeQuedeFuera que incorpora nuestro compromiso con los adolescentes y sus familias en riesgo de exclusión mediante apoyo educativo y formativo a través de herramientas digitales, ayudas económicas y apoyo psicosocial vía telefónica y online para prevenir y detectar situaciones de violencia.
Lección 3: Garantizar las oportunidades para los y las jóvenes
En la crisis del Ébola y otras emergencias humanitarias, la comunidad ha sido clave en la efectividad de la respuesta, particularmente las asociaciones y organizaciones juveniles, que trabajaron para difundir información importante a nivel local y movilizar a sus vecinos a través de las radios locales.
En general, nuestras operaciones en contextos humanitarios demuestran que la participación de los y las jóvenes es decisiva en la respuesta a una emergencia y, normalmente, demuestran una gran capacidad para apoyar a sus comunidades. Por ejemplo, en Nepal, se movilizaron en grupos para acceder a las familias en las zonas más remotas afectadas por el terremoto y en Nigeria se ocupan de formar a sus compañeros y compañeras sobre cómo mantenerse a salvo durante un conflicto armado.
En una situación como la actual, en que las escuelas están cerradas y las comunidades aisladas, debemos involucrar de manera segura a los y las jóvenes en la prevención y respuesta: actividades de sensibilización, formación y apoyo a las familias más vulnerables.
Lección 4: Planificar a largo plazo
El impacto posterior a la emergencia del COVID-19 tendrá efectos a largo plazo en la vida de las niñas y jóvenes. Sabemos que el embarazo adolescente suele conducir al abandono escolar, matrimonios forzados, menores ingresos y estigmatización en las comunidades.
En emergencias anteriores hemos visto que las políticas restrictivas pueden empeorar la situación de las adolescentes. Por ejemplo, en Sierra Leona, después de la crisis del Ébola, las chicas que se quedaron embarazadas no pudieron volver a la escuela, lo que le robó oportunidades de futuro. Esta prohibición solo se levantó recientemente, después de años de activismo de parte de las organizaciones de derechos de la infancia en el país.
No nos podemos dar el lujo de esperar cinco años más. Debemos actuar ahora para evitar que esta emergencia tenga consecuencias a largo plazo en una generación de jóvenes. Debemos trabajar de cerca con Gobiernos, legisladores y líderes comunitarios para garantizar los mecanismos de apoyo a la infancia y adolescencia más vulnerable e invertir en el futuro de los y las jóvenes antes, durante y después de las emergencias.