Por Mwape Mulumbi (Jefa de Programas de Plan International Sudán) y Naila Abushora (Directora de Asociaciones Estratégicas e Influencia de Plan International Sudán)
Este mes se cumple un año desde que se aprobara la ley para prohibir la Mutilación Genital Femenina en Sudán. Sin duda, se trata de un avance histórico en torno a los derechos de las niñas y mujeres en uno de los países donde más prevalece esta práctica: el 86,6% de mujeres de entre 15 y 49 años han sido mutiladas.
Para todas las organizaciones humanitarias, esta reforma supone un reconocimiento a las más de dos décadas de trabajo en el país. Gracias a estos esfuerzos, hemos facilitado el camino para cambiar las actitudes de líderes comunitarios, religiosos, responsables de la toma de decisiones, y de la sociedad en general. No ha sido fácil, pues la mutilación todavía está muy arraigada en gran parte de la sociedad, que la considera necesaria para casar a sus hijas.
Aun así, en esta nueva era se percibe un claro cambio social a favor de la igualdad: se han impulsado varias iniciativas colectivas para abandonar la práctica, así como declaraciones públicas, compromisos, canciones, obras de teatro y otras expresiones culturales que reflejan estas percepciones. Los movimientos juveniles también han sido claves tanto a la hora de denunciar la práctica como para impulsar estos cambios sociales a través de foros, diálogos, discusiones y debates comunitarios en los que ellos mismos han sido los protagonistas.
A pesar de los avances, la pandemia ha retrasado mucho los esfuerzos para erradicar la mutilación genital femenina en Sudán. Aunque las comunidades se muestran receptivas con la idea de erradicar esta práctica, los confinamientos y otras medidas restrictivas para acabar con la pandemia pueden hacer retroceder los logros alcanzados para acabar con la mutilación genital femenina. La pandemia está destruyendo la economía del país y ha disparado los precios de los productos y alimentos básicos; ha afectado al comercio, la inversión, los viajes y el flujo financiero.
Uno de los principales efectos de la pandemia en la lucha contra la MGF es que muchos de los planes ya elaborados, pueden quedarse sobre el papel si no hay financiación y mecanismos suficientes para ponerlas en marcha. Si se reducen los esfuerzos, las medidas de creación, seguimiento, evaluación y coordinación para acabar con la mutilación genital y prácticas asociadas como el matrimonio infantil, están en peligro y, con ello, toda una generación de niñas en Sudán y en el resto de países donde sigue prevaleciendo esta práctica.
Desde que el Gobierno de Sudán aprobara prohibir la mutilación genital femenina hace un año, la única medida importante adoptada ha sido la formación de un grupo de trabajo a nivel nacional que ha estado preparando una estrategia para acabar con la MGF entre 2020 y 2030. Según esta estrategia, que aún es un borrador, el Gobierno espera reducir la práctica en un 15% para 2025 y erradicarla por completo en niñas de 0 a 14 años para 2030. Para ello, espera contar con más datos de calidad, reforzar los mecanismos de denuncia y aumentar el presupuesto local.
Estos tres pasos son fundamentales porque, a día de hoy, todavía es imposible cuantificar el grado de prevalencia de la mutilación genital femenina en Sudán ya que los datos disponibles son de 2014 y si los planes que ya se están desarrollando han dado algún fruto.
Todo esto, mientras las organizaciones de la sociedad civil seguimos esperando la implementación de la ley a través de mecanismos claros para rendir cuentas y llevar a cabo un seguimiento; conseguir una financiación adecuada y una campaña de sensibilización en todo el país para cambiar las actitudes y los comportamientos para que la mutilación genital femenina sea erradicada para siempre.