EL AISLAMIENTO Y LA INSEGURIDAD ALIMENTARIA ESTÁN PONIENDO A LA INFANCIA EN PELIGRO DE MALNUTRICIÓN

Dos meses después de que las tormentas tropicales Eta e Iota devastaran Honduras, su impacto aún sigue sintiéndose en muchas comunidades. Las inundaciones destruyeron miles de hectáreas de cultivos en un momento clave para las cosechas, dejando a muchas personas en riesgo de arruinarse mientras luchan por alimentar a sus familias.

En Santa Bárbara, muchas zonas siguen estando aisladas y se están empleando barcos y helicópteros para acceder a las comunidades incomunicadas. Las inundaciones destruyeron viviendas, puentes, dañaron carreteras y algunas comunidades quedaron enterradas bajo los desprendimientos de tierra. Cientos de miles de hondureños siguen sin un hogar. Muchas personas están hacinadas en refugios, mientras que otras se alojan en casa de amistades y familiares.

Pero, sin duda, la escasez de alimentos es la mayor preocupación. La mayoría de la población no tiene suficiente comida para alimentarse diariamente, lo que está aumentando los niveles de malnutrición, especialmente entre los niños y niñas menores de cinco años, así como entre las madres embarazadas y lactantes.

Rosa, de 11 años, nos cuenta que hay muchos días en los que pasa hambre: “Mi familia y yo hemos tenido que racionar nuestra comida y, en los últimos días, sólo hemos comido judías y verduras”.

Honduras ya experimentaba inseguridad alimentaria antes de que se produjeran las tormentas, pero, ahora, los efectos a largo plazo sobre la economía del país, la producción de cultivos y los pequeños productores podrían ser aún más devastadores, ya que se estima que entre el 60% y el 80% de los cultivos básicos se han perdido.

Mi familia y yo hemos tenido que racionar nuestra comida y, en los últimos días, sólo hemos comido judías y verduras

Para apoyar a niños como Rosa, Plan International está trabajando junto con el Programa Mundial de Alimentos para entregar kits de alimentos que cubren las necesidades básicas de las familias afectadas. Hasta la fecha, hemos repartido más de 2.400 kits a las familias desplazadas en Santa Bárbara.

“Actualmente estamos ofreciendo apoyo a más del 40% de los albergues de este departamento y estamos llevando nuestra respuesta a las comunidades más remotas”, explica Yasmín Medina, directora de la Unidad de Programas de Santa Bárbara.

Para las personas que viven en las comunidades aisladas, la pérdida de sus cosechas y la falta ingresos para desplazarse a otras localidades en busca de trabajo les deja con muy pocas opciones.

“Ha sido difícil ya que las comunidades han quedado aisladas debido a que el puente que nos conecta con el pueblo se ha derrumbado. Si alguien quiere viajar para buscar trabajo o comida, debe gastarse más de 10 euros en el transporte. Si no tenemos dinero para comida, ¿cómo vamos a poder permitirnos salir de la comunidad?”, se pregunta la madre de Rosa.

El hambre no es el único motivo que mantiene a Rosa despierta por las noches. “No podemos dormir pensando que con una tormenta más, el barranco cerca de nuestra casa podría derrumbarse”.