“La violencia sexual es una batalla entre hombres que se libra en los cuerpos de las niñas, adolescentes y mujeres”, Comisión de Derechos Humanos de la ONU (E/CN.4/1998/54).
En pleno siglo XXI el cuerpo de millones de niñas, adolescentes y mujeres sigue siendo utilizado para inclinar la balanza a un lado o al otro en un conflicto armado. Lejos de ser algo casual o puntual, la violencia sexual en conflicto se utiliza de forma sistemática y planificada, con el objetivo de aterrorizar, humillar, castigar, destruir o deshonrar personas, familias y comunidades, e incluso llegar a ser una forma de recompensa a alguno de los bandos.
En definitiva, se utiliza la violencia sexual como un arma de guerra más, otro elemento del arsenal de métodos con los que se busca humillar o minar a uno de los bandos.
Desde Colombia hasta Myanmar, Nigeria, República Democrática del Congo, Siria o Sudán del Sur, en todos los conflictos actuales hemos rescatado testimonios desgarradores de niñas y mujeres cuyos cuerpos se han utilizado como campos de batalla. La mayoría prefiere no contar lo que ha pasado pero las que lo hacen hablan de violaciones – individuales y grupales-, torturas con objetos y armas, esclavitud sexual, prostitución forzada hasta embarazos forzados.
Si bien es cierto que las víctimas de violencia sexual en conflictos armados pueden ser niños, niñas, hombres y mujeres, en la mayoría de los casos, está principalmente dirigida contra ellas.
Cuando ese atacan a las las niñas y las mujeres, no solo se les está atacando a ellas individualmente, sino a la sociedad en su conjunto. En muchas comunidades, las mujeres son las transmisoras de la educación, la cultura y los valores. Atacarlas a ellas es, por tanto, una forma de agredir y fracturar a toda una sociedad.
Aisha* (en la foto de arriba con sus dos hijos) tenía sólo 12 años cuando fue secuestrada por Boko Haram junto con cientos de personas más en su ciudad natal, en el Estado de Borno (Nigeria). Su voz ayuda a poner rostro a las miles de niñas y mujeres de los cinco continentes que han sido víctimas de violencia sexual en el marco de un conflicto.
La joven, como tantas otras, fue obligada a casarse con uno de sus secuestradores. Agredida sexualmente en repetidas ocasiones por su marido, dio a luz a su primera hija con apenas 14 años. Tres años después, cuando estaba embarazada de su segundo hijo, consiguió escapar cargando a su hija a la espalda. Ahora, con 17, y tras haber dado a luz a su segundo hijo, su mayor sueño es que sus hijos “tengan la oportunidad de ir a la escuela”.
¿Cómo trabaja Plan International para atender a las víctimas de violencia sexual en conflictos?
Desde Plan International, tratamos de adaptar nuestro trabajo a la situación y el contexto específico de cada país con un objetivo principal: atender las necesidades de las niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual en el marco de un conflicto. Nuestra labor se centra, especialmente, en garantizar la protección y la educación de las niñas para que sus vidas no se vean interrumpidas por el conflicto. Por un lado, creamos espacios seguros en los que las chicas pueden estar protegidas de los ataques, y, por el otro, ofrecemos atención médica y psicosocial a las víctimas.
En estos espacios, además, las chicas reciben materiales educativos, formación profesional y asistencia durante los embarazos para que puedan continuar con sus estudios. Entre otras cuestiones, también aprenden sobre la violencia sexual: qué es y cómo manejar las situaciones de violencia sexual en el caso de que ocurran.
Por otro lado, desde Plan International también llevamos a cabo diferentes acciones cuyo objetivo es mejorar la seguridad de las niñas y jóvenes que viven en países en conflicto: instalar alumbrado en torno a los servicios comunitarios en los campamentos de refugiados para evitar que se produzcan agresiones nocturnas; habilitar habitaciones seguras para adolescentes y jóvenes embarazas, así como ofrecer formación al profesorado y los y las educadores para que las niñas y adolescentes que han sido víctimas de violencia sexual durante un conflicto puedan seguir estudiando.