Unni Krishnan, Director Global de Ayuda Humanitaria de Plan International
Adré, cerca de la frontera de Chad con Sudán, mayo de 2024.
“Cada vez veía más cerca los disparos y la violencia. No me quedó otra opción”, es lo que me cuenta Aliya, una mujer sudanesa que huyó de su hogar en Darfur para intentar salvar a su familia.
Un año después de que estallara el conflicto entre las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido el 15 de abril de 2023, Sudán enfrenta una de las peores crisis a nivel mundial. La violencia ha desplazado a nueve millones de personas, nueve. Lo que convierte a Sudán en la mayor crisis de desplazamiento del mundo. En los últimos días, los combates se han intensificado en la región de El Fasher, el norte de Darfur, lo que ha ocasionado que todavía más personas salgan del país hacia Chad.
La infancia nunca inicia las guerras, sin embargo, es la que paga un precio más alto. Aquí, en Adré, cerca de una piedra que marca la frontera entre los dos países, entre la guerra y el refugio, Aliya comparte conmigo su angustioso viaje. Ella y sus cuatro hijos pequeños han estado en movimiento durante los últimos once meses. Buscaron refugio en varios campamentos para personas desplazadas y en asentamientos improvisados hasta que llegaron a Chad. A ella se la ve exhausta. Ha caminado sin parar durante 25 días junto a sus cuatro hijos. Uno de ellos, Yousef, solo tiene cuatro meses y lo ha llevado amarrado a su pecho todo este tiempo en una tela medio rota.
Caminaban de noche, para evitar el calor abrasador del día: 42 grados, esa era la temperatura que soportábamos cuando conocí a Aliya y a sus hijos. La ONU estima que el 88% de los refugiados sudaneses que han llegado a Chad en los últimos 13 meses son niños, niñas y mujeres. Durante este viaje he conocido a varios niños y niñas refugiados sudaneses desnutridos, que sufrían de agotamiento severo y estaban demasiado débiles para jugar, pasaban la mayor parte del tiempo durmiendo.
En Sudán, cerca de 700.000 niños y niñas están sufriendo de desnutrición aguda severa. Miles han sido asesinados o heridos, y muchos enfrentan graves riesgos de protección: hay informes de niños siendo reclutados en grupos armados y en Chad, algunas jóvenes han hablado con Plan International sobre la violencia sexual que han experimentado o presenciado.
Chad: un refugio en crisis
La guerra de Sudán se siente mucho más allá de sus fronteras. En los últimos 13 meses, 1.8 millones de personas han buscado refugio en países vecinos como República Centroafricana, Chad, Egipto, Etiopía, Sudán del Sur y Uganda. Chad ha recibido a 592.000 personas de Sudán en los últimos 12 meses. Las comunidades de Chad y las autoridades locales han recibido a los y las refugiadas con los brazos abiertos. Chad albergaba a más de 500.000 refugiado sudaneses de conflictos anteriores.
Aliya me cuenta que sus hijos mayores se despiertan gritando por las noches porque han visto cosas que ningún niño ni niña debería ver nunca. En su hogar, Darfur, presenciaron el asesinato de cuatro miembros de su familia.
Mientras están en Chad, los y las refugiadas pasan horas caminando en busca de comida y agua. Estas caminatas son especialmente arriesgadas para las jóvenes, que sufren el riesgo de ser víctimas de agresiones sexuales.
Las lluvias estacionales amplifican el riesgo de sufrir brotes de enfermedades. El tiempo se agota. Los funcionarios de la ONU me dicen que esperan otros 250.000 refugiados sudaneses en Chad durante los próximos meses.
Aquí se necesita de todo: agua limpia, saneamiento, asistencia alimentaria y nutricional, atención médica, educación formal, dinero en efectivo… Pero el primer paso, debería ser prestar asistencia a los niños y niñas que han presenciado los horrores de la guerra, que están fuera del colegio, que han perdido a sus padres o que se han separado de sus amigos.
En Plan International, junto a nuestros socios locales, llevamos a cabo actividades de aprendizaje y ayuda psicosocial para apoyar la infancia. En lugares de aprendizaje temporales, los niños aprenden el alfabeto y aritmética, beneficiándose de un ambiente seguro y de apoyo, y de la oportunidad de continuar su educación y desarrollar habilidades esenciales.
Algunas decisiones se toman por miedo. Algunas decisiones se toman con esperanza. Para los niños y niñas sudaneses, la vida es a menudo un viaje entre estas dos emociones.