Poner fin a la MGF en Malí: "La lucha es dura, pero noble"

"Naciste ayer, ¿y ya quieres hablarnos de la mutilación genital femenina? Esta es la respuesta de muchos padres cuando tratamos de hablar con ellos sobre este tema”, nos cuenta Coulibaly, una joven activista de 25 años que trabaja con Plan International para poner fin a la Mutilación Genital Femenina (MGF) en Mali.









En un país en el que más del 85% de las niñas y mujeres creen que la mutilación genital femenina debe seguir practicándose, erradicarla no es una tarea nada fácil. En la sociedad maliense, se considera que una mujer que no ha sido mutilada es impura y, por tanto, puede tener dificultades para casarse, y ser excluida socialmente. 

Como el tema de la MGF es tabú, las mujeres que la han sufrido no hablan sobre ello ni sobre las consecuencias físicas o psicológicas derivadas de esta práctica nociva. Cambiar las creencias es, por tanto, un desafío enorme, ya que la práctica está profundamente arraigada en las normas culturales y sociales.

“Antes, cuando hablábamos de dejar de practicar la mutilación genital femenina, se nos prohibía la entrada a la aldea”, explica Kouradjei, una antigua cortadora que ahora tiene 60 años. “Dejé de lado las cuchillas hace mucho tiempo. Durante mi carrera, he visto cosas horribles. Ahora conozco las consecuencias de practicar la mutilación genital femenina y estoy convencida de que no tiene ninguna ventaja para las mujeres”.

A día de hoy, Mali sigue siendo uno de los pocos países africanos que carecen de legislación nacional que prohíba la mutilación genital femenina. Se estima que 9 de cada 10 niñas y mujeres de Mali han sido sometidas a esta práctica que se lleva a cabo, sobre todo, en el sur del país. 

Como parte de nuestro trabajo para erradicar la mutilación genital femenina, desde Plan International hemos llevado a cabo diferentes proyectos en 180 aldeas de cinco regiones de Mali. Las comunidades con las que trabajamos están en el centro de nuestras intervenciones, por lo que hemos establecido comités de aldea para abordar el problema mediante planes de acción.

Durante mi carrera, he visto cosas horribles. Ahora conozco las consecuencias de practicar la mutilación genital femenina y estoy convencida de que no tiene ninguna ventaja para las mujeres

A través de estas asociaciones con diferentes actores locales como autoridades, organismos gubernamentales, organizaciones de infancia y grupos de jóvenes, se está produciendo un descenso en el número de casos de mutilación genital femenina en las comunidades con las que trabajamos, aunque lo cierto es que todavía tenemos un largo camino por recorrer.

“En una sociedad en la que las niñas no tienen voz ni voto en lo que respecta a la mutilación genital femenina, y en la que no se consulta a los jóvenes cuando se trata de nuestros derechos, los desafíos a los que nos enfrentamos son enormes. La lucha es dura pero noble”, dice Coulibaly.

De las 180 comunidades con las que trabajamos, 92 se han declarado libres de mutilación genital femenina. El jefe de una de estas aldeas, ubicada en el suroeste de Mali, nos explica por qué: “En nuestra aldea, hombres, mujeres y niños son ahora conscientes de las consecuencias que tiene la mutilación genital. Las cortadoras se están defendiendo que esta práctica debe erradicarse. Nuestras hijas ya no están siendo sometidas a ella. Hemos abandonado la práctica de la mutilación genital femenina”.

Pero son los y las jóvenes de Malí, las generaciones futuras, quienes demostrarán si es posible que se produzca un cambio a largo plazo en el país.

“Ahora podemos convencer a los adultos y a nuestros compañeros de las consecuencias que tiene la mutilación genital femenina”, explica Coulibaly. “Nuestros padres se están poniendo de nuestro lado para luchar contra la mutilación genital femenina. Seguimos más comprometidos que nunca para asegurarnos de que no haya más niñas que sufran las consecuencias de esta práctica”.