Esther es de Uganda, tiene cuatro años y consume maíz diariamente: en la comida, la merienda y la cena. El único día del año en el que no come maíz es en Navidad, cuando la familia comparte un pequeño pollo para celebrar.
Esther, de cuatro años, nos cuenta que come mucho maíz. Lo consume diariamente, en cada una de las comidas que hace, y, por eso, su cuerpo no está recibiendo los nutrientes necesarios para desarrollarse y estar sana. El único día del año en el que la niña no come maíz es el día de Navidad, cuando la familia comparte un pequeño pollo para celebrar. “Está muy bueno”, dice.
Esther vive en una zona rural de Uganda y su familia depende de la agricultura para sobrevivir. En el terreno de su familia hay muchas gallinas, pero suelen venderlas, junto con los huevos que ponen, para poder comprar artículos de primera necesidad como jabón, sal y parafina.
La familia cultiva maíz, yuca y boniato, tres alimentos que crecen bien en esta zona. Por eso, al igual que muchos otros pequeños agricultores de la localidad, la familia no suele variar su cosecha.
Sin embargo, muchos padres y madres no saben que, como están llevando una dieta tan restrictiva, sus hijos no están obteniendo todos los nutrientes que necesitan, y por eso se enferman habitualmente, dejando de ir a la escuela y reduciendo su capacidad para labrarse un futuro mejor.
“Mis nietos están enfermos casi siempre, cuenta la abuela de Esther. “Me preocupo por el futuro de mis nietos y nietas y por si podrán terminar la escuela”.
Los padres que sí saben lo importante que es llevar una dieta variada, guardan algunos huevos para que sus hijos los coman o buscan otras alternativas para que sus hijos puedan llevar una alimentación rica y variada. Los niños y niñas sanos, pueden concentrarse y finalizar sus estudios, y, más adelante, pueden compensar a sus familias y a la comunidad, accediendo a trabajos mejor remunerados.
En Plan International trabajamos con los padres y las madres de las comunidades rurales ofreciéndoles una capacitación en materia de nutrición. Además de esto, aconsejamos a las comunidades sobre los diferentes productos que pueden cultivar fácilmente en sus jardines y terrenos, lo que ayudará a mejorar la dieta de sus hijos.
Recientemente hemos empezado a trabajar en la zona donde vive Esther, y hemos empezado a ofrecer cursos de nutrición a los padres y madres de su pueblo. También organizamos talleres en las escuelas locales sobre la importancia de que los y las estudiantes lleven una dieta variada y capacitamos a trabajadores sanitarios voluntarios en materia de salud e higiene, y para que sepan cuáles son los requisitos para llevar una dieta sana, animándoles a compartir sus conocimientos con otras personas de la comunidad.
Naika Magidu, vecino de Esther de 26 años, es un trabajador sanitario voluntario. Está casado, es padre de tres hijos y se gana la vida como granjero, pero, aun así, saca tiempo para hablar con la gente de su comunidad sobre temas relacionados con la nutrición, la higiene y la salud.
“Quiero ver que mi comunidad mejora”, responde Naika Magidu cuando se le pregunta por qué es voluntario de Plan International. “Muchos padres de esta aldea nunca han ido a la escuela, y no tienen conocimientos sobre cómo ayudar a que los niños y niñas estén sanos manteniendo una buena higiene, dietas variadas y buenas instalaciones de saneamiento”.
Se espera que, gracias a estos nuevos conocimientos que están adquiriendo los padres y los abuelos Esther, el resto de niños y niñas de la comunidad tengan una dieta más saludable, que les permita mantenerse sanos y completar sus estudios. Esto es importante, porque la educación puede ser la vía principal para romper el ciclo de la pobreza, como bien sabe la abuela de Esther: “Sería muy feliz si Esther fuera enfermera o en ingeniera”, concluye.