Una comida, infinitas oportunidades: cómo la alimentación escolar mantiene a la infancia en las aulas

Al cruzar el recinto polvoriento de una escuela primaria del distrito de Kailahun, en Sierra Leona, no solo se escucha el murmullo alegre del alumnado. También llega, desde la cocina escolar, el aroma inconfundible de la comida. Para Fatmata, una niña de 11 años que cursa sexto de primaria, ese olor representa hoy algo más que un almuerzo: simboliza concentración, tranquilidad y la posibilidad de un futuro mejor. 

“Antes venía al colegio con hambre”, recuerda. “A veces tenía el estómago vacío desde la mañana hasta la tarde y me costaba prestar atención en clase. Me quedaba sentada esperando a que sonara el timbre para volver a casa”. 

La experiencia de Fatmata es común entre muchos niños y niñas del distrito de Kailahun, donde el hambre ha sido durante años una barrera directa para el aprendizaje. Esta realidad ha empezado a cambiar gracias al Programa Integrado de Alimentación Escolar, una iniciativa financiada por el Gobierno de Sierra Leona, a través del Ministerio de Educación Básica y Secundaria Superior (MBSSE), e implementada por Plan International. 

“Ahora, cuando vengo a la escuela, sé que voy a comer”, afirma Fatmata mientras sostiene su cuenco rojo. “Ya no me preocupo por la comida. Ahora me preocupo por aprobar mis exámenes”. 

Más asistencia y mejores condiciones para aprender 

El impacto del programa es visible en el día a día del centro. El profesorado ha observado una mejora clara en la asistencia y en la permanencia del alumnado en las aulas. 

“Antes, muchos niños no venían todos los días”, explica el profesor Juana. “Decían que estaban cansados o que se quedaban en casa para comer. Ahora vienen. Saben que aquí hay comida”. 

Recibir una comida caliente gratuita al día no solo cubre una necesidad básica, sino que influye directamente en la capacidad de concentración. Fatmata lo resume con sencillez: “Ahora escucho mejor. Cuando la profesora me hace preguntas, contesto. Ya no me duermo en clase”. 

Un apoyo clave para que las niñas sigan estudiando 

Más allá de la alimentación, el programa contribuye a garantizar el derecho a la educación y a reducir las desigualdades, especialmente para las niñas, que a menudo afrontan mayores obstáculos para continuar en la escuela. 

“Mis padres también están tranquilos”, cuenta Fatmata. “Ya no se preocupan de que me vaya al campo y no venga al colegio. Me dicen: ‘Ve a comer a la escuela, ve a aprender’”. 

De este modo, el programa no solo beneficia al alumnado, sino que también reduce la presión sobre familias en situación de vulnerabilidad y refuerza el compromiso con la educación. 

Millones de comidas que generan impacto 

Durante el curso escolar 2024/2025, el Programa Integrado de Alimentación Escolar llegó a 855 escuelas de los distritos de Port Loko, Moyamba y Kailahun, proporcionando una comida caliente diaria a niños y niñas de educación preescolar y primaria. En total, se sirvieron 27 millones de comidas. 

Además, el enfoque de alimentación escolar con productos locales permitió que el programa alcanzara otras 220 escuelas, a través de grupos cooperativos de mujeres, reforzando así su impacto comunitario. 

Sembrar futuro desde una comida diaria 

Cuando suena la campana del mediodía, Fatmata y sus compañeros se reúnen para comer. En ese momento, el alcance del programa se hace evidente: no se trata solo de alimentos, sino de crear las condiciones necesarias para aprender, crecer y soñar. 

“Una comida me hace feliz. Me da fuerza”, dice Fatmata. “Quiero ser enfermera cuando sea mayor. Y sé que puedo conseguirlo porque como y aprendo”.