María acaba de cumplir los 18 en un momento raro, en mitad de una cuarentena. No puede seguir los programas de formación online y está en riesgo de perder oportunidades de futuro.
María en realidad se llama María Magdalena y no sabe si hace ya dos años o se cumplirán dentro de poco desde que llegó de Honduras. Acaba de cumplir los 18 en un momento raro, en mitad de una cuarentena que está pasando en casa con su madre, su hermana un año menor, su hermano de ocho años y dos tíos. Su comida favorita es la pasta, todas las pastas, pero sobre todo los espaguetis con salsa boloñesa.
Comparte habitación con su hermana, con la que también se reparte las tareas de la casa. Su hermano pequeño se pasa el día queriendo salir y no le gusta mucho hacer deberes, pero intentan entretenerle con la tele. Su madre, que limpiaba una casa cuatro horas al día, ha perdido su trabajo por esta crisis.
Ella iba al instituto, pero en cuarto curso de la ESO lo dejó: “me salí porque no podía más, como estaba recién llegada de mi país pues no me di abasto: no pude con ello y me salí”, cuenta. Tuvo que buscarse algo que hacer y, aconsejada por el jefe de estudios de su instituto, este año comenzó una formación en peluquería en una UFIL (Unidad de Formación e Inserción Laboral). También participaba en el proyecto de formación en competencias sociolaborales de Plan International, a través del cual estaba trabajando herramientas de comunicación y recibiendo orientación profesional para incorporarse al mercado laboral.
Su vida antes de que comenzara esta emergencia consistía, de lunes a viernes, en ir cada mañana a la UFIL, volver a casa, almorzar e ir a buscar a su hermano al colegio. Después lo llevaba de vuelta a casa, recogía y limpiaba a turnos con su hermana y a veces bajaba al parque, con su madre y hermano, hasta la hora de cenar. Los fines de semana se juntaba con otras familias en la iglesia para hacer actividades.
“Ahora estoy aquí amarrada entre estas cuatro paredes, y lo controlo limpiando, limpiando hasta tres veces lo que ya he limpiado, pero así no me estreso”, explica María sobre su vida ahora, durante el confinamiento.
Ella no tenía acceso a datos en su teléfono, por lo que no ha podido acceder a la formación online de la UFIL. “Como encima no tenía internet para hacer las actividades de la UFIL, las primeras semanas me levantaba, desayunaba y hacía los deberes de unas copias que nos habían dado, comía y seguía. Pero luego ya me estresaba mucho, porque no sabía ni qué hacer, la tele me da sueño y me aburre”. Tampoco puede salir a correr, que era algo que le gustaba. Ahora, algunas tardes, para desestresarse, hace deporte y estiramientos en casa.
Me preocupa que no estoy haciendo las actividades de la UFIL porque no tengo internet, pero ya se lo he contado a mi tutora
Este encierro también está pasando factura a las relaciones sociales, pero María confiesa que “amigos, amigos de verdad, no tenía”. Tampoco mantiene la relación con sus compañeras y compañeros de clase, no ha vuelto a hablar con ellas. Tenía un novio (“tengo un novio todavía”, dice riéndose) y es difícil porque se veían todos los días de semana, pero ahora no pueden y solo se llaman por teléfono. Él ha perdido su trabajo y cuenta María que “está desesperado y aburrido”. Trabajaba descargando camiones y cobraba por cada día trabajado, así que no tiene ingresos.
María dice no sentir miedo ni ansiedad, pero explica: “Me preocupa que no estoy haciendo las actividades de la UFIL porque no tengo internet, pero ya se lo he contado a mi tutora”. El centro ha creado un grupo de Gmail al que tienen que sumarse y ahí envían las actividades de todas las asignaturas: textos para contestar preguntas, información para estudiar, ejercicios…aunque no hay videollamadas para resolver dudas cara a cara.
Ella cree que ahora no está haciendo más tareas en casa de antes, pero es que ya le tocaban muchas tareas antes de que comenzara esta situación. Sobre todo, a ella y su hermana. Al hermano pequeño a veces le ponen a recoger la cesta de los zapatos: “aunque se enoja al final lo hace”.
Cuando acabe todo esto, quiere salir, salir mucho tiempo: “tal vez me pase todo el día entero en un parque”. Acompañada, claro, porque sola “sería lo mismo que quedarme en casa”, dice.